12º Domingo después de Pentecostés: Una Iglesia servidora, inclusiva y defensora de los derechos y la dignidad de todas las personas
12º Domingo después de
Pentecostés en el Tiempo de la Iglesia.
Lucas 12,32-48.
1. El texto en su contexto:
El relato evangélico nos
presenta tres escenas.
En la primer escena, Jesús comunica
una buena noticia al pequeño grupo de gente que le seguía, Dios quiso
entregarles el Reino (versículo 32). El Reino no es otra cosa que la presencia
de paz, justicia y solidaridad en las relaciones humanas, donde están estos
valores está Dios (versículo 33). Finaliza la escena con un llamado de
atención, donde pongamos las cosas más valiosas para nosotros y nosotras, allí
estará nuestro corazón (versículo 34). Esta primera escena es común a Mt
6,19-21).
En la segunda escena, Jesús
alerta a poner la atención en la llegada del dueño – señor – amo (versículo 35
cf Mt 13,34-36), porque a quienes encuentre listos él les servirá (versículo
37); recordemos el relato del lavatorio de los pies donde el mismo Jesús sirvió
a su comunidad discipular (Jn 13,1-16); recordemos también su enseñanza sobre
los líderes en la comunidad discipular (Mt 20,6) finalizando con aquella
invitación a imitarle (Mt 20,28). Jesús llama felices, es decir bienaventuradas
aquellas personas que están alertas (versículo 38).
En esta invitación a estar
alertas, pone otro ejemplo, en la vida, las discípulas y los discípulos tiene
que estar alertas como un dueño de casa que no sabe cuándo llegarán a robarle
(versículo 39), alertas para recibirle a él (versículo 40 cf Mt 24,43-44; 1Ts
5,2; 2Pe 3,10; Ap 3,3; 16,15).
En la tercera escena, Pedro
pregunta a Jesús si lo que dijo era para la comunidad discipular o para el
resto de la gente (versículo 41). Jesús como buen Maestro no le dio la
respuesta sino que lo hizo pensar planteándole un nuevo ejemplo, el mayordomo
fiel y el mayordomo infiel (versículos 42-48), finalizando con otra frase que
nos debe hacer pensar mucho sobre nuestro rol: “A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho;
a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más”.
2. El texto en nuestro contexto:
La lectura de este relato
evangélico nos conforta y nos llena de confianza y esperanza. Dios quiso
hacernos partícipes de la vida divina, una vida de comunión y solidaridad
(versículos 32-34), que comienza aquí y ahora, en este mundo que conocemos, en
el que identificamos el individualismo, el consumismo, la desigualdad, la
exclusión … pero que puede transformarse en otro mundo posible, donde las
personas tengamos derechos y dignidad, todas por igual.
La frase que el evangelista
Lucas pone en boca de Jesús: “donde
esté la riqueza de ustedes, allí estará
también su corazón” (versículo 43) es el desafío a romper con
el individualismo y a construir comunidad, a abandonar el pesimismo y a vivir
en alegría, a dejar de creer en el “no se puede” y constatar que las utopías
son posibles. En la comunidad discipular comienza a gestarse otro tipo de
relaciones, justas, equitativas y solidarias que hacen posible otra iglesia,
otra sociedad, otro mundo. Pero para ello necesitamos creer que es posible,
necesitamos creer en nuestras posibilidades de transformar, necesitamos creer
con el corazón, no con la razón, en el mensaje escandaloso y revolucionario de
Jesucristo.
En la comunidad
discipular no somos muchas personas, no todos los cristianos y todas las
cristianas han entendido el mensaje de Jesús, somos un pequeño rebaño, pero
tenemos la inmensa responsabilidad de llevar adelante la misión que Jesucristo
nos confía, hacer visible el Reinado de Dios en las relaciones humanas. Tenemos
que ser como la levadura en la masa (Mt 13,13). Dar testimonio a otras
personas, invitarlas a confiar y a creer que es posible transformar este mundo,
esta sociedad y esta iglesia.
A nosotras y nosotros,
pocas personas, Jesucristo nos confía el mayor mensaje que la humanidad ha oído
a través de todos los tiempos: todas las personas son dignas, todas las
personas son iguales, todas las personas tienen los mismos derechos, todas las
personas son imagen y semejanza de Dios (Gn 1,28). Si esta certeza es la mayor
riqueza que la comunidad discipular tiene, entonces, su testimonio será
convincente, su acción será comprometida, su vida será radical.
La misión no es fácil.
Tenemos que estar alertas. No sabemos cuándo el Señor estará presente entre
nosotros y nosotras (versículos 35-40) pero no nos dejó en soledad con la
incertidumbre de su llegada, nos entregó algunas pistas para reconocerle (Mt
25,35-36). Cada vez que una persona es vulnerada en sus derechos y su dignidad
Él está presente, Él está llegando. Cada vez que el sistema político –
económico o el sistema socio culturar – religioso juzga, condena, excluye, invisibiliza,
silencia a una persona Él está presente, Él está llegando.
El desafío de estar alertas
es también un desafío a romper los moldes culturales y religiosos, a acoger a
las personas excluidas, a sanar a las personas heridas, a liberar a las
personas oprimidas. Es una invitación a servir siguiendo su ejemplo (Mc 10,45);
un servicio que se caracteriza por anunciarles la buena noticia de Dios (Mc
1,1); por liberarles de todas sus ataduras religiosas (Mc 1,21-27); por sanarles
de todas sus heridas, enfermedades y dolores (Mc 1,29-34); por limpiarles de
toda las culpas que la sociedad deposita en ellas (Mc 1,40-44); por romper con
las parálisis que les detienen de caminar hacia la dignidad (Mc 2,1-12); por
devolver la voz a quienes estaban silenciados y silenciadas (Mc 7,32-37).
La Iglesia de Jesucristo
sólo será reconocida como verdadera en la medida que sea la Iglesia del servicio,
la Iglesia de la inclusión, la Iglesia de la dignificación de todas las
personas. El liderazgo eclesial, quienes ocupamos funciones de diaconado,
presbiterado y episcopado tenemos la inmensa responsabilidad de realizar en
primer lugar esta tarea de servicio a la iglesia, a la sociedad y al mundo y de
ello se nos pedirá cuentas (versículo 48b); porque la Iglesia de Jesucristo se
gesta y se realiza en el servicio a las personas excluidas siguiendo las
enseñanzas y el ejemplo de su Maestro y Señor.
Buena semana para todos y
todas + Julio.
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