Sentimos el desafío de dar testimonio de nuestra esperanza: Lucas 20,27- 38
1.
El
texto en su contexto:
El texto evangélico que se
nos propone para la reflexión en este fin de semana, tiene sus paralelos en
Marcos 12,18-27 y Mateo 22,23-33 lo que significa que es altamente probable que
estemos frente a un relato histórico, que posteriormente, cada evangelista, lo
transformó en un texto catequético para su comunidad.
El relato inicia con un
diálogo entre algunos saduceos, que fueron a ver a Jesús, y el propio Jesús. Lo
saduceos, eran miembros de un partido religioso menor dentro del judaísmo, pero
muy influyente económica y políticamente, constituido fundamentalmente por las
familias sacerdotales. En sus aspectos doctrinales, se apegaban únicamente al
Pentateuco, rechazando los escritos proféticos, sapienciales y apocalípticos
porque todo lo relacionado a exigencias de cambios en la historia y en la vida lo
consideraban peligroso para su status, ideas liberales provenientes de
resentidos sociales. Llevaban una vida cómoda y segura, llena de privilegios y
garantizada por las ofrendas que el pueblo llevaba al templo ¿para qué pensar
en otra vida? Por eso negaban la resurrección de los muertos (versículo 27 cf
Hechos 4,1-2; 23,8).
En ese encuentro, los
saduceos, ateniéndose únicamente y estrictamente al Pentateuco (Deuteronomio
25,5-10) ponen a Jesús como ejemplo la ley del levirato (versículo 28), a
través de la historia de una mujer que sobrevivió a varios esposos, hermanos
entre ellos, que cumpliendo la ley, pretendieron dar descendencia al primero
(versículos 29-31). Finalmente murió la mujer, entonces los saduceos preguntan
de cuál de los siete hermanos será esposa en la resurrección (versículos
32-33).
Esta conversación tenemos
que situarla en el camino de Jesús hacia Jerusalén, donde sería detenido,
enjuiciado, torturado, condenado y ejecutado. En este camino, ya había tenido
enfrentamiento con los herodianos y en reiteradas oportunidades con las
fariseos. Este encuentro, seguramente no es casual sino planificado para
enfrentarlo.
Jesús, citando un texto del
Pentateuco (Éxodo 3,2-6) responde a los saduceos que el Dios viviente, no puede
ser un Dios de muertos, por tanto, si es el Dios de los Patriarcas, éstos deben
de estar vivos (versículos 34-38). De esta forma, Jesús reafirma la
resurrección sin explicarla, dejándola en el misterio de los designios divinos.
2. El texto en nuestro contexto:
Algunos sectores del
cristianismo, continúan respondiendo en la actualidad, a la sociedad y la
cultura del siglo XXI, con afirmaciones demasiado fáciles, a veces,
vergonzosamente infantiles y fantasiosas.
Nuestro discurso teológico y
pastoral necesita ser revisado y adecuado urgentemente frente al tema de la resurrección,
un misterio que no podemos explicar ni aclarar y ciertamente, ni imaginar.
Creemos en la resurrección
de los muertos y en la vida plena, digna y abundante pero no podemos explicarla
ni imaginarla. Reconocemos que estamos frente a un misterio y como tal, la
única respuesta posible es admiración.
Nuestra sociedad y nuestra
cultura, necesitan salir del individualismo y del consumismo para admirar el
misterio de la vida más allá de la muerte. Pero mientras tanto, también
necesita, como los saduceos en tiempos de Jesús, comprometerse con los valores
del Reino aquí y ahora. Nuestra fe en la resurrección no es una fe alienante,
conformista y de resignación sobre lo que pasa en esta vida.
Nuestra fe en la
resurrección, exige de las comunidades cristianas, dar testimonio al mundo, que
la vida de todas las personas, aún de aquellas que pudiera parecer a los ojos
del mundo como insignificantes o repugnantes, es valiosa y digna a los ojos de
Dios. Las palabras y los gestos de Jesús, son la validación incuestionable de
esta afirmación.
Jesús, el rostro humano de
Dios, trabajó incansablemente por los derechos y la dignidad de las personas,
que el sistema político, económico, social, cultural y religioso postergaron,
discriminaron, excluyeron. No les prometió otra vida como consuelo por lo que
les faltó en esta. Aquí y ahora se afirma la dignidad que todas las personas
deben de tener en esta vida y en la vida después de la muerte.
Diversidad Cristiana, estás
llamada a admirarte frente al misterio de la resurrección; a revisar tus
respuestas porque no es simple ni sencillo hablar desde la fe, de un misterio
que no llegamos a imaginar ni comprender plenamente (1 Corintios 2,9). Sin
embargo, no por eso, puedes dejar de dar razón de tu esperanza (1 Pedro 3,15).
Buena semana a todas y
todos.
+Julio, obispo de Diversidad
Cristiana
32º domingo del Tiempo de la
Iglesia
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