Los perros guardianes de la Tradición de la Iglesia

15º Domingo después de Pentecostés
Ciclo B – Mc 7,1-23




1.    El texto en su contexto:

Nos relata el Evangelista Marcos que unos fariseos, judíos piadosos que buscaban cumplir la Ley de Moisés y las tradiciones de los antiguos, acompañados de maestros de la Ley llegados de Jerusalén, la ciudad Santa, criticaron a Jesús porque sus discípulos no cumplieron con el rito de purificación antes de comer (versículos 1- 2). Es importante destacar que la insistencia de lavarse las manos y los utensilios no eran por razones de higiene sino que se refiere a una purificación ritual, es decir, una práctica religiosa. El versículo 3 nos explica, para quienes no conocemos sobre los fariseos, que éstos siguen la tradición de los antiguos, es decir que practican el conjunto de interpretaciones tradicionales que los rabinos, es decir, los maestros de la Ley, daban a la Ley de Moisés y que para ellos, tanto las tradiciones como la Ley tenían la misma autoridad (cf Mt 23,25; Lc 11,39).

Jesús les responde llamándoles hipócritas (versículo 6-7) citando al profeta Isaías (29,13) que en su tiempo ya criticaba la superficialidad de las prácticas religiosas, finalizando con una sentencia acusadora: “ustedes dejan el mandato de Dios para seguir las tradiciones de los hombres” (versículo 8).

La sentencia acusadora es reforzada por una denuncia de incumplimiento a la Ley de Dios (versículos 9-13). Corbán es una palabra hebrea que significa ofrenda; de acuerdo a Nm 30,2 los bienes que se ofrecían a Dios no se podían usar para otro fin, según las interpretaciones de los antiguos maestros de la Ley, ni siquiera se podían destinar para ayudar a sus progenitores, anulando el mandato divino de honrar a padre y madre (Ex 20,12; Dt 5,16) por tradiciones humanas que se pasan unos a otros.

Frente a esta discusión, Jesús deja una enseñanza a la gente que estaba allí: la impureza moral es mayor que la impureza ritual (versículos 14-15 cf Mt 15,11). Pero los discípulos, como muchas otras veces, no entienden la enseñanza por lo que Jesús debe explicarles que lo que pueda entrar al ser humano por no cumplir las prácticas rituales, transita por el aparato digestivo y finalmente es expulsado del cuerpo, sin embargo, lo que sale del corazón es lo que puede hacer impuro ritual al ser humano, haciendo referencia a la impureza moral que saliendo del corazón se transforma en acciones inmorales (versículos 17-23), pasando a describir una lista de vicios, estas listas eran comunes por aquella época (Ro 1,31) no sólo en la literatura judía sino en la de otros pueblos (Mt 15,19-20; Rom 1,29-32; 1Cor 5,10-11; 6,9-10; 2Cor 12,20; Gal 5,19-21; Ef 5,3-5; 1Tim 1,9-10; 2Tim 3,2-5; 1Pe 4,3; Ap 21,8).


2.    El texto en nuestro contexto:

El relato evangélico de hoy nos interpela sobre nuestra fidelidad a la Palabra de Dios. Se hace necesario revisar nuestras prácticas religiosas, despojándolas de todo aquello que no tiene su origen en las Sagradas Escrituras, por más buenas y  nobles que puedan ser, son tradiciones humanas.

La Iglesia, al igual que el judaísmo en tiempos de Jesús, vive la tensión entre lo que es mandato divino y tradiciones humanas, muchas de ellas tradiciones piadosas que surgen en determinados momentos de la historia frente a situaciones concretas y luego quedan establecidas como parte de la Tradición, así llegamos a nuestros tiempos, con prácticas que nada dicen a la sociedad y la cultura del siglo XXI, necesariamente hay que explicarlas para que sean entendibles.

El Evangelio de Jesucristo, es el único contenido que la Iglesia tiene que comunicar, a la sociedad y la cultura de su tiempo. Lo puede hacer de muchas formas, pero cada forma debe adaptarse a la sociedad y la cultura contemporáneas; por lo tanto lo que hay que cambiar es el continente, el envoltorio, la forma en que comunicamos el contenido que se mantiene actualizado a través de la historia.

La Tradición de la Iglesia necesita renovarse permanentemente para sobrevivir. El que la tradición no cambie es intensión de la clase dominante dentro de la Iglesia para mantener las cosas como están, pero antes no era así. Los primeras tres o cuatro siglos del cristianismo fue un tiempo donde se desarrollaron diversas tradiciones, según la cultura de cada comunidad y la experiencia de Dios que ella tenía. En la actualidad tenemos la necesidad de que la Tradición sea revisada y actualizada para que cumpla con su función que es ser vehículo de salvación, es decir que libere, sane e incluya a las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. De lo contrario, estaremos como los fariseos y los maestros de la Ley del Evangelio que acabamos de escuchar, donde priorizaban la pureza ritual, es decir, las tradiciones de los antepasados, ante la pureza moral, es decir lo que Dios nos manda.

La Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana necesita fijar una posición, ya que está desarrollándose en distintos lugares de nuestra América Latina, por lo tanto debemos expresar que:

- somos una Iglesia de tradición católica y apostólica y como tal, las Sagradas Escrituras son nuestra única referencia en el desarrollo de una experiencia de fe;

- la Tradición de la Iglesia, como depósito de la fe apostólica, la interpretamos a la luz de las Sagradas Escrituras y nos sentimos llamadas y llamados a renovar la forma de comunicarla para que sea viva y entendible;

- las tradiciones que se han ido desarrollando a lo largo de estos tres milenios de cristianismo, entendemos que no siempre forman parte de la Tradición de la Iglesia y deben ser revisadas, actualizadas o desechadas, fundamentalmente, porque a nuestra iglesia llegan personas de diversas tradiciones; el criterio para mantenerla debería ser que es una tradición en coherencia con el Evangelio de Jesucristo.

Finalmente, quiero dedicar unas palabras a explicar el título de esta reflexión semanal. En primer lugar no es una frase mía, la acuñó el P. Roger Lenaers, nacido en 1925, jesuita, actualmente párroco en Vordernhornbach, Bélgica, autor de la obra “Otro cristianismo es posible”, traducido al español en 2008. En segundo lugar, cuando me refiero a “los perros guardianes de la Tradición de la Iglesia”, lo hago a las jerarquías de las distintas Iglesias, que como los fariseos y maestros de la Ley del Evangelio que hoy leímos, ponen en el mismo rango de autoridad los mandamientos de Dios que las tradiciones de los antepasados de nuestras Iglesias. Incapaces de revisar, cuestionar, renovar se limitan a continuar prácticas muertas y a transmitirlas como ellos las recibieron, defendiendo y guardo creencias y prácticas muertas.

Estos perros guardianes obstaculizan con sus enseñanzas, que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, puedan experimentar la vida en abundancia (Jn 10,10) de la que es portadora la Buena Noticia de Jesucristo, una vida digna, una vida plena, una vida abundante, capaz de producir liberación, sanación e inclusión, dignificando al ser humano y estableciendo derechos.

Buena semana para todos y todas.

+Julio.

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