Reflexión 13 er. Domingo después de Pentecostés - Mt. 16:21-27
Desde
entonces, Jesús comenzó a explicarles a sus seguidores que tendría que ir a
Jerusalén, y que los ancianos líderes, los jefes de los sacerdotes y los
maestros de la ley lo harían sufrir mucho. Tendría que morir, pero a los tres
días resucitaría. Entonces Pedro se lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo:
—Señor, Dios tenga compasión de ti. ¡Que nunca te
suceda eso!
Jesús se volvió y le dijo a Pedro:
—¡Largo
de aquí, Satanás! ¡Me estás estorbando! A ti no te preocupan las cosas de Dios,
sino las de la gente.
Entonces Jesús les dijo a sus seguidores:
—Si
alguien quiere ser mi seguidor, tiene que renunciar a sí mismo, aceptar la cruz
que se le da y seguirme. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el
que la pierda por mi causa, la encontrará. De nada vale tener todo el mundo y
perder la vida. Nadie puede pagar lo suficiente para recuperar su vida. Porque
el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles y entonces
dará a cada cual la recompensa que merece por lo que haya hecho.
1.
El texto en su contexto
El relato evangélico de hoy está a continuación de la
confesión de Pedro sobre la que reflexionábamos el domingo pasado. Se encuentra
en un escenario donde Jesús va preparando a la comunidad apostólica para el fin
trágico de su ministerio. Éste es el primer anuncio de su muerte.
El mismo que días atrás lo confesaba como Mesías, Hijo
de Dios, ahora intenta desvirtuar la misión de Jesús. Y es que los discípulos
tenían una expectativa mesiánica diferente (Mt. 20:20-28). Al igual que la
mayoría del pueblo, esperaban que el Mesías expulsara a los romanos de la
tierra que Dios les había dado y que estableciera el reinado de Israel.
Pero Jesús, visualizaba otra realidad. Se identificaba
con la figura del Siervo de Yavé de los relatos del profeta Isaías. Tiempo
después, pasado el Acontecimiento Pascual, los discípulos comprenderán estas
afirmaciones de Jesús. La consecuencia de sus dichos y hechos lo ponían en un
lugar complejo, de enfrentamiento al poder político y religioso, justamente, quienes
se aliarán para matarlo.
En paralelo al anuncio de su muerte, Jesús enseña que el
discipulado implica coherencia. Seguir a Jesús es oponerse a esos dos poderes
que conspiran contra la dignidad de las personas cuando les pervierte el uso del
poder. Y oponerse al poder político y al poder religioso tiene como
consecuencia la expulsión, la persecución, el juicio y la muerte.
2.
El texto en nuestro contexto.
Poco ha cambiado este escenario desde los tiempos de
Jesús. Quienes han optado por un seguimiento radical, tarde o temprano, han
enfrentado rechazo de los poderosos, persecución, amenazas, detenciones,
torturas y en muchos casos la muerte, real o simbólica.
Aún dentro de la Iglesia, quienes buscar vivir un cristianismo
más auténtico, sufren la incomprensión y el rechazo de otros cristianos
Nuestro contexto, de injusticia, desigualdades y opresión; donde
los recursos naturales son explotados salvajemente; donde los trabajadores son
reemplazados por máquinas que el sistema capitalista crea para enriquecer a
unos pocos; donde el alimento y el agua potable no llega a la totalidad de la
humanidad; donde a los pueblos originarios se les expropian sus tierras para
que los terratenientes las exploten; donde las ciudades se han convertido en
los lugares donde se concentran las mayores desigualdades y opresiones; se
levantan voces denunciando la presencia del mal, surgen personas proponiendo
modelos alternativos, otras que anuncian otro mundo posible. Pero muchas de
esas personas son perseguidas y asesinadas.
Basta detenernos en las noticias: campesinos
perseguidos, trabajadores golpeados, líderes de indígenas detenidos, activistas de derechos humanos
asesinados…
La persecución a Jesús, continúa hoy en la persecución
a las personas que trabajan por la paz y la justicia; por los derechos de los
pueblos, la naturaleza y los derechos humanos; por la inclusión y el cese de
las discriminaciones.
En esta realidad estamos inmersos. En esta realidad,
Jesús nos desafía a posicionarnos, con Él o contra Él. Cada cristiana y
cristiano, haciendo uso de su libertad tiene, necesariamente, que tomar una
posición; de nosotros y nosotras depende; como Pedro, en su mediocridad,
buscaremos el camino fácil y sin riesgos o como Jesús, imitando su ejemplo
Buena semana para todos y todas.
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