Reflexión 5° Domingo después de Pentecostés: Mateo 11,25-30
25 En esa ocasión Jesús dijo: […]28 »Vengan a mí los que estén
cansados y agobiados, que yo los haré descansar. 29 Acepten mi enseñanza y
aprendan de mí que soy paciente y humilde. Conmigo encontrarán descanso. 30 Mi enseñanza es agradable y mi
carga es fácil de llevar».
Mis queridas amigas y
amigos, mis apreciadas hermanas y hermanos, hoy me extenderé bastante más de lo
acostumbrado, pero entiendo a este relato como uno de los pilares del Evangelio
de Mateo y de la Buena Noticia predicada por nuestra Iglesia, por lo tanto,
espero sepan disculpar y disfruten de la reflexión semanal.
Les transcribo en letra
más pequeña los textos bíblicos más importantes a los que hago referencia para
ir explicando el contenido de este Evangelio, otros textos que no transcribo
pero cito, pueden verlos ustedes en sus propias biblias. Muchas bendiciones.
1. El texto en su contexto.
El relato evangélico de
hoy es una Buena Noticia para personas excluidas y oprimidas.
Si bien el relato de
Mt. 11:28-30 tiene sentido en sí mismo, podemos identificar una estrecha unidad
a lo que nos continúa narrando Mateo. En 11:25-27 la buena noticia es revelada
a la gente sencilla quedando ocultada a personas sabias y entendidas (Is.
29:14; 1Co. 1:19-21 cf. Is. 19:12; 44:25). En 12:1-14 se presentan dos
situaciones, la primera del versículo 1 al 8 donde relata el enfrentamiento
entre Jesús y los fariseos por arrancar espigas de trigo en el día de reposo
aunque eso signifique saciar una necesidad concreta de hambre; la segunda del
versículo 9 al 14 donde relata otro enfrentamiento entre Jesús y los fariseos
por la curación de un enfermo en el día de reposo aunque eso signifique
restituirlo a la vida comunitaria: volver a trabajar con sus manos y valerse
por sí mismo.
Las personas sabias y
entendidas de Mt. 11:25-27 oprimen por el peso de la ley a las personas
sencillas de Mt. 12:1-14 a quienes Jesús ofrece liberación (Mt. 11:28-30).
Este relato de Mateo es
una de las relecturas más ricas de las Escrituras Hebreas que podemos encontrar
en las Escrituras Cristianas, en efecto, el versículo 28: “Vengan a mí los
que estén cansados y agobiados, que yo los haré descansar” encontramos que se refiere directamente a los siguientes
textos:
Eclo. 24:19: “Acérquense a mí los que me desean, y coman todo lo que quieran de mis
frutos,” (cf. Eclo 51:23-30; Sof. 3:9; Is. 14,25b;
Sir 4:11-15; Prov. 1:8-9; 8:34-35).
Y el versículo 29: “Acepten mi enseñanza y aprendan de mí que
soy paciente y humilde. Conmigo encontrarán descanso” a estos otros:
Os. 10:11: “Efraín era como una novilla domada que gustaba de
trillar el grano. Yo he puesto yugo ahora sobre su hermoso cuello, para que tire del carro; y Judá tirará del
arado, y Jacob tirará del rastrillo” (cf. Jr. 6:16; Prov. 3:17;
Sal. 34:19).
“El
espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado; me ha
enviado a dar buenas noticias a los pobres, a aliviar a los afligidos, a
anunciar libertad a los presos, libertad a los que están en la cárcel”.
Am. 2:6-7: “Así dice el Señor: “Los de Israel han cometido tantas maldades que no dejaré de castigarlos; pues venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias. Oprimen y humillan a los pobres, y se niegan a hacer justicia a los humildes” (cf. Jr. 30:12-13; I. 11:4).
Las autoridades debían cuidar de ellas:
Dt. 1:16-17: “Al mismo tiempo les di a sus jueces las
siguientes instrucciones: ‘Atiendan a todos y háganles justicia, tanto a sus
compatriotas como a los extranjeros; y al dictar sentencia, no hagan
ninguna distinción de personas: atiendan tanto a los humildes como a los
poderosos, sin tenerle miedo a nadie, porque el juicio es de Dios” (Sal.
72:12-14; Is. 10:1-2)
Uno de los aspectos pesados e intolerables para la gran parte del pueblo empobrecido eran los impuestos que afectaban a las personas más vulnerables. En el antiguo Israel el pago de impuestos o tributos fue diferente en cada época: En tiempo de los Jueces no había ejército ni corte. Se entregaban los diezmos y las ofrendas para el mantenimiento del Tabernáculo y del sacerdocio. Los levitas disfrutaban de las tierras que les habían sido entregadas. Fue una época añorada por todas las corrientes renovadoras de Israel. En la época monárquica los recursos del Estado provenían de diversas fuentes tributarias:
1. Impuestos en especie
(1Re. 4:7-28; cf. Am. 7:1).
Contribuciones especiales a la accesión de un soberano (1Sam. 10:27) o
en tiempos de guerra (1Sam. 16:20; 17:18). Tributos de los pueblos vencidos
(2Sam. 8:6.14; 1Re. 10:15; 2Re. 3:4; Jue. 1:28.30), y levas (1Re. 9:20, 21).
Cuando los israelitas quedaron sometidos a un príncipe extranjero, se vieron
obligados a pagar un tributo y a financiar además los gastos de su propio
gobierno.
2. Impuestos sobre las
operaciones comerciales (1Re. 10:15). David no impuso exacciones, ni en
especie. Repartió a los hombres capaces de llevar armas en doce divisiones de
veinticuatro mil hombres cada una. Cada uno de ellos debía dar un mes al año de
servicio militar (1 Cr. 27:1). Salomón cargó al pueblo con muchos impuestos
(1Re. 12:4). Ésta fue la causa externa del cisma nacional. La exención de
impuestos era una recompensa (1Sam. 17:25).
En
cuanto “personas necesitadas, empobrecidas y en situación de miseria”, hace
referencia a integrantes del
pueblo oprimido, doblegadas y hambrientas, explotadas laboralmente, exiliadas e
inmigrantes, huérfanas y viudas, agobiadas por los impuestos al imperio y los
tributos al templo, afligidas por el poder de personas poderosas, malvadas y
ricas de la ciudad:
Dt. 14:28-29: Cada tres años
deberán ustedes apartar la décima parte de su cosecha del año, y almacenarla en
su ciudad, para que cuando vengan los levitas, a quienes no les ha
tocado tener su propia tierra, o los extranjeros que viven entre ustedes, o los
huérfanos y las viudas, puedan comer hasta quedar satisfechos. Así el Señor su
Dios los bendecirá en todo lo que hagan” (Dt. 15:11; 24:17-18; Esteer 9:20-22;
2Sam 12:1-4; 2Re. 25:11-12; 1Re. 17:8-24; Job 24:4-11; Eclo. 13:20-24; Am.
2:6-7)
Dt. 10:18-19: “…él
es el Dios soberano, poderoso y terrible, que no hace distinciones ni se deja
comprar con regalos; que hace justicia al huérfano y a la viuda, y
que ama y da alimento y vestido al extranjero que vive entre ustedes” (Ex. 22:22-24;
Dt. 10:17-18; Sal. 68:5; 103:6; 146:9; Eclo 4:10; Lc. 1:53.)
Ex. 22:21-24: “No maltrates ni oprimas al extranjero,
porque ustedes también fueron extranjeros en Egipto. “No maltrates a las viudas
ni a los huérfanos, porque si los maltratas y ellos me piden ayuda,
yo iré en su ayuda, y con gran furia, a golpe de espada, les quitaré
a ustedes la vida. Entonces quienes se quedarán viudas y huérfanos serán las
mujeres y los hijos de ustedes. “Si le prestas dinero a alguna persona pobre de
mi pueblo que viva contigo, no te portes con ella como un prestamista, ni le
cobres intereses”.
1Sam. 2:8: “Dios levanta del suelo al pobre y saca
del basurero al mendigo, para sentarlo entre grandes hombres y hacerle ocupar
un lugar de honor” (Sal. 34:6; 107:41; 109:31; 113:7)
Is. 9:3: “Porque tú has deshecho la esclavitud que oprimía al
pueblo, la opresión que lo afligía, la tiranía a que estaba sometido. Fue como
cuando destruiste a Madián”.
Is. 25:4: “Porque tú has sido un refugio para
el pobre, un protector para el necesitado en su aflicción, refugio contra la
tempestad, sombra contra el calor”.
Is. 61:1-3: “El espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha consagrado; me ha enviado a dar buenas noticias a los
pobres, a aliviar a los afligidos, a anunciar libertad a los presos, libertad a
los que están en la cárcel; a anunciar el año favorable del Señor… Me ha
enviado a consolar a todos los tristes, a dar a los afligidos de Sión una
corona en vez de ceniza, perfume de alegría en vez de llanto, cantos de
alabanza en vez de desesperación”
Mc. 12:38-40: Jesús decía en su enseñanza: “Cuídense de los
maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas y que los saluden con
todo respeto en las plazas. Buscan los asientos de honor en las
sinagogas y los mejores lugares en las comidas; y despojan de sus
bienes a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones”
Mt. 19:16: “Un joven fue a ver a Jesús, y le
preguntó: —Maestro, ¿qué cosa buena debo hacer para tener vida eterna? Jesús le
contestó: —¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Bueno solamente hay
uno. Pero si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos. —¿Cuáles?
—preguntó el joven. Y Jesús le dijo: —‘No mates, no cometas adulterio, no
robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie, 19honra a tu padre y
a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.’ —Todo eso ya lo he cumplido
—dijo el joven—. ¿Qué más me falta? Jesús le contestó: —Si quieres ser
perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza
en el cielo. Luego ven y sígueme”.
Mc. 12:42-44 “Jesús estaba una vez sentado frente a los
cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos
ricos echaban mucho dinero. En esto llegó una viuda pobre, y echó en
uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. Entonces
Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: —Les aseguro que esta viuda pobre ha
dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues
todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que
tenía para vivir”.
Lc. 6:20-21: “Jesús miró a sus discípulos, y les dijo:
“Dichosos ustedes los pobres, pues de ustedes es el reino de Dios”
Jesús retoma las
enseñanzas de las Escrituras Hebreas y
reafirma que Dios toma partido por este tipo de personas haciéndoles justicia:
Lc. 16:19-31: Había un hombre rico, que se vestía con ropa
fina y elegante y que todos los días
ofrecía espléndidos banquetes. Había también un pobre llamado
Lázaro, que estaba lleno de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del
rico. Este pobre quería llenarse con lo que caía de la mesa del
rico; y hasta los perros se acercaban a
lamerle las llagas. Un día el pobre murió, y los ángeles lo llevaron
a sentarse a comer al lado de Abraham.
El rico también murió, y fue enterrado. “Y mientras el rico sufría en el lugar
adonde van los muertos, levantó los ojos
y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro sentado a su lado. Entonces
gritó: ‘¡Padre Abraham, ten lástima de
mí! Manda a Lázaro que moje la punta de
su dedo en agua y venga a refrescar mi
lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego.’ Pero Abraham le
contestó: ‘Hijo, acuérdate que en vida
tú recibiste tu parte de bienes, y
Lázaro su parte de males. Ahora él recibe
consuelo aquí, y tú sufres. Aparte de esto, hay un gran
abismo entre nosotros y ustedes; de modo
que los que quieren pasar de aquí allá, no pueden, ni de allá tampoco
pueden pasar aquí.’ “El rico dijo: ‘Te suplico entonces, padre Abraham, que
mandes a Lázaro a la casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos,
para que les llame la atención, y así no
vengan ellos también a este lugar de tormento.’ Abraham dijo: ‘Ellos
ya tienen lo escrito por Moisés y los
profetas: ¡que les hagan caso!’ El rico contestó: ‘Padre Abraham,
eso no basta; pero si un muerto resucita y se les aparece, ellos se
convertirán.’ Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a
Moisés y a los profetas, tampoco creerán
aunque algún muerto resucite’”.
Rom. 15:25: Pero ahora voy a Jerusalén, a llevar ayuda
a los hermanos de allí”.
1Tim. 5:3: “Ayuda a las viudas que no tengan a
quien recurrir”.
Sant. 1:27: “La religión pura y sin mancha delante de
Dios el Padre es esta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones,
y no mancharse con la maldad del mundo”
Sant. 2:2-6: Ustedes, hermanos míos, que creen en
nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer discriminaciones entre una
persona y otra. Supongamos que ustedes están reunidos, y llega un
rico con anillos de oro y ropa lujosa, y lo atienden bien y le dicen: “Siéntate
aquí, en un buen lugar”, y al mismo tiempo llega un pobre vestido con ropa
vieja, y a este le dicen: “Tú quédate allá de pie, o siéntate en el suelo”;
entonces están haciendo discriminaciones y juzgando con mala intención”
Dt 15:12-15: “Si alguno de tus compatriotas hebreos, sea hombre o
mujer, se vende a ti como esclavo, solo te servirá seis años; al séptimo año lo
dejarás en libertad. Y cuando lo despidas, no lo dejarás ir con las
manos vacías, sino que le darás animales de tu rebaño y mucho trigo
y vino; es decir, compartirás con él los bienes que el Señor tu Dios te haya
dado. No olvides que también tú fuiste esclavo en Egipto, y que el
Señor tu Dios te dio libertad. Por eso ahora te doy esa orden” (Dt. 24).
2.
El texto en nuestro contexto:
Una actualización de estas categorías sociales mencionadas más arriba, nos
permitirá poder identificar a las personas o colectivos destinatarias de la
Buena Noticia de Jesús en nuestro contexto, de pandemia, de transformaciones
sociales y culturales. Los actuales destinatarios y las actuales destinatarias
del mensaje de Jesús podrían ser:
-
Personas
adultas mayores que viven solas o en residenciales, carentes de cuidados y
afectos.
-
Niños,
niñas y adolescentes en situación de calle, bajo explotación laboral o sexual.
-
Enfermas
y enfermos mentales internados y abandonados a la suerte de un sistema de salud
deficitario.
-
Migrantes.
-
Personas
que viven con vih / sida.
-
Personas
privadas de libertad en sistemas carcelarios que no reeducan, deshumanizados y
excluidos por la sociedad.
-
Trabajadoras
y trabajadores sexuales.
-
Colectivo
de la diversidad sexual.
-
Afrodescendientes.
-
Descendientes
de pueblos originarios.
-
Personas
en situación de violencia familiar.
-
Personas
en situación de consumo problemático de
drogas.
Y podríamos seguir agregando a esta lista, personas y colectivos excluidos
y discriminados.
El relato evangélico de hoy está en estrecha relación con la doctrina del
descanso – liberación que trae consigo el Año Santo del Jubileo; para Jesús, la
Buena Noticia tiene que ver:
- con la intervención de Dios
en la historia a favor de las personas oprimidas y excluidas,
- con la humanización del
hombre y de la mujer,
- con vivir la vida en
plenitud,
- con el cumplimiento de las
promesas mesiánicas,
- con revelar - quitar el velo
que impide descubrir- el Reinado de Dios que comienza en nuestra historia.
Jesús continúa hoy invitándonos a descubrir este reinado en medio de
personas y colectivos oprimidos y excluidos (Mt. 4:17), manifestando su poderío
liberador, sanador, consolador e inclusivo (Lc. 4:18-19); hoy continúa
devolviendo dignidad a los hombres y a las mujeres (Mt 8:1-4), venciendo las
parálisis de las personas y los grupos (Mt. 8:5-13; 9:1-8), sanando las heridas
del rencor, de la discriminación, de la xenofobia, de la homofobia y
destruyendo todas las barreras que nos separan y dividen (Mt. 8:16-17),
devolviendo la pureza - dignidad que le es propia a toda persona humana (Mt. 9:20-22),
haciendo visibles a las personas invisibles y permitiendo el reconocimiento de
las personas entre sí (Mt. 9:27-31), devolviendo la palabra a las personas que
fueron silenciadas (Mt. 9:32-33), alimentando a las personas con hambre (Mt.
14:14-21; 15:32-39), incluyendo a todas las personas en una comunidad de
iguales (Jn. 15,14-15).
En cada uno de sus discípulos y en cada una de sus discípulas continúa
recorriendo el campo empobrecido, los asentamientos precarios, los barrios
empobrecidos, las clínicas psiquiátricas, los hogares de ancianos, las
cárceles, las calles oscuras de las
ciudades, los templos vacíos, los lugares de prostitución, los
hospitales con personas infecto contagiosas, las salas de personas con
enfermedades terminales, los lugares de distribución y consumo de drogas…
sintiendo compasión porque todavía son muchas las personas oprimidas y
excluidas en nuestro mundo, porque todavía queda mucho aún por hacer para que
el Reinado de Dios, su Padre, alcance a toda la humanidad (Mt. 9:35-38).
Jesús a través de sus discípulos y sus discípulas (Mt. 9:36-38 cf Lc. 10:1-12)
continúa hoy ofreciendo a todas las personas oprimidas y excluidas consuelo y
liberación.
Buena semana para todos y todas.
+Julio.
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