Jueves Santo: Transitando de lo sagrado a lo profano, para que lo profano sea sagrado.
Juan
13,1-20
El texto que reflexionamos
hoy, es parte de la Cena de despedida que va de 13,1 a 17,26.
1. El texto en su contexto.
Según el evangelista Juan,
la celebración Pascual se celebra después de la muerte de Jesús (versículo 1
primera parte (a) cf 18,28; 19,14; 19,31) y pone de relieve un tema que
atraviesa todo el evangelio: “la hora de Jesús” que hace referencia a su muerte y
glorificación definitiva (versículo 1 segunda parte (b) cf 2,4; 7,6.8.30; 8,20; 12,23; 13,1; 17,1) retornando
junto al Padre. La tercera parte del versículo 1 (c) se refiere al amor
incondicional de Jesús a sus discípulos y sus discípulas, un amor extremo por
el que es capaz de dar la vida e interceder por ellos (18,8-9).
Juan plantea un movimiento
descendente – ascendente en los versículos 2-4: “Jesús sabía que había venido
de Dios y que iba a volver a Dios” (cf 16,28), haciendo referencia a su
glorificación y entronización (cf 3,35; 10,18; Mateo 11,27; 28,18; Lucas
10,22).
Este relato presenta similitudes
con los de la institución de la Eucaristía en los evangelios sinópticos:
“mientras estaba cenando” (cf Mateo 26,20-21; Marcos 14,22-23; Lucas 22,14-19).
Pero aunque esta cena tiene muchas coincidencias con la cena Pascual de los
evangelios sinópticos, en Juan no hace referencia a la cena Pascual, sino a una
de tantas comidas o cenas que Jesús mantuvo con los suyos (cf Mateo 9,10;
11,19; 26,7; Lucas 7,36-50).
El gesto de lavar los pies a
sus discípulos (versículos 5-11), resulta un escándalo para Pedro y seguramente
para cualquier miembro de una audiencia judía. Lavar los pies era una tarea
reservada a las mujeres y los esclavos (cf Génesis 18,4; 1 Samuel 25,41); era
impensable que un hombre judío lavara los pies a otra persona, un gesto capaz
de avergonzar a quienes estaban viéndolo. Pedro, llegó a comprender cabalmente
esta enseñanza del Maestro mucho tiempo después, como puede constatarse en su
exhortación a los líderes de la Iglesia (1 Pedro 5,3).
Este gesto, relacionado al
versículo 12 “volvió a ponerse la capa, se sentó otra vez a la mesa” tiene una
estrecha relación con el movimiento descenso – ascenso de los versículos 2 al
4, que planteábamos más arriba (cf Filipenses 2,6-11).
En los versículos 12 – 17,
el evangelista Juan pone en boca de Jesús, el camino que han de recorrer
quienes siguen a Jesús en el discipulado. No es un camino de honores y
reconocimientos sino de servicio humilde y solidario a las hermanas y los
hermanos (cf 1 Timoteo 5,10), siguiendo el ejemplo de Jesús (cf Mateo 20,26-28;
Marcos 10,43-45; Lucas 22,26-27; Filipenses 2,5-8; 1 Pedro 2,21). Indiscutiblemente,
Juan está dejando una enseñanza a quienes lideraban las comunidades cristianas
y era que el liderazgo pasa por el servicio.
La perícopa finaliza con dos
afirmaciones de Jesús.
La primera “para que cuando
suceda esto, ustedes crean que YO SOY” (versículo 19). Esta expresión utilizada
por el evangelista Juan en boca de Jesús, adquiere un relieve significativo; en
8,24 resulta un asunto de vida o muerte eterna y no una cuestión de identidad
como mal entendieron los judíos (8,25); en 8,58 resulta un asunto de
equiparación divina, por eso los judíos tomaron piedras para lanzarle; en 18,5 sugiere
algo más que “yo soy el que buscan”, sino más bien la presencia imponente que
hizo retroceder a la guardia y adoptar una postura reverente. También, en este
evangelio, la fórmula YO SOY va acompañada de los bienes que Jesús comunica a
la humanidad: el pan y la luz (10,12), la puerta por la que se entra (10,7.9),
la vida (11,25), el camino y la verdad (14,6). Por otro lado, recuerda la
fórmula con que es identificado el enviado antes de regresar al que lo envió
(Tobías 12,14-20). Por otro lado, hace una clara referencia a las fórmulas
divinas, reveladas en el Antiguo Testamento (Éxodo 3,14-15; Isaías 43,11; 45,5;
48,12).
La segunda “el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el
que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado” (versículo 20; cf Mateo 10,40;
Marcos 9,37; Lucas 9,48; 10,16; Juan 12,44-45). El evangelista plantea la
íntima y estrecha relación entre quien envía y quien es enviado (Juan 12,45;
14,9 cf 1,18; Colosenses 1,15; Hebreos 1,3).
El evangelista Juan, presenta a Jesús transitando
del lugar sagrado al profano para que el profano sea sagrado. El Hijo (= La
Palabra, El Verbo) de naturaleza divina había salido de Dios y encarnándose, volvía
a Dios con naturaleza humana. Jesús, como Maestro y Señor, presidiendo la cena
había dejado su lugar, para lavar los pies de sus amigos, retornando luego de
haber transitado por un rol de Siervo y de Mujer. Arriesga aún más el
evangelista, reemplazando la institución de la Eucaristía, presente en los
sinópticos, un momento profundamente sagrado, donde Jesús se queda para siempre
en la comunidad eclesial, por un gesto totalmente profano, como lavar los pies
a alguien, poniendo en el mismo rango de importancia, Eucaristía y Servicio.
2. El texto en nuestro contexto.
El análisis del texto en su
contexto, pone en el centro del mensaje el gesto del humildad y servicio del
liderazgo eclesiástico para con la comunidad.
El liderazgo en la comunidad
eclesial necesariamente debe desempeñarse desde una actitud de servicio,
siguiendo el ejemplo de Jesús. Un servicio que se caracteriza por escandalizar
al poder político y al poder religioso. Y si nuestro servicio no produce el
efecto escandalizador, no estamos sirviendo de acuerdo a lo que Jesús espera de
nosotros y nosotras.
Evidentemente, en pleno
siglo XX y en nuestro contexto socio cultural, lavar los pies a otra persona,
una vez al año como ritual de una ceremonia, no es un claro gesto de servicio
humilde y saca de contexto el fuerte contenido evangélico de lo que Jesús
espera de nosotros y nosotras.
2.1.
La comunidad eclesial al servicio de la
sociedad:
La comunidad eclesial se
caracteriza por brindar un servicio único y exclusivo a la sociedad y la
cultura, pero con un preferencia especial a aquellas personas que están
discriminadas y excluidas, vulneradas en sus derechos y su dignidad; y ese
servicio es comunicar la buena noticia de Jesús que tiene como mensaje central
el gobierno (= reinado) de Dios que se hace presente en la historia humana.
Un mensaje que nos confirma
que “otro Dios es posible” el revelado por Jesús a través de sus palabras y sus
acciones; “otra Iglesia es posible” cuyo modelo de inclusividad y equidad es la
comunidad de hombres y mujeres que Jesús formó en torno a sí, dejándoles su
ejemplo; “”otro mundo es posible” inclusivo y solidario por el que Jesús
entregó su vida.
Este servicio de la
comunidad eclesial a la sociedad, no puede quedar limitado a declaraciones,
anuncios o comunicados; nos dice Juan en el prólogo de su evangelio “la Palabra
se hizo carne” (1,14); por lo tanto, la comunidad eclesial está llamada a hacer
que sus palabras sean acciones. No puede haber una verdadera evangelización, un
testimonio serio, si no está acompañado de acciones concretas que liberen e
incluyan: movilizando (Mateo 9,1-7); devolviendo vida (Mateo 9,18-19.23-26)
plena, digna y abundante, permitiendo ver (Mateo 9,27-31), devolviendo voz
(Mateo 9,32-34)… Esta es la
característica de una Iglesia comprometida con el Evangelio de Jesucristo
2.2.
La dirigencia eclesial al servicio de la
comunidad y de la sociedad:
Los dirigentes eclesiales no
somos señores ni maestros. A muchos líderes les gusta que le llamen pastor,
padre, monseñor, reverendo … a muchos líderes religiosos les gusta utilizar
ropas que les distinga del resto, ornamentos que dejen en evidencia el cargo
que ocupan en la comunidad… a muchos líderes religiosos les gusta ocupar
lugares de honor en las actividades comunitarias, por ejemplo las cabeceras de
las mesas, el lugar más destacado en los cultos … Jesús ya nos enseñó sobre ese
tipo de liderazgo (23,1-36).
Los dirigentes eclesiales
somos hermanos y hermanas a los que se nos confía una misión, confirmar en la
fe y cuidar a la comunidad que lideramos (cf 1 Timoteo 3,1-7; Tito 1,6-9; 1
Pedro 5,1-4) y servirla siguiendo el ejemplo de Jesús (Mateo 20,25-28).
2.3.
Diversidad Cristiana, una experiencia al
estilo de la Iglesia Apostólica:
En nuestros poco más de tres
años de vida eclesial, hemos ido construyendo una comunidad que trate de
asemejarse a aquella que formó Jesús en torno a sí. Esta experiencia ha
requerido mucho esfuerzo de análisis e investigación, de revisión y de renuncia
a nuestras tradiciones, las que traíamos de nuestras iglesias de origen.
También nos ha generado conflictos con líderes religiosos de otras comunidades
a las que hemos escandalizado por nuestro retorno a los orígenes, por nuestra
adaptación de la liturgia al contexto en el que nos encontramos, por nuestra
teología poco cristiana y mucho más jesusiana.
En Diversidad Cristiana sentimos
el desafío de transitar de lo sagrado a lo profano. Ir a nuestras raíces, en
aquellas comunidades de la iglesia antigua en el primer siglo, aprender de
ellas el seguimiento del Maestro, comprender como ellas la fe apostólica para
comunicarla a la sociedad y la cultura del siglo XXI. Entendemos que este es
nuestro servicio en el contexto en el que nos encontramos: generar espacios
inclusivos y solidarios, donde compartamos la vida cotidiana a la luz de la
experiencia de fe.
En esta celebración, sentimos
la invitación de Jesús a transformar lo profano en sagrado, asumiendo el
compromiso de servicio solidario, desinstalarnos de nuestros espacios sagrados
para instalarnos en espacios profanos, dejar la mesa del culto para ir a servir
a quienes lo necesiten; como en otro tiempo, él dejó la mesa para lavar los
pies de sus amigos.
Jueves Santo, 2013.
+Julio, obispo de Diversidad
Cristiana.
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