Primer domingo de Cuaresma: Israel y Jesús - Jesús y la Iglesia
Primer Domingo de Cuaresma
Ciclo C – Dt 26,1-11 – Lc
4,1-13
1. Los textos en sus contextos
El libro del Deuteronomio
relata la ofrenda de los primeros frutos en la fiesta de las cosechas
(versículos 2-3). Esta ofrenda iba acompañada de una profesión de fe (versículos
5-9) donde se daba cuenta de las acciones liberadoras que el Señor había hecho
en favor de su pueblo, desde que lo sacó de la esclavitud en Egipto, hasta que
lo introdujo en la tierra de la Promesa
(cf Dt 6,20-25; Jos 24,2-13). Es importante destacar que en la confesión
de fe, el concepto “errante” no solo hace referencia a la vida nómada (Gn
25,19-20; 28,5) sino también, a la situación de quien se extravía y no tiene un
camino claro, pudiendo identificarse con la oveja perdida en el desierto (Salmo
118[119],176; Jr 50,6; Ez 34,4.16; Lc 15,4-16). Israel no fue únicamente un
conjunto de tribus nómades, sino también, un pueblo a lo largo de su historia
ha perdido su identidad, su misión, su razón de ser.
El evangelio de Lucas relata
la estadía de Jesús en el desierto. Esos cuarenta días (cf Ex 24,18; 34,28; Num
14,33-34; 32,13; 1Re 19,8) sin alimentos y sometido a pruebas, nos remiten a la
experiencia de Israel, el pueblo elegido, en su travesía por el desierto cuando
abandonó Egipto y se dirigía a la tierra de la Promesa. Israel fracasó en su
misión pero Jesús se mantuvo fiel (cf Heb 2,18; 4,15).
2. Los textos en nuestro contexto:
Este primer domingo de
Cuaresma nos enfrenta a nuestra identidad como cristianas y cristianos. Por el
bautismo fuimos hechos hijos e hijas de Dios, e incorporados a la Iglesia, el
nuevo pueblo de Dios, que tiene como misión revelar que otro mundo es posible,
aquel que proyectó Dios para la humanidad y toda la creación, donde la justicia
y la solidaridad son sus características.
Al igual que Israel, por el
bautismo recibimos la misión de Dios (1Pe 2,9), no porque estuviéramos
capacitados o capacitadas para la tarea, no porque fuéramos mejores que otras
personas (1Co 1,26-28), sino por pura gracia (Ef 2,4-10). Dios nos capacita
para la misión de forma que quede bien en evidencia que no somos nosotros o
nosotras sino Dios que actúa y lleva adelante su proyecto.
Por esta razón, les invito a
reflexionar sobre las implicancias del bautismo en nuestras vidas. Las
bautizadas y los bautizados reconocemos, al igual que Israel, que Dios nos ha
elegido; pero esta elección no es para llenarnos de orgullo y quedarnos
instaladas e instalados juzgando y condenando a las demás personas, sino para
servir, siguiendo el ejemplo de Jesús (Mt 20,28) y no a quienes nosotros y
nosotras elijamos sino a quien Dios ponga en nuestro camino (Lc 10,25-37).
Vivir radicalmente el bautismo implica vivir con radicalidad nuestro
discipulado.
Durante esta Cuaresma,
pondremos especial énfasis en reflexionar y orar nuestro discipulado como
consecuencia del bautismo que recibimos. Un discipulado que se traduce, no
tanto en oraciones, ayunos y abstinencias, sino en compromiso solidario con
nuestras hermanas y nuestros hermanos que son vulnerados en sus derechos y sus
deberes (Mt 9,13). En la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana el énfasis no
está en el cumplimiento de ritos sino en el cumplimiento del Evangelio (Lc
4,18-19).
Al renovar nuestra fe,
recitando comunitariamente el Credo, les invito a asumir con toda confianza en
Dios, las consecuencias del discipulado, siguiendo el ejemplo de las primeras
comunidades que ratificaron su fe con radicalidad y compromiso hasta llegar a
dar la vida, como lo están haciendo nuestros hermanos y nuestras hermanas en
estos días, en los países donde somos perseguidos y asesinados. Aquí gozamos de
paz y de seguridad, motivos que dejan en evidencia nuestra mediocridad cuando
no nos comprometemos en la transformación de las situaciones injustas.
Buena semana para todos y
todas + Julio.
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