Reflexión 10° Domingo después de Pentecostés – Mt. 14:22-33

 



22 Enseguida Jesús ordenó a sus seguidores que subieran a la barca y se fueran primero que él al otro lado del lago. Él se quedó hasta despedirse de la gente. 23 Cuando terminó de despedirse, Jesús subió a un monte a orar. Se hizo de noche y estaba allí solo. 24 La barca ya estaba bien lejos [a] de la orilla, y las olas la golpeaban con dureza, porque soplaba un viento muy fuerte en su contra.

25 A la madrugada, Jesús llegó caminando sobre el agua. 26 Cuando sus seguidores lo vieron caminando sobre el agua, se asustaron mucho y gritaban de miedo:

—¡Es un fantasma!

27 Pero Jesús inmediatamente les dijo:

—¡Tranquilos, soy yo! No tengan miedo.

28 Pedro le contestó:

—Señor, si eres tú, haz que yo vaya hacia ti caminando sobre el agua.

29 Jesús le dijo:

—¡Ven!

Pedro salió de la barca, caminó sobre el agua y fue hacia donde estaba Jesús. 30 Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo, se empezó a hundir y gritó:

—¡Señor, sálvame!

31 Jesús de inmediato lo tomó de la mano y le dijo:

—Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

32 Y cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó. 33 Los que estaban en la barca empezaron a adorarlo, y le dijeron:

—¡Tú sí eres verdaderamente el Hijo de Dios!

 

1.     El texto en su contexto.

Jesús acaba de enseñar a compartir los alimentos y consolidar la solidaridad entre las personas (vv.13-22). El relato actual podríamos identificarlo como una cristofanía, similar a la del Monte Tabor o al Acontecimiento Pascual.

El evangelista Mateo nos describe a Jesús orando luego de su actividad Sin embargo, tiene un fuerte contenido eclesiológico que desarrollaremos más adelante. La comunidad apostólica fue testigo de la multiplicación del alimento (vv. 13-22) y ahora en la barca, ya sin Jesús, seguramente irían conversado, mientras transcurría la noche, lo sucedido, cuando el viento comienza a soplar y hacer que la barca se tambalee (vv. 24). Ya próximo al amanecer ven a Jesús caminado sobre el agua dirigiéndose hacia la barca (vv. 25). Nuevamente su fe se ve cuestionada por lo sucedido. El miedo se apodera de ellos (vv. 26) pero Jesús les calma utilizando la fórmula “Soy yo” que nos remite al nombre divino revelado en Ex. 3:14.

Asombrado por la cristofanía, Pedro pide ir hacia Jesús sobre las aguas, no como en el Mar Rojo o el Río Jordán, donde Dios separó las aguas y secó la tierra para que el pueblo cruzara primero hacia la liberación y luego tomando posesión de la tierra prometida (vv. 28). Pedro, impulsivo como siempre, reconoce la voz de Jesús y lo sigue, sale de la barca a su encuentro (vv. 29) pero su fe frágil lo hace dudar ante la fuerza del viento como obstáculo para llegar a Jesús, teme y comienza a hundirse. Pedro, no teme porque se hunde, sino que, se hunde porque teme, por eso recurre a Jesús  (vv. 30). Jesús lo salva (vv 31) y suben juntos a la barca donde estaba el resto de la comunidad apostólica, una vez dentro de la barca el viento se calma (vv 32).

El asombro ya no era únicamente de Pedro sino de todos los discípulos que lo reconocen como el Mesías (vv. 33).

 

2.     El texto en nuestro contexto.

La barca simboliza a la Iglesia inmersa en el mundo, en medio de crisis y conflictos (vv. 24). Actualmente, las distintas comunidades cristianas enfrentamos serios problemas que nos sacuden: enfrentamiento entre Iglesias, escándalos internos en unas denominaciones, graves acusaciones en otras, falta de liderazgo en otras, posiciones fundamentalistas en otras, incapacidad de responder a los desafíos de estos tiempos en otras, persecución a cristianas y cristianos en algunos países, difamación de unas denominaciones cristianas a otras; pareciera que la Iglesia no tiene rumbo en medio de esta compleja situación que se agrava aún más, por la pandemia del coronavirus COVID 19, que nos aísla, nos impide congregarnos, nos presenta al prójimo como un potencial riesgo del que debemos protegernos, entre otras dificultades.

En este complejo contexto, muchas iglesias desfiguran tanto la imagen de Jesús que lo presentan como un fantasma. En  lugar de anunciar la Buena Noticia del Reinado de Dios por la que Jesús entregó su vida, un Reinado de liberación, sanación e inclusión para todas las personas, siembran prejuicios, discriminación y odio. Incluso hay quienes utilizan la pandemia para aterrar predicando castigos divinos por leyes aprobadas en los últimos años en nuestros países, que garantizan la igualdad y la inclusión.

Es en este escenario, donde la Iglesia de Jesucristo se tambalea, que el Señor nos sale al encuentro y nos calma, nos contiene y nos sostiene: “¡Tranquilos, soy yo! No tengan miedo” (vv. 27).

A pesar de todas las dificultades, Jesús está en la Iglesia representada en la barca; no en una u otra, sino en todas las denominaciones cristianas, representadas en el colectivo de los discípulos que postrándose lo reconocen y confiesan como Mesías (vv. 33) y ese reconocimiento no es otra cosa que encarnar y proclamar su Buena Noticia para la humanidad en cada tiempo.

Les invito a creer y confiar en Jesús. A pedirle que nos ayude cuando nuestra fe es frágil. A aferrarnos a su mano cuando sentimos que nos hundimos. A reconocerlo como el Maestro y el Señor.

Buena semana para todos y todas.

+Julio.

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