Las personas invisibilizadas por el sistema religioso son elegidas por Dios para llevar adelante su proyecto liberador, sanador e inclusivo
Segundo domingo después de Epifanía.
Juan 1,43-51
1. El
texto en su contexto:
El texto evangélico relata
el llamado de Felipe y Natanael por parte de Jesús. Este relato no tiene
paralelo en los evangelios sinópticos. Cuenta que Jesús llama a Felipe de
Betsaida (versículos 43-44) y que Felipe cuenta lo sucedido a Natanael.
El testimonio de Felipe
tiene un contenido altamente teológico: “Hemos
encontrado a aquel de quien escribió Moisés en los libros de la Ley, y de quien
también escribieron los profetas” (versículo 45 primera parte); claramente,
Felipe, está afirmando que Jesús es el anunciado y prometido por las
Escrituras. Para los judíos, los libros de la ley y los libros de los profetas,
son una referencia indiscutible a las Escrituras judías, el Antiguo Testamento
(cf 5,17); para continuar diciendo: “Es
Jesús, el hijo de José, el de Nazaret” (versículo 45 segunda parte cf Mateo
1,18-25; Lucas 1,26-38; 3,23); esta afirmación nos permite suponer que le
conocían a él o a José. Esto no es extraño, ya que por su oficio, tanto José
como Jesús muchas veces debieron salir de su aldea para conseguir el sustento
diario, desarrollando su oficio en aldeas y poblados de Galilea.
Nazaret era una pequeña
aldea de Galilea, tan pequeña e insignificante, que no se la menciona en todo
el Antiguo Testamento. Cuando Felipe, conversando con Natanael, sitúa a Jesús
en Nazaret, Natanael desestima su testimonio (versículo 46). A pesar de ello,
Natanael se dirigió al encuentro con Jesús.
A través del diálogo
producido en ese encuentro, el evangelista nos presenta a un Jesús que tiene un
conocimiento personal y profundo de cada persona (versículos 47-49 cf. Juan 2,24-25;
4,17-19; 13,11; 16,30); frente a la afirmación de Jesús, la confesión de fe de
Natanael no se hace esperar: “Maestro, tú
eres el Hijo de Dios” (versículo 49 primera parte); otro versículo con un
alto contenido teológico; el título “Hijo de Dios” es utilizado aquí como
título mesiánico (cf Mateo 3,17; 14,33; 16,16; Juan 11,27), esta aclaración es
importante porque podríamos forzar el texto utilizándolo para probar la
filiación divina de Jesús, el versículo no hace referencia a su condición divina
sino a su condición de mesías prometido por Dios y esperado por Israel; título
que se ve reforzado por la segunda afirmación “tú eres el Rey de Israel” (versículo 49 segunda parte), otro
título mesiánico (cf Juan 6,15; 18,33-36; 19,19), un rey de manera distinta a
como era esperado por algunos sectores de Israel.
El relato finaliza con otra
referencia al Antiguo Testamento. Jesús afirma que verán a los ángeles subir y
bajar sobre el Hijo del Hombre (cf versículo 51), aludiendo al sueño de Jacob
(Génesis 28,10-17). Cuando los discípulos sean testigos de la muerte y la
resurrección de Jesús, comprenderán que El es la verdadera Casa de Dios entre
la humanidad y para la humanidad y no Betel, el lugar sagrado donde Jacob tuvo
el extraño sueño.
2.
El texto en
nuestro contexto:
El relato evangélico nos
invita a descubrir la presencia de Jesús en aquellas personas que pareciendo
insignificantes son su presencia real entre nosotros y nosotras.
A nuestro alrededor hay
mucha gente invisibilizada por la sociedad, la cultura y la religión; personas
de las que no esperamos nada porque son hijas o hijos de matrimonios disueltos,
son personas adoptadas por personas gltb, son hijos o hijas de personas que
viven con vih sida, son hijos o hijas de personas privadas de libertad, son
hijas o hijos de personas adictas, son hijos o hijas de personas que viven en
situación de calle …
El prejuicio, la
discriminación, la exclusión, el bullying promovidos por la sociedad, la cultura
y la religión son contrarios al proyecto liberador, sanador e inclusivo de
Dios, escribía Pablo a los Corintios: “Hermanos, deben darse cuenta de
que Dios los ha llamado a pesar de que pocos de ustedes son sabios según los
criterios humanos, y pocos de ustedes son gente con autoridad o pertenecientes
a familias importantes. Y es que, para avergonzar a los sabios, Dios
ha escogido a los que el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los
fuertes, ha escogido a los que el mundo tiene por débiles. Dios ha
escogido a la gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a
los que no son nada, para anular a los que son algo” (1
Corintios 1,26-28 cf Mateo 11,25; Santiago 2,5).
Si nuestras comunidades pretenden ser casa de Dios
(= Betel) para su contexto y su entorno,
necesariamente deberán estar integradas por personas invisibilizadas por
el sistema, como Jesús.
Si nuestras comunidades pretenden ser testigos, como
Felipe, para su contexto y su entorno, necesariamente deberán estar integradas
por personas invisibilizadas por el sistema, como Jesús.
Si en nuestras comunidades hay muchas personas que
les gusta ostentar sus títulos de maestro, profesor, doctor, ingeniero,
abogado, escribano, y se lo permitimos, no somos la Iglesia de Jesucristo.
El evangelio nos interpela a revisar nuestra
práctica, a transformarnos en una Iglesia abierta a todos y todas, pero
especialmente y con predilección a aquellas personas que la sociedad, la
cultura y la religión invisibilizan; porque Jesús eligió ser una de ellas
(Mateo 25,31-40).
Buena semana para todos y todas.
+Julio.
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