Reflexión: 11 Domingo después de Pentecostés – Mt. 15:21-28

 

21 Jesús salió de allí y se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 Una mujer cananea que vivía en esa región salió y empezó a gritar:

—¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente!

23 Jesús no le decía nada. Entonces los seguidores se acercaron a él y le rogaron:

—Por favor, dile que se vaya porque viene gritando detrás de nosotros.

24 Jesús les dijo:

—Dios solamente me envió a las ovejas perdidas de Israel.

25 Entonces la mujer se puso enfrente de Jesús, se arrodilló y le dijo:

—¡Señor, ayúdame!

26 Jesús le contestó:

—No está bien darles a los perros el pan de los hijos.

27 Ella dijo:

—Es cierto, Señor, pero hasta los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños.

28 Jesús le dijo:

—Mujer, tienes mucha fe. Por eso haré lo que quieres que haga.

Y en ese momento la hija de la mujer fue sanada.

 

1.     El texto en su contexto.

El Evangelio hoy nos propone el episodio en que Jesús ayuda a una mujer cananea.

Jesús se encontraba en territorio de Fenicia, al norte de Galilea, en las cercanías de Tiro y Sidón (vv. 21), donde una mujer cananea le sale al encuentro (vv. 22a); téngase en cuenta que en la tradición bíblica, Canaán se opone a Israel (Gn. 10.15); sin embargo, lo reconoce como Mesías y Señor (vv. 22b). El silencio que mantiene Jesús al no responderle pone a prueba la fe de la mujer (vv. 23). Ante la insistencia de los discípulos para que la despidiera, Jesús revela que en el proyecto de Dios están primero los israelitas (vv. 24 cf. Jr. 50:17).

La mujer pagana insiste (vv. 25), a lo que nuevamente Jesús prueba su fe, esta vez de una forma durísima, comparándola despectivamente con un perro (vv. 26). Un tema que tal vez se venía planteando en las comunidades a las que escribe Mateo, sobre quienes eran destinatarios prioritarios del Evangelio, si los judeocristianos o los paganos convertidos al cristianismo.

La mujer pagana no se queda con la respuesta de Jesús, insiste, discute y rebate la respuesta del Maestro (vv. 27), al punto que Jesús reconoce la gran fe de la mujer pagana y le concede la sanidad de su hija (vv. 28); y es que Dios, trasciende los nacionalismos (Is. 56:1-7; Rom. 11:13-15.29-32). Las razones profundamente humanas de la mujer pagana derriban todos los argumentos de Jesús y se da por vencido.

 

2.     El texto en nuestro contexto.

Al igual que Jesús, muchas veces la Iglesia tiende a cerrarse sobre sí misma. Hasta no hace muchos años se afirmaba únicamente los cristianos se salvarían y el resto se condenaría; es más, dentro del cristianismo, estaban quienes afirmaba que “fuera de la Iglesia no hay salvación” y se referían a la Iglesia Católica Apostólica Romana, por lo tanto, el resto de los cristianos también se condenarían:

"Con nuestros corazones creemos y con nuestros labios confesamos solo una Iglesia, no aquella de los herejes, sino la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, fuera de la cual creemos que no hay salvación" (Inocencio III, 1198-1216).

"Hay solo una Iglesia Universal de los fieles, fuera de la cual nadie está a salvo" (IV Concilio de Letrán, 1215. Denzinger 792).

“Nosotros declaramos, decimos, definimos y pronunciamos que es absolutamente necesario para la salvación de toda criatura humana el estar sometida al Romano Pontífice" (Bonifacio III: Bula Unam Sanctam, 1302

"Es nuestro deber el recordar a los grandes y pequeños, tal como el Santo Pontífice Gregorio hizo hace años atrás, la absoluta necesidad nuestra de recurrir a la Iglesia para efectuar nuestra salvación eterna" (Pío X: Encíclica Jucunda Sane, 1903-1914).

"Por si sola la Iglesia Católica mantiene la adoración verdadera. Esta es la fuente de verdad, esta es la casa de la fe, esta es el templo de Dios; Si cualquier hombre entra no aquí, o si cualquier hombre se aleja de ella, el será un extraño a la vida de fe y salvación. ... Es más, en esta única Iglesia de Cristo, no puede haber o permanecer un hombre que no acepta, reconozca y obedezca la autoridad y la supremacía de Pedro y la de sus sucesores legítimos" (Pío XI: Encíclica Mortalium Animos, 1922-1939).

"Por mandato divino la interprete y la guardiana de las Escrituras, y la depositaria de la Sagrada Tradición que vive en ella, la Iglesia por si sola es la entrada a la salvación: Ella sola, por sí misma, y bajo la protección y la guía del Espíritu Santo, es la fuente de la verdad" (Pío XII: Discurso en la Universidad Gregoriana, el 17 de octubre de 1953).

“El sagrado Concilio pone ante todo su atención en los fieles católicos y enseña, fundado en la Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrina es necesaria para la Salvación. Pues solamente Cristo es el Mediador y el camino de la salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y El, inculcando con palabras concretas la necesidad de la fe y del bautismo (cf. Mc., 16,16; Jn., 3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como puerta obligada. Por lo cual no podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, rehusaran entrar o no quisieran permanecer en ella” (Concilio Vaticano II: Constitución Dogmática Lumen Gentium, N° 14, 19 de noviembre de 1964).

Por más de mil años se creyó y se enseñó esta realidad que nosotros nos atrevemos a cuestionar por considerarla absolutamente inaceptable.

El  Evangelio de hoy nos desafía,  no solamente a derribar el mito de la superioridad católica romana sobre las otras denominaciones cristianas, incluidas, les guste o no, el  movimiento de iglesias católicas independientes; sino lo que es aún más escandaloso, para conservadores y fundamentalistas, derribar el mito de la superioridad cristiana sobre las otras comunidades de fe.

La Iglesia en sus distintas denominaciones cristianas, necesita dejarse interpelar por la sociedad y la cultura, e incluso, por las otras comunidades de fe; así como Jesús, se dejó interpelar por la mujer proveniente de una cultura pagana. Urge el diálogo ecuménico al interior de la Iglesia de Jesucristo y el diálogo interreligioso con otras comunidades de fe.

La Iglesia del siglo XXI, presente en cualquiera de las denominaciones cristinas, pero especialmente en aquellas que se han sentido el centro del mundo, necesariamente deberá seguir el ejemplo de Jesús, reconociendo que Dios, trasciende tal o cual iglesia, trasciende el cristianismo, trasciende toda religión y que la salvación es don gratuito de Dios (Ef. 2:8) para toda la humanidad, porque así lo reveló por medio del profeta Isaías:

“yo los traeré a mi santo monte y haré que sean felices en mi casa de oración.
Aceptaré en mi altar sus ofrendas que deben quemarse completamente y sus sacrificios, porque mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones”
(Is. 56:7).

Buena semana para todos y todas.

+Julio V.

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