Quinto domingo de Cuaresma: Una Iglesia que siguiendo el ejemplo de Jesús, ni juzga ni perdona.
Quinto
domingo de Cuaresma
Una
Iglesia que siguiendo el ejemplo de Jesús, ni juzga ni perdona.
Juan
8,1-11
Este
relato falta en los mejores y más seguros manuscritos. Los estudiosos bíblicos,
plantean que no se encontraba originalmente en el Evangelio de Juan. Al parecer
circulaba como un relato aislado. El vocabulario y el estilo no son propios de
este evangelio, sino que tiene mayor semejanza con las narraciones de Lucas. Casi
seguro, las comunidades cristianas de aquel entonces, para que no se perdiera
este relato de Jesús y la mujer adúltera, aprovechando el contexto, que se
desarrolla en los capítulos 7 y 8 del evangelio de Juan, lo colocaran ahí,
prueba de ello es la interrupción que se da en 7,52 que retoma en 8,12; tal vez
en una época tardía, debido a la rigidez de las comunidades cristianas frente
al problema del adulterio (Mateo 19,19, Lucas 16,18; 1 Corintios 6,9-10, 2
Pedro 2,14; Hebreos 13,4).
1.
El texto en su
contexto:
El
relato nos genera muchas dudas.
“Los maestros
de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer, a la que habían
sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes,
y dijeron a Jesús: —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto
mismo de cometer adulterio. En la ley, Moisés nos ordenó que se
matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú qué dices?” (Juan 8,3-5)
Según
la ley de Moisés, únicamente se aplicaba la pena de muerte en los casos que la
mujer estuviera comprometida o casada (Levítico 20,10; Deuteronomio 22,22-24;
cf otros textos: Éxodo 20,14; Levítico 18,20; Deuteronomio 5,18) y los textos
son coincidentes tanto en Levítico como en Deuteronomio, ambos deben morir, el
hombre y la mujer; entonces ¿por qué no aparece el hombre en el relato?.
Con
respecto a la aplicación de la pena de muerte por parte de los judíos, tenemos
relatos encontrados de si los romanos lo autorizaban o no; en Juan 18,31
pareciera que los romanos se reservaban el derecho de aplicar la pena de
muerte, pero en Juan 8,59 pareciera que los judíos podían aplicar la pena de
muerte (cf Lucas 4,29; 24,15-16), entonces, ¿los judíos podían aplicar la pena
de muerte o no? o tal vez sólo en algunos casos ¿cuáles serían esos casos?.
“Ellos
preguntaron esto para ponerlo a prueba, y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús
se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo. 7Luego,
como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo: —Aquel de ustedes que no
tenga pecado, que le tire la primera piedra” (Juan 8,6-7).
La
prueba a la que hace referencia el relato evangélico, también genera dudas.
Podría
ser, si Jesús dijera que debe ser apedreada, entonces estaría violando una
prohibición del imperio romano, o si dijera que no debe ser apedreada, entonces
estaría violando un mandamiento de la ley mosaica; también podría ser, si Jesús
dijera que debe ser apedreada, entonces no es tan misericordioso como dice, o
si dijera que no debe ser apedreada, entonces no obedece la ley. Una situación
similar encontramos en Marcos 12,13-17, en referencia al pago de impuestos al
emperador romano.
Entendemos
que el hecho de que Jesús escriba en tierra por dos veces (versículos 6 y 8) es
un gesto de no involucrarse en la prueba o trampa que le estaban tendiendo los
maestros de la ley y fariseos.
La
respuesta de Jesús en el versículo 7 es más lapidaria que las piedras que
pretendían arrojar sobre la mujer encontrada en adulterio, y para ello utiliza
la misma ley mosaica, pues cuando alguien es acusado de adulterio, los testigos
de la acusación son los responsables de arrojar las primeras piedras, quedando
involucrados con esa ejecución y luego todo el pueblo (Levítico 24,10-16;
Deuteronomio 17,2-7). De esta forma, la ley pretendía asegurarse que el
testimonio dado fuera verdadero.
Un
aspecto importante a tener en cuenta en este contexto, es que importa poco el
pecado de la mujer, ella es simplemente la excusa para tender una trampa
poniendo a prueba a Jesús. Si a los maestros de la ley y a los fariseos les
hubiera preocupado el pecado cometido por la mujer, la habrían ejecutado sin
consultar a Jesús. La razón de la consulta era encontrar una prueba para
deshacerse de él.
“Y volvió a
inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oir esto, uno tras
otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos. Cuando
Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se
enderezó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están los que te acusan? ¿Ninguno te ha
condenado? Ella le contestó: —Ninguno, Señor. Jesús le dijo: —Tampoco yo te
condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar” (Juan 8,8-11).
Sin
lugar a dudas, en el contexto patriarcal y machista de la sociedad y cultura de
Jesús, esta mujer sorprendida en adulterio, seguramente estaba preparada a
morir, nada que ella hiciera o dijera cambiaría el desenlace; sin embargo, la
escena culmina con la mujer viva.
Recién
cuando todos se retiran y Jesús queda sólo con la mujer, ella comienza a
protagonizar la escena; recién ahí Jesús se preocupa por ella y le dedica su
atención.
El
punto de partida de la conversación entre Jesús y la mujer, no fue su pecado,
sino la acusación que pesaba sobre ella: “Mujer ¿dónde están los que te
acusan?”.
El
relato es claro y responde a la pregunta de los maestros de la ley y fariseos,
Jesús ni condena ni perdona, tal vez porque sabía que eso le corresponde
únicamente a Dios, sin embargo la invita a no volver a pecar. El propio Jesús
había afirmado “los que están
buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Vayan y
aprendan el significado de estas palabras: ‘Lo que quiero es que sean
compasivos, y no que ofrezcan sacrificios.’ Pues yo no he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores” (Mateo 9,12) y también: “el Hijo del hombre ha
venido a buscar y salvar lo que se había
perdido” (Lucas 19,11 cf Ezequiel 34,16).
2.
El texto en nuestro
contexto:
Sin
lugar a dudas, las comunidades eclesiales del siglo XXI continuamos enfrentadas
con respecto al tema del adulterio.
Frente
a las Iglesias que toman para sí el derecho de juzgar y condenar, arrogándose
el poder de hablar en nombre de Dios, como lo hicieron los maestros de la ley y
los fariseos de este episodio, Diversidad Cristiana, junto a otras Iglesias,
seguimos el ejemplo de Jesús, no perdonamos ni juzgamos, porque para eso está
Dios.
Entendemos
que el rol de la Iglesia, en la sociedad y la cultura, es el mismo que tuvo
Jesús en su contexto, anunciar la buena noticia, a quienes están catalogadas
como personas “pecadoras”, “enfermas” y “perdidas” por quienes se encuentra en
situación de poder.
Sin
lugar a dudas, en una relación catalogada de adulterio están involucradas dos
personas, sin embargo, aún ahora, la sociedad, la cultura y la religión
fundamentalista y dogmática, continúa acusando a la mujer, producto del
machismo y el patriarcado que se continúan en la reproducción cultural. Ya no
se la lapida con piedras, sin embargo, las palabras, las actitudes, los gestos
continúan lanzándose contra ellas, generando culpas, promoviendo opresión,
vulnerando derechos y dignidad.
Siguiendo
el ejemplo de Jesús, rechazamos todo juicio y condena. En Diversidad Cristiana
abrimos un espacio acogedor para todas las personas, con el compromiso
evangélico de trabajar por los derechos y la dignidad de las personas
vulneradas, por la inclusión de las excluidas y por la liberación de las
oprimidas.
Nos
gozamos en recibir a quienes otras Iglesias excluyen, porque haciéndonos amigos
y amigas de gente de “mala fama”, nos parecemos más a Jesús (Mateo 11,19 cf
Lucas 7,34).
Buena
semana para todos y todas.
+Julio,
obispo de Diversidad Cristiana.
Quinto
domingo de Cuaresma.
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