Inicio de la Cuaresma: “Catequesis sobre las exigencias del Bautismo en las discípulas y los discípulos de Jesús”
Presentación:
Tengan mucha paz.
Quiero dirigirme a todas y todos,
miembros de la Iglesia Antigua - Diversidad Cristiana de Montevideo y Colonia
en Uruguay, Córdoba y Mendoza en Argentina, aspirantes en Colombia, México y
Nicaragua; comunidad virtual extendida en diversos países de los cinco
continentes, quienes nos siguen a través del blog[1]
con más de 245.000 visitas en poco más de 5 años; y del facebook, con más de 1500
amigos y amigas de las Américas y Europa. Les vuelvo a repetir, a todos y a
todas: mucha paz!
Esta catequesis
la compartí por primea vez en el año 2013. Ahora, un tiempo después, releída y
reflexionada, cuenta con aportes que puedan contribuir a la experiencia de fe
de quienes nos acompañan en el camino del discipulado. No es para ser leída
rápidamente. Les propongo utilizar la Biblia para ir a cada una de las citas
que se proponen. Ellas son las que fundamentan la catequesis.
Iniciamos un
nuevo período cuaresmal.
En el año 2012
decíamos que “este tiempo de cuarenta días, que van desde el Miércoles de Cenizas hasta
la Pascua, tiene su origen en una costumbre de la Iglesia de los primeros
siglos, donde las personas que iban a ser bautizadas en la Pascua, se
preparaban durante un tiempo previo, tiempo que fue variando con el paso de los
siglos”[2] .
Cuatro años después,
con el convencimiento de que el Bautismo es una experiencia radicalmente
fundante, en la experiencia de fe cristiana, les propongo retomar la reflexión,
desde una perspectiva, personal y comunitaria, para llegar a la Vigilia Pascual,
donde renovaremos el compromiso bautismal, con un claro posicionamiento sobre
lo que significa estar bautizado y bautizada, especialmente para nosotros y
nosotras, en el siglo XXI, con todos los desafíos que ello conlleva.
A lo largo de estas
páginas, recorreremos las Sagradas Escrituras, los escritos del cristianismo
antiguo, de los Padres y la teología contemporánea, esperando proporcionar
herramientas para profundizar la vivencia cuaresmal y llegar a la Vigilia
Pascual, dispuestas y dispuestos a renovar el compromiso bautismal.
Bautismo, proviene del término latino "baptismus", que a su vez, proviene del vocablo griego “βάπτισμα” que significa sumergir, lavar, limpiar. A lo largo de la historia se han hecho diversas conjeturas en cuanto al origen cristiano del Bautismo, refiriéndolo a los lavados ceremoniales judíos (Ex. 40,12; Lev. 8,6; 13,6; 14,4-9), los ritos de purificación del Qumrán (cf. 1QS 4. 21; 1QH 3. 29ss), o el bautismo de Juan (Mt 3.1-12; 21.25; Jn 1.25-27; 3.22-23; Hch 18.25). Seguramente, éste último es la referencia más segura, en materia de antecedente a nuestro bautismo cristiano.
Así como Juan fue el precursor de Jesús, el
bautismo joánico podríamos considerarlo el precursor del bautismo cristiano; de
hecho, parte de los primeros discípulos de Jesús, seguramente fueron bautizados
por Juan en el río Jordán (Jn. 1.35–42); también parecería que Jesús al
comienzo de su ministerio o algunos de sus discípulos, habrían continuado la
práctica bautizadora de Juan (Jn. 3,22-26; 4,1ss).
1- Rituales de “lavados” en contextos
religiosos no cristianos:
Pareciera que algunas religiones encuentran en
el agua elementos purificadores. En el hinduismo tiene atributos purificadores.
En el judaísmo, la ablución[3] es un
ritual de purificación que puede desarrollarse parcial, por ejemplo el lavado
de manos, o total, por ejemplo sumergiendo todo el cuerpo. En el islám existen
dos tipos de ablución, wudu es una
ablución parcial, implica el lavado de manos, cabeza, boca y pies; y glushi que es una ablución total.
Todas estas prácticas implican la purificación,
algo que también estuvo muy presente en el cristianismo primitivo, pero que
progresivamente fue quedando de lado.
2- El Bautismo en las Sagradas
Escrituras:
El judaísmo, practicaba lavados rituales (Lv.
11,32.40; 14,8-9; 15,3-13) y utilizaba la circuncisión, como un rito de
iniciación, para la incorporación de nuevos miembros varones al pueblo elegido,
como señal de ser propiedad de Dios, rescatado de la esclavitud y con quien
celebró Alianza (Gn. 17,9-14; Ex. 4,25; 12,42; Nm. 9,4; Jos. 5,2).
Ya los profetas anunciaron una purificación en
los tiempos mesiánicos (Ez. 36,25; Za. 13,1; Is. 4,4) y Pablo planteó la perspectiva
de la circuncisión no solo en el cuerpo sino como una actitud de vida (Rom.
2,28-29).
El bautismo de Juan era
de arrepentimiento (Mt. 3,11; Mc. 1,4; Hch. 13,24; 19,4), quienes se bautizaban
expresaban su arrepentimiento (Mt. 3,6; Mc. 1,5) y su deseo de obtener el
perdón. Era también un gesto preparatorio y simbólico del inminente juicio Divino
(Mt. 3,10.12: Lc. 3,9.17 cf. Is. 4,4; 30,27ss; 43,2; Dn. 7,10). Conocemos sobre los baños rituales que
tomaban los esenios por la descripción que de ellos se hace en la obra de
Flavio Josefo[4],
en el Documento de Damasco[5] y en
los escritos del Mar Muerto[6]. Es
posible que Juan hubiese tenido contacto con la comunidad esenia y haya sido
influenciado por ella, pero los esenios de Qumrán no consideraban el baño como
rito de iniciación; por eso, aunque las semejanzas pueden explicarse por
mediación de los mismos textos proféticos, no permiten deducir una dependencia
entre el bautismo de Juan y los ritos esenios.
También el bautismo cristiano
comenzó siendo una expresión de arrepentimiento y fe (Hch. 2,38.41; 8,12ss;
16,14ss.33ss; 18,8; 19,2ss) que se administró desde el principio “en el Nombre
de Jesús” (Hch. 2,38; 8,16; 10,48; 19,5) indicando probablemente que la persona
que se bautizaba se veía como representante de Jesús exaltado (Hch. 3,6.16;
4,10; 9.34), o que entendía su bautismo como su acto de entrega al discipulado
de Jesús (1Co. 1,12–17), pasando a ser el rito de ingreso o iniciación a la
nueva secta de quienes invocaban el nombre de Jesús (Hch. 2,21.41; 22,16; cf.
Rom. 10,10–14): “los nazarenos”; evolucionando años después a un bautismo
trinitario (Mt. 28,19); la presencia del Espíritu Santo en la persona bautizada
resultaba fácilmente discernible por sus efectos en su vida cotidiana (Hch.
1,5; 2,4; 2,38; 4,31; 8,17ss; 10,44–46; 11,15–17).
El
bautismo cristiano, símbolo del Misterio Pascual de Jesús (Mc. 10,38) y del don
del Espíritu Santo (Mt. 3,11; Hch. 1,5), fue ordenado por el propio Jesús
Resucitado (Mt. 28,19) y realizado por la comunidad de discípulos y discípulas
(Hch 2,38-41; 8,36-38; 9,18; 10,47-48; 1Co 1,14-16) en relación con el perdón
de los pecados (Hch. 2,38; 22,16), en relación con el don del Espíritu Santo
(Hch. 2,38; 19,5), en relación con la salvación (Hch. 16,30-33; 1Pe. 3,21), en
relación con la unión en Cristo (Rom. 6,3-4; Gal. 3,27) y con su misterio pascual (Rom. 6,4; Col.
2,12) y como incorporación a su cuerpo místico (1Cor. 12,12-13): la Iglesia.
3- El Bautismo en la Patrística:
3.1.
El bautismo en los escritos
cristianos antiguos:
a-
La Didajé
El
texto más antiguo no canónico, se estima que de mitad del siglo I, incluso
anterior a algunos libros canónicos del Nuevo Testamento, dedica el capítulo
VII a pautar el bautismo: ayuno, enseñanza, invocación trinitaria, inmersión en
agua y si no se pudiese derramar sobre la cabeza de, el catecúmeno o la
catecúmena:
"Respecto
al bautismo, bautizad de la manera siguiente (después de haber enseñado todo lo
que precede), bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
en el agua viva. Si no hay agua viva, bautícese en otra agua y, a falta de agua
fría, en el agua caliente. Si no tienes bastante ni de la una ni de la otra,
derrama tres veces sobre la cabeza 'en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo"
b- La carta de Bernabé y el Pastor de Hermas
Entienden
el bautismo como un paso de la muerte a la vida, dejando la antigua vida en la
inmersión y recibiendo la nueva vida al emerger:
"Al renovarnos mediante la remisión
de los pecados, el Señor nos ha moldeado hasta el punto de que tenemos alma de niños pequeños, como si él nos hubiese
creado de nuevo, pues es de nosotros de quien habla la Escritura cuando Dios
dice a su Hijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza "(Carta de Bernabé 1,26).
"A los demás hombres que habían
traído sus ramos reverdecientes y llenos de retoños, pero sin frutos, el ángel
los enviaba también a la torre, después de haberlos marcado con una señal. Los
que iban a la torre llevaban todos las mismas vestiduras, blancas como la
nieve. En cuanto a los hombres que habían devuelto sus ramos verdes y como los
habían recibido, también los hizo entrar en la torre, después de haberles dado
vestiduras y una señal" (Pastor
de Hermas)
3.2.
El bautismo en los Padres:
a-
Justino
Describe el bautismo en su
tiempo por inmersión e invocando la fórmula Trinitaria teniendo como efectos:
a) el perdón de los pecados, aspecto que señalan también Arístides (Apología, 17,4)
y Teófilo (Ad Autol., II,16), b) la
regeneración, recreación e iluminación:
"Aquellos que creen en la verdad de
nuestra enseñanza y de nuestra doctrina, prometen primeramente vivir conforme a
esta ley. Entonces les enseñamos a orar y a pedir a Dios, en ayuno, el perdón
de los pecados, y nosotros mismos oramos y ayunamos juntamente con ellos.
Después los llevamos a un lugar en que haya agua, y allí, de la misma manera
que nosotros mismos hemos sido regenerados, a su vez, en el nombre de Dios
padre y señor de todas las cosas, y de Jesucristo nuestro salvador, y del
Espíritu Santo, son lavados entonces en el agua... Esta ablución se llama
iluminación porque quienes reciben esta doctrina tienen el espíritu lleno de
luz. Y por eso en nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo el poder de
Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo, que predijo por medio de los
profetas toda la historia de Jesús, es lavado aquel que es
iluminado".
b-
Irineo
Describe el bautismo como el
nuevo nacimiento:
"Cuando el Espíritu de Dios
mezclado al alma se une a la carne, entonces, a causa de la efusión del
Espíritu, el hombre llega a ser espiritual y perfecto, y entonces es la imagen
y semejanza de Dios" (Adv. Haer.
V,6,1).
"Ahora recibimos una parte del
Espíritu para perfeccionarnos y prepararnos a la incorruptibilidad,
acostumbrándonos poco a poco a recibir y a llevar en nosotros a Dios" (Adv. Haer. V,8,1).
c- Clemente de Alejandría
Presenta el bautismo de Jesús como profecía del bautismo cristiano y ubica a Cristo como modelo a seguir por los discípulos y las discípulas[i]; tiene como efecto la regeneración en cuanto libera de la muerte produciendo vida eterna:
"Pues bien, lo mismo sucede con nosotros, cuyo
modelo fue el Señor. Al ser bautizados se nos ilumina; al ser iluminados, se
nos hace hijos; al convertirnos en hijos, se nos torna perfectos; una vez
hechos perfectos, recibimos la inmortalidad. Esta operación recibe múltiples
nombres: carisma, iluminación, perfección, baño. Baño por el cual somos
purificados de nuestros pecados, carisma por el cual se perdonan los castigos
merecidos; iluminación en la cual contemplamos la bella y santa luz de la
salvación, es decir, de la cual penetramos con la mirada en lo divino;
perfección porque, en efecto, nada le falta a quien ha conocido a Dios, pues
sería absurdo dar el nombre de carisma de Dios a un don incompleto. Además, la
liberación del mal es principio de salvación" (Pedagogo I,6,25,3).
d-
Orígenes
Plantea que el bautismo encuentra su cumplimiento y su
significado en la encarnación. Cristo es el sacramento de Dios que se prolonga
en el sacramento de la Iglesia, es el agua verdadera que da la salvación. El agua bautismal, sobre la que ha sido
invocado el Nombre Divino, es principio y fuente de todas las gracias y de la
vida espiritual, que es el desarrollo de la gracia bautismal. Recurre a los
libros del Éxodo y Números, los cuales aportan imágenes de la partida y del
tránsito, de la marcha y del viaje que llevan desde la esclavitud en Egipto
hasta la tierra de la Promesa.
e-
Tertuliano
Escribe un tratado sobre el bautismo en dos partes, la
primera responde a los gnósticos explicando el simbolismo del agua (3-6), el
rito bautismal (7-8) y la tipología bíblica (9); en la segunda parte plantea
diversas cuestiones teológicas (10-16) y disciplinarias (17-20).
"Si
Dios ha utilizado esta materia (agua) en toda su obra, también la ha hecho
fecunda cuando se trata de sus sacramentos: si el agua preside la vida en la
tierra, la procura también para el cielo" (3,6).
"Después
de la renuncia a Satanás somos sumergidos en el agua, respondiendo además lo
que el Señor ha precisado en el Evangelio" (la confesión Trinitaria). (De Corona, 3).
La
patrística, nos proporciona también las catequesis de Cirilo de Jerusalén,
Teodoro de Mopsuestia, Juan Crisóstomo, Ambrosio de Milán y Agustín de Hipona sumamente
ricas en la explicación de los ritos y la tipología bautismal poniendo de
relieve la formación de los nuevos discípulos y discípulas en la comunidad
eclesial. Estos Padres desarrollan ampliamente el rito de la preparación
(inscripción, exorcismo y catequesis diaria durante la Cuaresma, finalizando en
la vigilia pascual con la renuncia al mal y la profesión de fe):
"La persona encargada escribe tu
nombre en el Libro de la Iglesia, añadiendo el nombre del testigo o padrino.
Cuando se celebra un juicio, el acusado debe estar de pie. Tu tendrás, por
tanto, la mirada abajo y las manos extendidas en actitud de oración" (Teodoro de Mopsuestia, Hom. Ct. XII,1).
"Recibe con celo los exorcismos,
son para tí saludables. No olvides que tu eres un oro adulterado y falsificado;
nosotros procuramos purificar ese oro. Y lo mismo que sin fuego el oro no puede
ser purificado de su escoria, así el alumno no puede ser purificado sin los
exorcismos” … "De nuevo os ponéis de pie sobre los cilicios, descalzos,
despojados de vuestra vestidura exterior y con las manos extendidas hacia Dios,
en actitud de oración. Después os arrodilláis conservando erguido el resto del
cuerpo, y decís: Yo renuncio a Satanás, a todos sus ángeles, a todas sus obras,
a todo su culto, a toda su vanidad y a todo extravío secular, y me comprometo
por voto a bautizarme en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo" … "El catecúmeno, de pie, está orientado hacia occidente,
porque el occidente es el lugar de las tinieblas; vosotros, al volveros
simbólicamente a oriente, renunciáis a ese lugar tenebroso y oscuro" (Cirilo
de Jerusalén XXXIII,1069,A).
"Cuando hayas renunciado a Satán y
roto el antiguo pacto con el Hades, entonces se abrirá ante tí el Paraíso de
Dios, el mismo que El plantó en oriente y de donde fue arrojado nuestro primer
padre a causa de su desobediencia. Y tu, para simbolizar esto, te vuelves de
occidente a oriente, que es la región de la luz" (ib).
y
el rito bautismal (despojo de los vestidos, unción, inmersión y emersión con la
invocación Trinitaria, imposición de las vestiduras blancas, la signación y la
crismación):
"Apenas entrados en el bautisterio,
se despojan de sus vestiduras como signo de desnudarse del hombre viejo y de
sus obras"… "Es preciso que se
te quite el vestido, signo de mortalidad, y que, por el bautismo, revistas la
túnica de incorruptibilidad" (Teodoro
de Mopsuestia: XIX,8).
"Despojados de vuestras vestiduras,
habéis sido ungidos con el óleo exorcizado desde la extremidad de los cabellos
de vuestra cabeza hasta los pies, y os habéis hecho partícipes del verdadero
olivo, que es Jesucristo. Separados del olivo silvestre e injertados en el
olivo auténtico, os habéis hecho partícipes del óleo verdadero. Por la
invocación de Dios y la oración, el óleo adquiere no sólo la virtud de
purificar todo vestigio de pecado, sino también de auyentar todas las potencias
invisibles del maligno" (Cirilo
de Jerusalén, obra citada).
"Fuisteis después llevados a la
santa piscina del divino bautismo, igual que Cristo fue bajado de la cruz y
puesto en la sepultura preparada de antemano. Cada uno fue interrogado en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pronunciasteis la confesión
saludable y por tres veces fuisteis sumergidos en el agua y de ella salisteis,
aludiendo así la imagen a los tres días de la sepultura de Cristo. Por esta
acción habéis muerto y nacido, y el agua salvífica ha sido para vosotros a la vez
sepultura y seno materno" (Cirilo
de Jerusalén, obra citada)
"Desde
que subiste del bautismo llevas una vestidura resplandeciente, símbolo del
mundo luminoso, del género de vida a que has pasado en figura. Cuando recibas
realmente la resurrección y te revistas de inmortalidad e incorruptibilidad ya
no tendrás necesidad de tales vestiduras" (Teodoro de Mopsuestia, obra citada).
"Como si Adán viviera todavía en
cada uno de nosotros, vemos nuestra naturaleza envuelta en estas túnicas de
piel y en estas hojas caducas de la vida terrena que, al despojarnos de nuestras
vestiduras de luz, nos cosimos a nosotros mismos, revistiéndonos de las
vanidades, los honores, las breves satisfacciones de la carne, en lugar de
nuestras vestiduras divinas"; y más adelante continúa: "la envidia
del demonio nos apartó del árbol de la vida y nos despojó de las vestiduras
sagradas, para vestirnos de vergonzosas hojas de higuera" (Gregorio de Nisa)
"Nos ha enseñado a marcar con la
señal de la cruz a los que ponen su esperanza en el nombre del Señor" (Basilio cita la señal de la cruz como una de las
tradiciones que se remontan a la época apostólica).
"Por esta señal, el catecúmeno es
recibido en la comunión de los que han merecido la deificación y constituyen la
asamblea ante los santos" (el
Pseudo Dionisio puso de relieve este aspecto en Antioquía).
"Esta marca que has recibido es la
señal de que has sido ya distinguido como oveja de Cristo, como soldado del Rey
del Cielo... El soldado que a causa de su estatura y dotes físicas parece digno
de ser elegido para el servicio del imperio, recibe en la mano una marca que
indica a qué rey sirve; así tú ahora, por haber sido elegido para el Reino del
Cielo, llevas visible la marca que te distingue como soldado del Rey del
Cielo" (Teodoro de Mopsuestia).
"Es un don de Cristo y del Espíritu Santo, que
obra por la presencia misma de su divinidad" (Cirilo de Jerusalén, Cat 21,3).
4- Teología del Bautismo:
Como
enunciamos más arriba, el Bautismo, como acción de lavar o sumergir en agua, ha
sido utilizado desde los primeros días del cristianismo (Hch. 2,41) como rito
de iniciación.
El
mismo Jesús, tanto por precedente (Mt. 3,13) como por mandamiento (Mt. 28,19)
dio autoridad a sus discípulos y discípulas para guardarlo. Es practicado por
todo el cristianismo.
Para
comprender el significado del Bautismo, encontramos la clave en tres textos de
las Sagradas Escrituras: el diluvio (Gn. 7,6 - 8,22; cf 1Pe. 3,19 ss), el Mar
Rojo (Ex. 15,21-31; cf 1Co. 10,1 ss), y la circuncisión (Gn. 17,1-21; cf Col.
2,11 ss). Todos estos acontecimientos hacen referencia al pacto divino. Los
acontecimientos del diluvio y el paso por el Mar Rojo se asocian más a la
muerte y resurrección, es decir, la participación en el Misterio Pascual de
Jesús el Elegido de Dios, mientras que el acontecimiento de la circuncisión se
asocia más pacto divino – humano.
Según
Pablo, nos identificamos con Jesús, en su muerte, sepultura y resurrección, por
medio de la fe y el arrepentimiento. Únicamente quien escucha la Palabra por
medio de la catequesis, cree verdaderamente en lo que allí se anuncia, confiesa
que Jesús es el Señor y solicita el bautismo, es capaz de comprender las
exigencias bautismales; y por lo tanto arrepentirse dejando atrás la vida vieja
para asumir una nueva vida en el discipulado (Rom. 6).
Todos
los escritos del Nuevo Testamento se refieren a bautismo de creyentes; personas
a las cuales se les anunció la Buena Noticia, creyeron en lo que se les
anunciaba, se arrepintieron de su vida pasada y ajustaron sus vidas a la
novedad del Evangelio. Este no es un proceso mágico sino desencadenado por el
anuncio de la Palabra. El rito bautismal
es la aceptación, por parte de la persona creyente, de este proceso
catecumenal, por el cual pasa a integrar la comunidad de las personas
renovadas, que es la Iglesia.
El
requerimiento esencial, para recorrer este camino del catecumenado e ingresar a
la comunidad cristiana es la fe personal (Hch. 8,37).
El
Bautismo, proporciona la membresía eclesial. La persona creyente que recibe el
Bautismo se incorpora a la Iglesia, donde todos los miembros poseen el mismo
status, aunque los dones sean diferentes, participando de los diversos
ministerios eclesiales (1Co. 12,1-31; Rom. 12,3-8). Las bautizadas y los
bautizados participamos de la misión de la Iglesia en el mundo, hacer presente
las palabras y las obras de Jesús en medio de la sociedad y la cultura.
5- Aspectos pastorales sobre el Bautismo:
El
Bautismo, normalmente es administrado por el ministerio público de la Iglesia,
es decir por personas ordenadas, diáconos (as), presbíteros (as) u obispos (as).
Sin embargo, ya en la antigüedad personas laicas lo administraron cuando no
habían, por diversas circunstancias, ministros o ministras. La práctica fue
defendida ya en tiempos de Tertuliano (aproximadamente 160 a 220 dC) sobre la
base de lo que se recibía podía ser comunicado, que el sacramento era más
importante que quien ministraba, y que la regla de amor lo permitía. Lutero
(1483 – 1546) aprobó la práctica, entendiendo que en ella se ejercía el
sacerdocio universal. La Iglesia medieval también aprobó la práctica, aunque
estableció un orden de precedencia.
El
Bautismo, normalmente es administrado a personas creyentes, es decir que han
transitado un proceso de catecumenado, al que hicimos referencia más arriba.
Pastoralmente,
no recomendamos el bautismo de niños y niñas. En otros tiempos, la Iglesia
bautizó a los niños y las niñas de personas cristianas profesas; sin embargo,
en la actualidad, el rito bautismal se ha transformado en evento social, que
nada tiene que ver con su significado, donde personas adultas que no practican
la fe cristiana, aunque sean bautizadas, solicitan el bautismo para sus niños y
niñas y se comprometen a educarles en la fe, una fe que no practican.
Pastoralmente,
recomendamos el bautismo para aquellas personas que lo soliciten, sabiendo que
son responsables de sus actos, y que el sistema de justicia civil así lo
determina. Esto asegura, que quien reciba el bautismo es capaz de expresar una
fe y una confesión personal y asumir las exigencias que el sacramento de
Bautismo propone.
Pastoralmente,
sugerimos en lugar del bautismo, un rito de presentación del niño o niña a la
comunidad eclesial, de oración sobre el niño o niña y de bendición.
Posteriormente, en la medida que vaya creciendo, en edad y en experiencia de
fe, y llegado el momento en que solicite el Bautismo, habiendo cumplido con los
requisitos neotestamentarios (Hch. 8,36 – 37), sea administrado el sacramento,
e incorporado al seno de la comunidad eclesial la persona creyente.
A lo largo de la historia y dependiendo de las diferentes
culturas, la liturgia bautismal ha ido cambiando, como vimos en el capítulo
referido a la patrística.
Reconocemos que desde tiempos muy antiguos, los principales
ritos fueron:
a) la
signación con el óleo de los catecúmenos,
b) el
agua que es la materia, administrada por aspersión o por inmersión,
c) acompañada
de las palabras “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo” que es la forma;
d) la
señal de la cruz con el santo crisma y
e) la
imposición de manos.
Sin embargo, sabemos que lo esencial es el agua bautismal
con la invocación Trinitaria, y que el sacramento es válido y legítimo, aunque
se realice con el rito esencial y simple.
6- El Bautismo en la experiencia de fe, personal y comunitaria:
6.1.
El Bautismo como
sacramento de iniciación cristiana en la antropología de los ritos de
iniciación.
La vida humana está pautada por ritos de iniciación en los
diversos momentos de la misma. Estos ritos van construyendo la cultura y a la
vez la van transmitiendo. El nacimiento de un niño o una niña va acompañado de
la elección del nombre, la preparación de un espacio físico determinado dentro
de la vivienda, de ropas de determinado color, de visitas y regalos, de
inscripción en el Registro Civil y de la primer Cédula de Identidad. La primera
infancia va acompañada del ingreso a la educación primaria, de la incorporación
de la túnica, el acompañamiento del niño o la niña por parte del núcleo
familiar el primer día de clase.
El tránsito de la infancia a la juventud también está
acompañado de ritos de iniciación en la adolescencia, la experiencia del primer
cigarrillo o de la primera cerveza en el grupo de pares, la autorización para
ir al primer baile acompañada de un interminable ritual de baño, peinado,
perfume y ropas adecuadas, la entrega de las llaves y en el caso de los varones
muchas familias la entrega del primer preservativo.
El ingreso a la vida adulta también está pautado por ritos
de iniciación. Las jóvenes y los jóvenes obtienen la Credencial Cívica pudiendo
ejercer la ciudadanía de pleno derecho, pueden ingresar al mercado laboral
(capacitación para hacer el currículum, preparación para el desempeño en la
entrevista laboral, pasantía laboral que le posibilite adquirir experiencia
hasta que llegado el día y la hora con ropas adecuadas a la situación,
currículum en mano, con posturas y gestos determinados tiene su primer
entrevista laboral) y al mundo de los negocios (adquisición de la primer moto,
el primer auto, etc.).
Ciertamente, cada uno de estos ritos de iniciación en
cuanto a su contenido y sus formas, responden a la cultura dominante en el
momento; contenidos y formas que irán cambiando y adaptándose a las pautas
socialmente aceptadas; lo que no cambiará será la iniciación en las distintas
etapas de la vida humana.
6.2.
La iniciación
cristiana.
Igualmente sucede en la fe. Tenemos un momento de
iniciación. En cada cultura puede expresarse de formas diferentes. Aún, dentro
del cristianismo, mediado por la cultura y la época, la iniciación cristiana
sigue siendo una etapa fundamental, que condiciona posteriormente, la
experiencia de fe, personal y comunitaria, de cada bautizada y bautizado.
La iniciación cristiana es un único proceso compuesto de
tres sacramentos en una unidad indivisible: el bautismo, la confirmación y la
eucaristía. En este caso, nos detendremos en el primero de ellos, dejando para
otros momentos del año litúrgico los otros dos.
Como ya vimos, las
comunidades cristianas originarias ponen en boca del Señor Resucitado el
mandato de bautizar (Mt. 28,19). Es a
partir de la experiencia del Señor Resucitado que las ellas practican el
bautismo, no ya como rito de perdón y purificación (Mt. 3,1-12) sino invocando
el Nombre de Jesús sobre el discípulo y la discípula (Hch. 2,38.41; 8,36-38;
9,18; 10,47-48; 19,2-6; 1Co 1,14-16).
Los efectos
primarios del Bautismo son:
a) participación en el misterio pascual de Jesús, el Señor Resucitado (Rom.. 6,1-14; Ef. 2,1.4-6; Fil. 3,10-11; Col. 2,12);
b) configuración e incorporación a Él participando de la divinidad (Rom. 8,1.29-30; 1Jn. 3,2);
c) recepción del Espíritu Santo (Hch. 2,1-41; 10,44-48);
d) inhabitación del Misterio Divino (Gá. 4,6);
e) participación en la vida comunitaria (Hch. 2,42-47; 4,32-37).
El
efecto secundario es el perdón.
Iniciada ya, la persona bautizada en el discipulado, comienza a recorrer una experiencia de fe personal, en el seguimiento y el encuentro con Jesús (Jn. 1,38-39), renovada por el Espíritu (Jn 3,5), invitada al gozo de la comunión (1Jn. 1,4) y enviada a trabajar por la justicia y la solidaridad (Mt. 10,7-9) en el mundo.
Por otra parte, La experiencia de fe necesita de la experiencia
comunitaria. La persona bautizada como miembro de la Iglesia, participa en la
vida y misión de la Iglesia (Hch. 2,42);
a)
con su presencia (Hch. 2,46;
5,12):
la participación en la vida eclesial pasa por diversas actividades,
estando presente en la dinámica interna, integrando los diversos órganos y
ministerios eclesiales, concurriendo a las instancias culticas, estando
presente en las reuniones y actividades de la Iglesia.
b)
sus dones (Rom. 12,6-8; 1Co.
12,4-13; 1Pe. 4,10-12):
cada miembro de la comunidad tiene dones que son
para enriquecer al conjunto de los miembros de la Iglesia, y para servir a la
sociedad y la cultura. Por eso, es importante, un discernimiento personal y
comunitario, que permite identificar los dones que Dios ha depositado en los
miembros de cada comunidad eclesial.
Todas las personas tienen dones, por lo tanto, el
lugar que cada bautizado o bautizada ocupa en la comunidad eclesial es único e
irrepetible. No puede haber envidia o rivalidades, pues todas las personas
tienen sus dones para el servicio de las demás y de esa forma enriquecer a la
Iglesia.
Nada hicimos para recibir los dones, fueron dados
por gracia, pero podemos hacer cosas para mejorarlos y complementarlos. No son
para nuestra satisfacción personal sino para servir a las personas que integran
la iglesia, la sociedad y la cultura.
c)
con sus bienes (Hch. 2,44-45;
4,34-37):
La
experiencia demuestra, que nuestra comunidad eclesial se sostiene con el aporte
de sus miembros y aún sobran bienes para el ministerio.
Si
distribuimos los bienes personales y comunitarios con solidaridad y justicia, a
nadie faltará nada, todas las personas podrán satisfacer sus necesidades.
A manera de conclusión.
Compañeros y
compañeras en el camino del discipulado:
Iniciamos un nuevo
tiempo de cuaresma. El objetivo de esta carta, es que no pase desapercibida,
esta oportunidad para afianzar nuestra experiencia de fe, personal y
comunitaria, y podamos llegar a la celebración de la Vigilia Pascual, con una
renovada profesión de fe, en el Dios revelado por Jesús.
Para ello, les
propuse reflexionar sobre nuestra condición de bautizadas y bautizados,
recurriendo a la fundamentación bíblica, patrística y teológica, sobre los
efectos del bautismo en nuestra vida. Aprovechando la oportunidad, para
proponerles algunos lineamientos pastorales, que puedan contribuir a la
fidelidad de nuestras prácticas eclesiales, al Evangelio de Jesús y a las
prácticas de la Iglesia apostólica, que es el modelo que tenemos a imitar, en
el seguimiento de Jesús.
Deseándoles que este
tiempo, su fe en el seguimiento de Jesús se radicalice y lleguen a la Pascua,
comprometidas y comprometidos, como hijos e hijas de Dios, a trabajar por la
justicia y la paz (Mt. 5,6.9), les envío un abrazo fraterno.
+ Julio, obispo de la
Iglesia Antigua - Diversidad Cristiana.
Miércoles de Ceniza.
Uruguay, 10 de
febrero de 2016.
[2] Mensaje
Pastoral: Cuaresma 2012, 1- Breve historia de la Cuaresma.
[3]
Vocablo de origen latino “ablutio”
que significa “lavado”.
[4]
Su nombre completo es Tito Flavio Josefo y su nombre judíos José ben Matityahu,
se lo puede ubicar entre el 37/38 y 101 dC. Fue un importante historiador,
estadista y diplomático, descendiente de familia sacerdotal. Sus obras más
conocidas son “La guerra de los judíos” y “Antigüedades judías”.
[5]
El documento de Damasco o documento Sadoquita puede fecharse entre el 196 y 176
aC escrito por el judaísmo disidente, consta de tres partes: una introducción
histórica, una exhortación profética y normas estatutarias.
[6]
Llamados también “rollos del Qumrán” por haberse encontrado en diferentes
cuevas de Qumrán, datan del período 250 aC al 66 dC; descubiertos en el año
1947 han realizado importantes aportes para la exégesis bíblica y la
comprensión del contexto donde vivió y murió Jesús.
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