15º Domingo después de Pentecostés - De monseñores a servidores
15º Domingo después de
Pentecostés.
Lc 14,1.7-14
1. El texto en su contexto
Un día sábado, Jesús fue a
comer a casa de un fariseo donde habían sido invitados otros fariseos
(versículo 1). Ellos eran observantes estrictos de la Ley de Moisés, lo que
nosotros y nosotras llamamos el Antiguo Testamento.
Los versículos 6 al 10 la
liturgia los suprime pero son fundamentales para entender el contexto, en
ellos, Lucas nos relata la sanación de un hombre enfermo, sanación que Jesús
realiza en día sábado, día de reposo donde no se podía trabajar. Los fariseos
invitados lo estaban observando pero no pudieron acusarle de nada pues los
enfrentó con un ejemplo al que no pudieron replicar (cf Mt 12,11; Lc 13,15).
Estos mismos fariseos,
hombres observantes de la Ley, que se consideraban mejores que el resto del
pueblo, que vestían ropas ostentosas y llevaban textos bíblicos colgados a sus
vestidos estaban sentándose a la mesa para comer (versículo 7). Jesús
nuevamente pone otros dos ejemplos, el invitado a la boda que se sienta en los
lugares importantes y se le pide que se retire y lo deje libre para quienes
estaban reservados (versículos 8-9) y el invitado que se sienta en el último
lugar y se le pide que se acerque y ocupe el lugar que tiene reservado más
adelante (versículo 10 cf Prov 25.10). La moraleja de estos dos ejemplos “el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se
humilla, será engrandecido” (Prov 29,23; Mt 23,12; Lc 18,14).
Finalmente, Jesús arremete contra el dueño de casa.
Los invitados a la comida tienen que ser aquellas personas que no pueden
retribuir (versículos 12-14 cf Stgo 2,1-4) porque la recompensa será muy
distinta a ser invitado en forma retribuitiva por quienes fueron invitados
primero.
2.
El texto en nuestro contexto:
¿Cuál es el mensaje del texto de Lucas para nosotros
y nosotras hoy?
En primer lugar, las personas están por encima de la
Biblia (versículos 6-10) en otro lugar, se pone en boca de Jesús: “El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo” (Mc
2,27). Los derechos y la dignidad de las personas no pueden quedar subordinados
a los mandatos, los decretos, los dogmas y las enseñanzas, no importan si son
de una autoridad civil o religiosa.
En segundo
lugar, no hay unos más justos que otros, todas las personas somos iguales ante
Dios (Hch 10,34), todas las personas
somos justificadas por la gracia (Rom
3,24) no por nuestras obras, nuestras palabras, nuestras acciones. Todas las
personas tenemos el mismo derecho a estar sentadas a la mesa en la Fiesta de la
Vida. El acceso al gozo del Reino es un don gratuito de Dios.
En
tercer lugar, cuando hagamos algo, hagámoslo por amor y gratuidad no para ser
retribuidos y retribuidas. La solidaridad es el distintivo de la comunidad
discipular (Hch 2,45; 4,32-37).
¿A quiénes
representan los fariseos hoy?
Sin
lugar a dudas, representan a la clase dirigente de las Iglesias que utilizan la
Biblia para justificar sus acciones; pastores, obispos, presbíteros, diáconos,
religiosos y religiosas fundamentalistas que subordinan al ser humano a las
enseñanzas y tradiciones religiosas. También a quienes mantienen discursos
reformistas, modernos, liberales pero sus acciones demuestran lo contrario:
dicen estar a favor de la ordenación de mujeres pero no tienen mujeres
ordenadas, dicen ser una iglesia inclusiva pero no celebran matrimonios
igualitarios ni ordenan personas gltb. Líderes hipócritas (Mt 23).
¿Quiénes
son hoy los pobres y los enfermos?
Sin
lugar a dudas las personas empobrecidas, las que están en situación de calle,
las que tienen uso problemático de drogas, las desempleadas y subempleadas, las
mujeres migrantes especialmente bolivianas, peruanas y paraguayas que residen
en nuestro país, las personas afrodescendientes, las trans sin lugar a dudas
son las más pobres entre los pobres, las más excluidas entre los excluidos, las
más discriminadas entre los discriminados.
En conclusión, este domingo el Evangelio nos
interpela como iglesia ¿quiénes se sientan a nuestra mesa? ¿Quiénes participan
de nuestra Eucaristía? ¿quiénes forman parte de nuestras comunidades?; nos
interpela como dirigencia eclesial ¿dónde están nuestras prioridades? ¿somos
coherentes entre lo que decimos y hacemos? ¿somos capaces de renunciar a las
cosas superfluas de nuestro ministerio priorizando aquello que es importante?
¿estamos dispuestos a dejar los lugares de honor para que los ocupen los invitados
a la Fiesta (Mt 8,11; Lc 13,29) y ocupar el lugar que nos corresponde como
ministros de la Iglesia de Jesucristo (Mt 20,28; Jn 13)?
Necesitamos
adecuar nuestras pastorales a la radicalidad del mensaje evangélico, nuestra
liturgia a la sencillez evangélica, nuestra vida a la coherencia evangélica.
Tengan todos y todas una buena semana + Julio.
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