Comentarios Queer a la Biblia - Evangelio de Mateo (tercera entrega)
EVANGELIO DE MATEO / Thomas
Bohache
Traducción MCRP - Diversidad Cristiana
EL BAUTISMO Y LA TENTACIÓN
Después de contarnos que Jesús se estableció en Nazaret, Galilea (2.23),
Mateo salta al comienzo de su ministerio público (3.13)
¿Por qué deja fuera Mateo los años de formación de Jesús? Nadie lo sabe;
la mejor respuesta puede ser la que da John ShelbySpong, quien nos recuerda que
los orígenes de una persona no se convierten en importanten hasta que hace algo
digno de notarse en su vida posterior (Spong 1992: 59) Sin embargo, para los
lectores “queer” de Mateo, quienes deseen leerlo en silencio, la omisión de la
infancia y adolescencia de Jesús, nos da permiso para olvidar los primeros años
que no merecen recordarse – traumas familiares, acoso escolar, exclusión verbal
y física, el sentimiento de no “pertenecer” o que nuestros primeros choques
fueron de alguna manera vergonzosos. Jesús prologa su ministerio público con
dos eventos que pueden informar una lectura “queer” de Mateo –el bautismo y la
subsiguiente tentación en el desierto. El místico gay Andrew Harvey ve a Jesús
como el Hijo Divino de Dios, un modelo y guía para cada uno de nosotros, a los
efectos de que podamos convertirnos en hijos divinos; al describir a Jesús como
una suerte de “azar”, Harvey delinea tres niveles a través de los cuales todos
los seres humanos deben progresar; los dos primeros son el Bautismo y la
Tentación (Harvey 1998: 93)
MATEO 2. 23
Al llegar, se fue a vivir al pueblo de Nazaret…
MATEO 3. 13
Jesús fue de Galilea al río Jordán, donde estaba Juan
el Bautista, para que este lo bautizara…
Jesús fue bautizado, un evento que cada uno de los Evangelios canónicos
registra en su forma propia (Mateo 3: 13; Marcos 1: 9-11; Lucas 2: 21-22; Juan
1: 32-4) Estoy de acuerdo con Harvey, en que el bautismo es el primer escalón
que los cristianos debemos cruzar en nuestro viaje de fe.
[Creo que la novedad que el bautismo representa, puede ser hallada por
cualquier persona, sea o no cristiana, “queer” o no; pero, debido a que
“bautismo” es un término con un simbolismo únicamente cristiano, no presumo de
reclamar su significación para aquellos que caminan en otros senderos divinos.
En mi opinión, uno de los peligros de la teología cristiana y misiología es su
reclamo de “la Verdad”, lo que alguien ha etiquetado con razón como
“imperialismo cristiano” (Gillis 1998: 28)]
En un contexto “queer”, creo que el bautismo simboliza el “proceso de
salida”, por el cual las personas gays y lesbianas finalmente llegamos a un
acuerdo con quiénes somos, y buscamos eliminar la homofobia que fue impresa en
nuestras psiquis durante nuestros años de formación. El proceso de salida
“limpia” a la persona “queer”, de modo que ella/él puede proclamar las buenas
noticias sin los impedimentos de la pasada carga. Esto no se limita a las
personas “queer” gays y lesbianas: creo que cualquier persona que sea “queer”
de acuerdo con mi anterior definición, debe “salir” y ser “bautizada” en la
no-heteronormativa; mi propio padre es un hermoso ejemplo de un hombre
heterosexual que “salió” como padre de un hijo gay, y es hoy un campeón de los
derechos homosexuales, en la iglesia y en la sociedad; pero, como mi propia
“salida”, el suyo fue un proceso que no sucede de la noche a la mañana.
Un teólogo católico romano, Ronald Rolheiser, ha afirmado “Someterse al
amor es ser bautizado” (Rolheiser 1996: 173) Una lectura “queer” del bautismo
de Jesús, verá sin duda a la persona “queer” como sometiéndose al amor de Dios,
a pesar de lo que nos digan la historia, los hechos contemporáneos y las
iglesias de Dios. El amor de Dios, para todas las personas, nunca nos deja.
Hasta que lo reconozcamos, sí, nos sometamos a él, no podremos tener éxito como
personas auténticas, que son hijas de Dios. “Salir del armario”, como un acto
de amor a uno/una mismo/a, es no solo un sacramento de bautismo, sino un umbral
que debemos cruzar en nuestro viaje a la auto-actualización. Más aún, no
podemos esperar acercarnos, tocar a otros con una palabra o un acto, como hizo
Jesús (lo que el teólogo medieval MeisterEckhart llamó “ser otros Cristos”, ver
Fox 1988: 121), hasta que estemos dispuestos a tener suficiente amor por
nosotros/as mismos/as, para compartir todo lo que somos con los demás.
Este es el amor que echa fuera todo temor (1 Juan 4-18)
18: Donde hay amor, no hay miedo. Al contrario, el
amor echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si alguien
tiene miedo, es que no ha llegado a amar perfectamente.
El miedo al rechazo, a la marginación, a la herida física. Es un amor
enraizado en la fe de que Dios nos amó tanto para crearnos como somos, así
deberíamos amar a Dios lo suficiente para someternos a su amor por nosotros.
Un segundo umbral “queer” que debemos cruzar a medida que aprendemos de
la vida de Jesús, es la tentación (Mateo 4: 1-11)
Luego, el espíritu llevó a Jesús al desierto, para que
el diablo lo pusiera a prueba.
Estuvo cuarenta días y cuarenta noches sin comer, y
después sintió hambre. El diablo se acercó entonces a Jesús para ponerlo a
prueba, y le dijo: - Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se
conviertan en panes.
Pero Jesús le contestó: - La Escritura dice: “No solo
de pan vivirá el hombre, sino también de toda palabra que salga de los labios
de Dios”.
Luego, el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén,
lo subió a la parte más alta del templo, y le dijo: - Si de veras eres Hijo de
Dios, tírate abajo; porque la Escritura dice:
“Dios mandará que sus ángeles / te cuiden.
Te levantarán con sus manos / para que no tropieces
con piedra alguna.”
Jesús le contestó: -También dice la Escritura: “No
pongas a prueba al Señor tu Dios.
Finalmente, el diablo lo llevó a un cerro muy alto, y
mostrándole a todos los países del mundo y la grandeza de ellos, le dijo: - Yo
te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras.
Jesús le contestó: - Vete, Satanás, porque la
Escritura dice: “Adora al Señor tu Dios, y sírvele solo a él.
Entonces, el diablo se apartó de Jesús, y unos ángeles
acudieron a servirle.
Mateo nos cuenta que tan pronto como fue bautizado, Jesús fue “llevado
por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Enseguida que
aceptó el amor de Dios por él y llamado “Hijo Amado” (3.17), Jesús fue sujetado
por fuerzas que intentarían arrancarlo de ese amor.
Se oyó entonces una voz del cielo, que decía: - Este
es mi Hijo amado, a quien he elegido”.
Y esto es así con los queridos hijos de Dios “queer”; a menudo, cuando
hemos logrado una medida de éxito en nuestro proceso de salida, hay fuerzas que
nos rodean para debilitar nuestra autoestima, para robarnos nuestro divino
derecho, que es el amor incondicional de Dios, que no juzga, y para detener
cualquier progreso que hayamos realizado en nuestro acceso a la libertad. Esto
es exactamente lo que “el diablo” (una metáfora para el mal humano en nuestro
mundo), trata de hacer con Jesús.
Ella/él le ofrece comodidad material, seguridad física, riqueza y poder,
si él se vuelve de espaldas a Dios y adora al maligno. Las vidas “queer”
encuentran estas fuerzas diariamente. Los políticos e incluso nuestros propios
líderes sugieren que quizás deberíamos aceptar uniones civiles en lugar de
matrimonio, los jefes y líderes de iglesias nos urgen a ser menos ostentosos o
estridentes, a los efectos de salir adelante, la familia y los amigos nos
tientan con placeres económicos y eróticos – si aceptamos de alguna manera
alejarnos del amor a nosotros mismos que el conocimiento del amor incondicional
de Dios engendra en nosotros/as. El mensaje para todas las personas, pero
especialmente para las personas “queer” de fe, es que no se puede gozar la
entrada del bautismo al amor de Dios, sin la atracción de los que están afuera.
Con Jesús, podemos tomar del poder del amor divino, las fuerzas para derrotar y
vences a las otras fuerzas y continuar adelante, hacia el mensaje y el ministerio
que Dios nos hará compartir con otras personas.
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