Mensaje Pastoral de Navidad: Dios viene a sanar y restaurar su dignidad vulnerada por algunas iglesias
Mensaje
Pastoral de Navidad:
Dios
viene a sanar y restaurar su dignidad vulnerada por algunas iglesias
Hermanas y hermanos, amigas
y amigos de la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, “ante todo, por medio de
Jesucristo, doy gracias a mi Dios por tod@s ustedes” (Rom 1,8), porque en su
designio quiso reunirnos, a un@s como miembros de las comunidades presenciales,
a otr@s como miembros de la comunidad virtual, y a otr@s como amigas y amigos
en el camino de la vida.
Para muchas Iglesias la
Navidad se limita a la celebración cúltica y a la representación del pesebre.
Para nosotras y nosotros, la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana es la
fiesta de la solidaridad donde el Ser Indecible en su misterioso designio quiso
ser parte de la humanidad (Jn 1,14) haciéndose en todo semejante a los hombres
y las mujeres (Fi 2,7), siendo para nosotros y nosotras: Emmanuel (Is 7,14) que
significa Dios con nosotros y nosotras, Dios entre nosotros y nosotras. La
solidaridad revelada en Jesucristo, el rostro humano de Dios, es el sentido
pleno de la celebración de Navidad. Una solidaridad que se expresa hacia todas
las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, sin importar su credo,
raza o condición (Mc 7,24-30; Mt 8,5-13; Jn 4,1-43), porque “Dios no hace diferencia entre las personas”
(Hch 10,34).
“Hagan
esto en memoria mía” (1Co 11,24) no puede quedarse en la
repetición de la celebración de la Eucaristía. La última cena en la cual Jesús
quiso quedarse para siempre en el pan partido, repartido y compartido en medio
de la humanidad es uno de sus últimos actos solidarios que habían iniciado unos
años antes en Galilea, en los poblados de Nazaret y Cafarnaúm (Mt 4,12-17)
donde proclamó el Año Santo, el Año del Jubileo, el tiempo de la justicia
divina (Lc 4,18-21). El mandato de Jesús trasciende la Cena eucarística para
introducirnos en el misterio de la Vida eucarística. El mandato implica que
cada acto que lo condujo a ese momento, sea hecho también por sus discípulos y
discípulas; por eso, la solidaridad, ejercida en el servicio es Eucaristía (Jn
13,1-15), es presencia real de Dios con nosotros y nosotras y entre nosotros y
nosotras (Mt 25,31-46), porque cada vez que ejercemos la solidaridad con las
personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, la ejercemos con Jesús (Mt
25,40). Todo el ministerio de Jesús fue sanación, liberación y dignificación de
las personas vulneradas: tocando al leproso lo limpió (Mt 8,1-3), tocando a la
mujer con hemorragias la sanó (Mc 5,21-43), tocando al ciego le devolvió la
vista (Jn 9,6).
Como miembros de la Iglesia
Antigua – Diversidad Cristiana experimentamos que el Señor nos envía con un
mensaje de consolación (Jer 33,14-16; Baruc 5,1-19; Sof 3,14-18; Is 40,1-11) a
toda la humanidad, pero preferencialmente, a quienes han sido vulnerados por el
cristianismo. En nombre del dios de algunos cristianos se han cometido
atrocidades a lo largo de la historia, violando los derechos humanos y
vulnerando la dignidad humana, y si bien hemos pedido perdón, rara vez hemos
reparado a las víctimas. Como discípulas y discípulos de Jesús, sentimos que Él
nos envía, a aquellos grupos que han sido juzgados, condenados, demonizados,
invisibilizados por las iglesias cristianas.
A esas Iglesias les decimos:
basta ya de inducir al odio ¿cómo pueden decir que aman a Dios y le rinden
culto, si discriminan a sus hermanos y sus hermanas?; dice la Escritura que
tanto les gusta citar: “Si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al
mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su
hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn 4,20). Y los hipócritas dirán para
justificarse “no odio a mis hermanos sino que odio el pecado de mis hermanos” y
recurrirán a textos bíblicos sacados de contexto para fundamentar sus
posiciones dogmáticas y literalistas que no son otra cosa que las manifestaciones
de su ignorancia y su incomprensión de la buena noticia de Jesucristo.
A
las personas, a quienes el sistema religioso condena les decimos que Dios no
las condena, Dios las ama y la prueba de ello es que envío a su Hijo al mundo,
no para condenar sino para salvar (Jn 3,17). Dios se solidarizó con ustedes las
personas divorciadas, los gays, las lesbianas, las personas trans, las
bisexuales, quienes viven con vih, las prostitutas, las mujeres que abortan …
Dios las ama. Dios nunca se olvidó de ustedes. Dios viene a sanar y restaurar
su dignidad vulnerada por las iglesias. Dios se solidariza con su dolor, con su
angustia, con su humillación, con su depresión, porque la fuerza del amor de
Dios es inmensa al punto que San Ireneo afirma “lo que no se asume no se redime”, es decir que Dios quiso ser uno y
una de ustedes para poder entender la situación en la que se encuentran y desde
ese lugar sanarles, liberarles y dignificarles. Quiso ser Dios con ustedes y
entre ustedes, Emmanuel.
Reconocemos
el enorme poder ejercido contra quienes han experimentado la sanción
eclesiástica y les han dejado fuera del sistema. Eso ya lo hicieron con Jesús
(Lc 2,1-7). No hubo lugar para él como tampoco encontramos lugar para nuestras
hermanas y nuestros hermanos satanizados, condenados e invisibilizados por
sectores del cristianismo. Nosotras y nosotros, la Iglesia Antigua – Diversidad
Cristiana, reconocemos en estas personas, el rostro del niño frágil e indefenso
nacido en el pesebre de Belén, que desafía a los poderosos de este mundo (Mt
2,1-12). Creemos firmemente, que en los rostros de tantas personas excluidas
por sectores del cristianismo, nos encontramos con el Señor que hace justicia a
las personas oprimidas (Sal 102[103],6; 145[146],7).
En
esta Navidad, queremos confirmar la esperanza de tod@s ustedes, “estén alegres”
(Fil 4,4), Dios está con ustedes y entre ustedes (Lv 26,12; Jer 30,22; Fil
1,9-11), para consolarles (Is 61,1-2), para sanarles (Mc 2,17; Lc 19,10), para
liberarles (Lc 4,18); ya no están solas y solos, Dios habitará entre ustedes,
ustedes serán su pueblo y Él o Ella será su Di@s (Ap 21,3 cf Ex 29,45; Ez
37,27). Hermanas y hermanos, ánimo, camina a nuestro lado (Mt 28,20) para
enseñarnos y alimentarnos (Lc 24,13-35).
Tengan
una feliz Navidad.
+Julio,
obispo de la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana.
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