Cuarto domingo de Cuaresma: La historia del Padre Bueno





Cuarto domingo de Cuaresma

Ciclo C
Josué 5,9-12
2 Corintios 5,17-21
Lucas 15,1-3.11-32


1.    Los textos en sus contextos


El libro de Josué nos sitúa en la celebración de la primera Pascua, habiendo tomado, el pueblo hebreo, posesión de la tierra prometida (versículo 10); era el mes de Nisán, para nosotros marzo – abril (Dt 16,1 cf Ex 12,2; Jos 4,19) y la celebraron en la tarde (Ex 12,6; Dt 16,6), en los llanos de Jericó y no en el santuario de Guilgal, porque se trataba de una celebración familiar (Ex 12,3-4).

Al día siguiente, el pueblo comenzó a alimentarse de los frutos que se producían en la tierra prometida, por lo tanto no necesitó más de la asistencia de Dios a través del maná para que sobrevivieran (versículos 11-12 cf Ex 16). Aquí finalizó el período del éxodo, la travesía por el desierto; el pueblo estaba siendo testigo del cumplimiento de la promesa que Dios había hecho a sus padres antiguamente.

La segunda Carta de Pablo a la Iglesia de Corinto nos presenta el alentador mensaje de la reconciliación con Dios. Las discípulas y los discípulos de Jesús, por el sacramento del Bautismo nos hemos unido a Él transformándonos en una nueva creación (versículo 17 cf Gal 6,15; Tit 3,5; 1Pe 1,3.23).

En el mundo griego se creía que cuando Dios se enemistaba con la humanidad, era ésta quien debía reconquistar la amistad de Dios; sin embargo, Pablo, desarrolla conceptos que están presentes en el Antiguo Testamento, la humanidad, por sí sola, no puede reconciliarse con Dios, necesita de un Mediador, afirmando que el mismo Dios, es quien realiza la reconciliación por medio de Jesucristo (versículo 18 cf Rom 5,10; Ef 2,12-16; Col 1,20-21) y nos confía la misión de anunciar al mundo esta nueva relación entre la Divinidad y la Humanidad.

La acción reconciliadora se realiza por medio de Jesucristo y alcanza a toda la humanidad, sin importar su pecado, sin excepción de personas y la Iglesia es testigo de ello (versículo 19).

La Iglesia tiene la misión, recibida de Dios, de anunciar a todo el mundo, es decir, a todas las personas, en todos los lugares del planeta, cualquiera sea su situación, que Dios le ofrece su amistad incondicionalmente (versículo 20).

Si bien Jesucristo no desobedeció a Dios haciéndose pecador (Heb 4,15; 1Pe 2,22; 1Jn 3,5), asumió las faltas, las imperfecciones, las culpas de toda la humanidad (cf Is 53,6-9; Rom 8,3; Gal 3,13), para justificarnos a nosotros y nosotras (Rom 1,17; 3,2; 5,15-21; Fil 3,9). Es Dios quien nos hace justos, reestableciendo los vínculos de amistad e invitándonos a vivir en plenitud la nueva creación (versículo 21 cf Rom 3,21-27; 5,1-2; 8,1-4).

El evangelio de Lucas nos presenta para la reflexión, una de las tres parábolas de la misericordia, la parábola del Padre Bueno (15,11-32). El contexto en el que Jesús pronuncia las tres parábolas de la misericordia es muy significativo, afirma el evangelista, que “pecadores y gente de mala fama se acercaba a Jesús” (versículo 1) y “los fariseos y maestros de la ley lo criticaban por ello” (versículo 2). Estos hombres religiosos, consideraban “pecadores” a quienes no interpretaban las Escrituras como ellos o realizaban trabajos que según las Escrituras eran poco honrosos (Mt 9,10).

La parábola presenta tres personajes. El hijo menor que recibe un tercio de la herencia del padre y la derrocha en malas acciones y una vez que lo ha perdido todo decide regresar a la casa paterna y pedir perdón (versículos 12-21). El hijo mayor que se queda en la casa paterna y al enterarse del retorno de su hermano menor y de la fiesta organizada por su padre no quiere entrar (versículos 25,30). Y el Padre bueno, un hombre que ama entrañablemente a sus dos hijos; cuando a lo lejos ve retornar a su hijo menor, no espera que éste llega sino que corre a su encuentro, restituyéndole los símbolos de su categoría de hijo, el anillo signo de autoridad y las sandalias signo de hombre libre y hace una fiesta para celebrar (versículos 20-24); cuando el hijo mayor no quiere entrar a la casa porque había acogido al hijo menor, el Padre bueno sale para explicar sus acciones al hijo mayor y rogarle que entrara y celebrara (versículo 29).

Con esta historia, Jesús pone de manifiesto la actitud prejuiciosa de los fariseos y maestros de la ley, dirigentes religiosos que se jactaban de cumplir las Escrituras (versículo 31), resaltando la bondad y misericordia de un Dios que se goza por cada hijo e hija que tiene, aunque no cumpla estrictamente las Escrituras (versículo 32 cf 3-7).


2.    Los textos en nuestro contexto:


Jesucristo, único Mediador entre Dios y la Humanidad (1 Tim 2,5), el rostro visible de Dios invisible (Col 1,15), en quien reside toda la plenitud de la Divinidad (Col 1,19) lo reconcilió todo, a todos y todas (2 Corintios 5,17-21), restableciendo la paz (Col 1,20) entre Dios y el universo creado.

Jesucristo nos enseña que Dios es un Padre Bueno que acompaña la historia de la humanidad, asistiéndola cada vez que ésta lo necesita y cumpliendo sus promesas, a su debido tiempo (Jos 5,9-12).

Jesucristo nos enseña que Dios sale al encuentro de todos sus hijos y todas sus hijas; de quienes consideran que realizan su voluntad y se permiten juzgar a sus hermanos y hermanas, atribuyéndose el hablar en nombre de Dios y de quienes llevan “una mala vida” (Lc 15,1) y son juzgados y condenados por sus hermanas y hermanos. A nadie le pide cuentas de sus actos, simplemente les invita a la fiesta del reencuentro (Lc 15,32). En su libertad, los unos y los otros, las unas y las otras, aceptan la invitación o la rechazan.

La Iglesia, continuadora de la obra de Jesucristo, es enviada al mundo, no para juzgar y condenar en nombre de Dios, sino para anunciar que Dios es un Padre Bueno que desea que todos sus hijos e hijas participen de la fiesta de la vida, que no condena a nadie a quedar fuera de esa fiesta; el estar fuera o dentro, es una decisión de cada uno y cada una.
Pobres cristianos y cristianas que juzgan en nombre de Dios. Pobres cristianos y cristianas que se creen en la verdad. Pobres cristianos y cristianas que se atribuyen el juicio, culpabilizando a sus hermanos y hermanas.

La Iglesia que esto practica, ha decidido, como el hijo mayor, quedarse fuera de la fiesta y de la casa paterna.

La Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana cree y enseña lo que ha recibido de Jesucristo a través de los Evangelios, que Dios sale al encuentro de sus hijos e hijas, les abraza y les besa, les restituye sus derechos y su dignidad, basta que acepten entrar a la fiesta, en la casa paterna, sabiendo que nadie está ahí por mérito propio, sino que es una acción de la gratuidad divina.

Es por ello, que abrimos nuestras puertas y tendemos nuestra mesa, para que puedan experimentar el amor de Dios, todas las personas que el sistema religioso condiciona, cuestiona, rechaza, condena; son bienvenidas las personas divorciadas, las que abortaron, las que conviven sin estar casadas, las heterosexuales, las bisexuales, las trans, los gays, las lesbianas, las trabajadoras y trabajadores sexuales, quienes están en situación de calle, quienes tienen uso problemático de drogas, quienes tienen enfermedades mentales, quienes viven con vih … todas las personas que no han recibido de las Iglesias el mensaje de que Dios es un Padre Bueno y han sido cuestionadas por éstas, vengan porque Dios las ama entrañablemente y las recibe en su casa, sana sus heridas, perdona sus culpas, restablece su dignidad, rompe sus ataduras dándoles libertad, alivia sus vidas. Este, es el Dios revelado por Jesucristo.

Este cuarto domingo de Cuaresma, nos pone de cara, nuevamente, a nuestro compromiso bautismal; no podemos vivir en la mediocridad, el Evangelio de Jesucristo nos interpela frente a los nuevos desafíos de la sociedad y la cultura; cuando miles de personas son dejadas fuera del sistema religioso, porque viven de una forma diferente, a como sus líderes interpretan las Escrituras, nosotros y nosotras, la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana decimos: vengan a disfrutar de la fiesta que Dios les tiene preparada!

Buena semana para todos y todas +Julio.






Comentarios

  1. Hola hermanos. Descubrí con mucho gusto esta Iglesia que ustedes tienen, auténtica y enraizada de verdad en el Evangelio de Cristo Jesús. Cuenten conmigo como un aliado más. Mi Facebook al que los invito es: Con Juan Mateos. Saludos. Angel.

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