Último domingo del Tiempo de Epifanía: Cuatro interpretaciones sobre la Transfiguración que interpelan a la Iglesia del siglo XXI
Último domingo del Tiempo de Epifanía
Ciclo C – Lucas 9,28-36
Cuatro
interpretaciones sobre la Transfiguración que interpelan a la Iglesia del siglo
XXI
1-
El
texto en su contexto:
Una semana después de que
discutieran sobre quién era Jesús (Lc 9,18-20 y éste anunciara su muerte
(9,21-27), tiene lugar este episodio que llamamos la transfiguración (9,28-36),
del que varios años después Pedro dará testimonio a las comunidades
destinatarias de su carta (2Pe 1,16-18).
Era costumbre en Jesús,
luego de una actividad intensa, ir a orar a lugares solitarios (versículo 28 cf
Mt 14,23; Mc 1,35; Lc 5,16; 6,12). Esta vez, acompañado por el círculo de los
íntimos, los más allegados: Pedro, Santiago y Juan.
Relata Lucas en coincidencia
con Mateo y Marcos (Mt 17,1-8; Mc 9,2-8), que en ese momento de oración algo
sucedió que permitió a sus discípulos, reconocerlo como el Mesías de Dios:
cambió el aspecto de su cara y sus vestidos (versículo 29) igual que sucedía
con Moisés cuando salía de la Tienda del Encuentro, de la presencia divina (Ex
33,29-35). La presencia de Moisés y Elías en diálogo con Jesús (versículo 30),
simboliza el cumplimiento de las Escrituras; Moisés había anunciado al pueblo
la presencia de un profeta similar a él al que se debía obedecer (Dt 18,15); en
la historia de Israel, los profetas eran los encargados de continuar la obra de
Moisés (Ex 33,11; Num 12,6-8; Dt 34,10) y de dar a conocer al pueblo la
voluntad divina (Jr 7,25). Elías era el profeta esperado al final de los
tiempos (Mal 4,5[3,23] cf Mt 11,14; 17,10-11), aquel que traería la reconciliación
al pueblo (Mal 4,6[3,24]). En esa conversación, Jesús, Moisés y Elías, hablaban
de la salida de Jesús de este mundo, referencia a su muerte y resurrección (Lc
24,50-53) pero también al éxodo del pueblo de Israel saliendo de Egipto hacia
la tierra de la promesa.
En la coyuntura del momento,
no era nada difícil visualizar la ejecución de Jesús. El enfrentamiento con el
poder político y religioso era cada vez más fuerte, en ese escenario el
desenlace seguramente iba a ser el rechazo, la persecución y muerte de Jesús
para desestimular el movimiento popular que se había generado en torno a él.
Esta conversación, seguramente estuvo presente en el monte de la
transfiguración, Jesús con Pedro, Santiago y Juan no solo oraron y conversaron
sobre el ministerio, sino que seguramente fueron recordando las Escrituras,
especialmente aquellas profecías que hablaban del Mesías. En este encuentro,
luego de estas conversaciones, luego de haber orado, ya no quedaban dudas a los
discípulos, Jesús era el elegido (Gn 22,2; Sal 2,7; Is 42,1; Mt 3,17; 12,18; Mc
1,11; Lc 3,22 cf Dt 18,15).
Bajados del cerro, ya de
regreso junto al resto de la comunidad apostólica y la gente que le seguía,
revelar la certeza de que Jesús era el Mesías significaba, en ese contexto de
tensión con el sistema político religioso, que se produjera un levantamiento
popular, algo que muchos estaban esperando, pero que la consecuencia inmediata
sería la intervención del imperio y la posible destrucción de la esperanza de
libertad, por lo tanto, mantuvieron el secreto (versículo 36) hasta que fueron
sucediendo los acontecimientos.
La intención teológica del
evangelista, es presentar una epifanía (= revelación, manifestación) del Mesías
oculto, glorificado temporalmente en el cerro como anticipo de la gloria post
pascual y utilizando las imágenes del Sinaí actualiza la promesa del profeta
escatológico (Dt 18,15).
2- El texto en nuestro contexto:
Al finalizar el Tiempo de
Epifanía que hemos instituido, entre Navidad y Cuaresma, les propongo realizar cuatro
lecturas, entre otras muchas que puede haber, de este acontecimiento, que la
Iglesia denominó la Trasfiguración.
En primer lugar, les
propongo una lectura cristológica:
Desde esta perspectiva,
entendemos que así como Moisés condujo al pueblo elegido por el desierto al
encuentro de Di@s en el Sinaí, lugar dónde se revela Di@s de la Alianza; Jesús
conduce al nuevo pueblo elegido, representado en el núcleo apostólico (Pedro,
Santiago y Juan) al encuentro con el Padre en el Tabor. En Jesús finaliza la
antigua Alianza, representada por Moisés y Elías y se inicia la nueva y
definitiva Alianza, representada por el núcleo de la comunidad apostólica. En
Jesús, el gran MEDIADOR, finalizan las mediaciones humanas entre la DIVINIDAD y la HUMANIDAD;
Di@s deja de hablar a través de mediadores humanos al pueblo de la antigua
Alianza y habla directamente a través del Hijo al pueblo de la nueva Alianza;
un pueblo sacerdotal, mediador, profético, testigo ante el mundo.
La fidelidad a la
experiencia cristocéntrica es uno de los grandes desafíos de la historia humana
y cristiana. A lo largo de los tiempos la comunidad cristiana propuso y propone
mediaciones humanas y así surge el culto a los santos y las santas, los honores
reclamados por clérigos, las atribuciones sacerdotales y episcopales, los
nuevos apóstoles de las iglesias evangélicas,
las lecturas e interpretaciones descontextualizadas de las Escrituras. El
desafío de la Iglesia en el hoy de la historia humana, es retornar a la
experiencia cristocéntrica, reconociendo en Jesús glorificado, figura del
Resucitado, al Crucificado que nos envía al mundo, no para juzgarlo sino para
liberarlo (Jn 3,17; 12,47).
En segundo lugar, les
propongo una lectura eclesiológica:
Desde esta perspectiva,
podemos identificar en el texto a la
Iglesia , peregrina en el mundo hacia la casa del Padre; una
Iglesia diversa en sus expresiones y manifestaciones, representada por el
núcleo apostólico (Pedro, Santiago y Juan), tres personajes históricamente
diferentes en su llamada, en su forma de concebir el proyecto mesiánico de
Jesús, en su expresión de la fe post pascual; una Iglesia invitada a escuchar a
Jesús y dar testimonio ante el mundo. Una iglesia peregrina en el mundo en
diálogo y comunión con la
Iglesia triunfante representada por Moisés y Elías; una
Iglesia que dio testimonio y ya en la presencia del Padre está en posesión de
las promesas Jesucristo es el punto de encuentro, comunión y plenitud de la Iglesia en su doble
dimensión. Él la pone en situación y relación con el Padre.
En tercer lugar, les
propongo una lectura ecuménica:
Desde esta perspectiva, el relato
sugiere el diálogo entre la comunidad cristiana, representada por Pedro,
Santiago y Juan, y la comunidad judía, representada por Moisés y Elías. Jesucristo
es el punto de encuentro entre ambas comunidades. Él es el profeta
escatológico, el nuevo legislador, el duplicado superante de Moisés y Elías. En
el Sinaí, Di@s entrega la Ley
a través de Moisés. En el Tabor entrega la nueva Ley, superada y llevada a
plenitud, a través de Jesús. Di@s, el Padre de Jesucristo, invita a ambas
comunidades a escuchar a Jesús el Mesías: único y definitivo MEDIADOR entre la DIVINIDAD y la HUMANIDAD , a la cual,
antes Israel y ahora la
Iglesia son enviados a servir (Mt. 5,14; cf. Is. 49,6). Israel,
el pueblo de la antigua alianza, tuvo la misión de llevar al mundo la novedad
de que Di@s es UNO (Dt. 6,4; Is. 6,3) que es JUSTICIA (Ex. 3,7; Am. 8,4.7;
9,11-14) y que es MISERICORDIA (Os. 6,6; 11,8-9; Ez. 33,11); la Iglesia, el
pueblo de la nueva alianza, tiene la misión de llevar al mundo la última
novedad revelada por Jesús y es que Di@s también es PADRE (Mt. 6,9; Jn. 20,17; Rm. 8,18-23).
Esta paternidad divina es
común, también, a todas las Iglesias cristianas, llamadas a ser UNA en la
diversidad (Jn 17,20), para que el mundo crea.
Finalmente, en cuarto lugar,
y no por ello menos importante que las otras tres lecturas, les propongo una lectura
desde la perspectiva de género:
Desde esta perspectiva, se
podría interpretar una primera revelación de Di@s sobre el secreto mesiánico de
Jesús a la comunidad discipular masculina representada en 3 varones: Pedro,
Santiago y Juan, quienes cuando hubo que dar testimonio lo abandonaron y
negaron (Lc 22,3-6; 39-62); una segunda revelación, y definitiva, de Di@s sobre
el secreto mesiánico de Jesús a la comunidad discipular femenina representada
en 3 mujeres: María Magdalena, María la de Santiago y Juana (Lc 24,1-10)
quienes dieron testimonio y fueron portadoras definitivas de la Buena Noticia a la
comunidad y al mundo.
Si Di@s en su misterio quiso
que las mujeres fueran las primeras testigos de la resurrección, liderando a los
varones de la comunidad, ¿quienes somos nosotros para impedir que continúen con
este ministerio apostólico?.
A las puertas ya del Tiempo
de Cuaresma, les invito a trabajar en la construcción de esa Iglesia
cristocéntrica, ecuménica y con perspectiva de género, a imagen de la antigua
iglesia de los primeros siglos. Que tengan todos y todas una bendecida semana +
Julio.
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