Comentarios Queer a la Biblia - Evangelio de Mateo (primera entrega)
Comenzamos una nueva entrega de los Comentarios Queer a la Biblia. A partir de este momento, entregaremos periódicamente, traducciones del Evangelio de Mateo.-
EVANGELIO DE MATEO / Thomas
Bohache
Traducción MCRP / Diversidad Cristiana
En un mundo postmoderno, secular,
¿Por qué es necesario leer o interpretar la Biblia Cristiana tradicional? Estoy
de acuerdo con el intérprete bíblico postcolonial, R. S. Sugirtharajah’s y su
evaluación de esta cuestión:
“La respuesta está en aquellos
que están ocupados utilizando textos bíblicos para definir una visión estrecha
de la fe bíblica, especialmente luego de los atentados del 11 de setiembre, en
los Estados Unidos. Esto incluye a un presidente que cita las Escrituras, y que
representa al único super-poder mundial que combina patriotismo con un sentido
de misión divina. En Bush, tenemos un piadoso líder cristiano, cuya visión del
mundo está determinada y restringida por una única y simplista lectura de la
Biblia, que borra toda indeterminación y ambigüedad. Es precisamente esto, lo
que hace que valga la pena volver a sus páginas, para clarificarla para todos
aquellos que adhieren a una comprensión estrecha de la Biblia, un libro no
único en su mensaje, sino con muchos. A veces, los textos bíblicos emiten
señales conflictivas.” (Sugirtharajah 2002: 2)
La Biblia no trasmite un único
mensaje, sino muchos: esto se demuestra con la diversidad de interpretaciones
que se ven hoy en día, a medida que las personas exploran el texto, a través de
lentes interpretativas de cada uno de sus lectores: negros, blancos, amarillos,
rojos, blancos, femeninos, masculinos, laicos o clericales; poderosos o
marginados; académicos o no-especialistas.
Los lectores contemporáneos han
descubierto no solo que Dios los encuentra en sus propias circunstancias en las
páginas de la Escritura, sino también que estas mismas circunstancias los
asisten en el reclamo de voces suprimidas o silenciadas en el pasado bíblico.
Me aproximo al Evangelio de Mateo
en varias formas diferentes; en primer lugar, como blanco, varón educado, del
país más poderoso de la Tierra; en segundo lugar, como una persona nacida,
criada y educada en la Iglesia Católica Romana; en tercer lugar, como una
persona “queer”, específicamente, un varón gay que asumió su sexualidad durante
los turbulentos años 1970s.
Las dos primeras condiciones me
ubican como una persona privilegiada, que es correcta y tiene derechos, solo en
virtud del lugar donde vive y cómo luce, o qué credo sostiene. Sin embargo, la
tercera condición que me describe, me coloca al margen en muchos aspectos: es
la condición que mi país e iglesia de origen, no reconocen como merecedora de
un lugar social y un asiento en su mesa. Al ser un refugiado proveniente del
Catolicismo, fui acogido por la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, donde la
orientación sexual es solo un tema, porque es la ubicación social, política y
espiritual de la que prescindimos como pueblo de fe. No soy (aún) un refugiado
desde los Estados Unidos, más bien, con otras personas “queer” (entre las
cuales incluyo no solo gays, sino lesbianas, bisexuales, y trasgénero, sino
también nuestros apoyos hetero, quienes en una sociedad heterosexual son
también “queer”), me encuentro entre los colonizados: aquellos que viven bajo
la hegemonía de los heterosexuales, la heterosexualidad y la hetero-normatividad.
Como tales, nosotros/as, “queers”
colonizados, a pesar de nuestros esfuerzos, nos sometemos sin embargo a
aquellos que están en el poder, que dictan una forma de vida totalmente de acuerdo con sus agendas
privilegiadas, sin cuestionarse nunca si sus condiciones están ordenadas por la
divinidad o construidas por los humanos.
En este aspecto, ser “queer” en
los heterosexualmente dominados Estados Unidos, (o sin duda, en todo el mundo
occidental industrializado) en el siglo XXI, no es tan diferente a ser un
campesino judío en la Palestina ocupada por Roma, en el siglo I de la Era
Cristiana. Los estudios en el campo del Nuevo Testamento se han enriquecido por
los trabajos socio-científicos y tras-culturales, que muestran que el pueblo
judío en la época de Jesús, había sido colonizado y era oprimido en una base cotidiana,
día a día, por el imperio romano. Más aún, las elites locales, a los efectos de
asegurar su propia prosperidad, oprimían también a su pueblo, en una variedad
de formas. Cuando abordamos el Evangelio de Mateo sobre este panorama,
utilizando una “hermenéutica de sospecha”, podemos ver, desde el texto,
entrelíneas que han sido obviadas por las lecturas de aquellos en el poder, y
por lo tanto, desarrollar una “hermenéutica de recuerdo y reclamación”, que se
convierte en “hermenéutica de proclamación”, para aquellos que hoy están excluidos
por el poder. Este capítulo busca hacer esto, para una comunidad “queer”.
Una “hermenéutica de sospecha”
asume que toda la historia no ha sido contada por las interpretaciones tradicionales
de un texto; ella “lee el silencio”, para encontrar pistas que desarrollen una
“hermenéutica de recuerdo y reclamación”, para detectar las voces de los
oprimidos, que pueden haber sido previamente ignoradas, ya sea deliberadamente
o sin intención. La lectura puede, así,
a través del reclamo de lo que ha sido dejado fuera, avanzar hacia una
“hermenéutica de proclamación”, que revela interpretaciones frescas, que
incluyan a los marginados. Estos términos están adaptados de los estudios de
liberación-crítica feminista, originalmente popularizados en los abordajes del
Nuevo Testamento, por Elisabeth SchüsslerFiorenza (1983 y 1992ª.), y utilizados
por ElaineWainwright (1994b: 638-9)
EL CONTEXTO IMPERIAL
El territorio geográfico que
había constituido una vez los reinos bíblicos de Israel y Judá, fue conquistado
por una serie de imperios extranjeros, alrededor del siglo VIII a. C. El reino
del Norte (Israel) fue el primero en caer, seguido eventualmente por el reino
del Sur (Judá) Los libros proféticos de la Biblia Hebrea hablan del caos
político y militar, que permitió primero a los asirios y luego a los
babilonios, subyugar a estos reinos. En efecto, los babilonios devastaron de
tal manera, la tierra y las personas, que el templo de Jerusalén fue derribado
hasta el piso y la aristocracia judía fue llevada a Babilonia, luego de
asesinar a todas sus familias. Después que sucumbiera el imperio babilonio bajo
el imperio persa, a algunos de los judíos (como comenzaron a ser llamados
durante su exilio en Babilonia), se les permitió regresar a su tierra natal y
reconstruir su templo. Se restauró el alto sacerdocio y los sacrificios se retomaron.
Todo bajo la supervisión y control de señores extranjeros, originalmente los
persas, bajo Ciro el Grande, pero luego por los griegos, que habían obtenido el
control de todo el Mediterráneo oriental, a través de la expansión conducida
por Alejandro el Grande. Durante un breve período de 100 años, los judíos
ganaron el auto-gobierno, a través de los esfuerzos de los Macabeos, que
pudieron vencer a los sucesores de Alejandro y establecer una teocracia en
Judea, bajo la familia de los Asmoneos.
Entre tanto, mientras los judíos
estaban tan ocupados, otro poder extranjero había construido un gran imperio en
el mundo Mediterráneo. Primero bajo su Senado y luego bajo una serie de
Triunviratos, la República de Roma había extendido su poder militar y político,
suplantando al Imperio Helenístico establecido por Alejandro, pero en desorden
después de la muerte de este. En el año 64 a. C., a los efectos de asegurar la
frontera Oriental del siempre creciente imperio, el ejército romano conquistó y
anexó Siria y luego, al año siguiente, volvió su atención a Judea. Hasta este
momento, los romanos no habían interferido en el estado judío; sin embargo,
vieron una oportunidad de ampliar su base de poder en la región, cuando los Asmoneos comenzaron a pelearse por
quién iba a gobernar. Después de tres meses de sitio, el ejército romano
sometió a la ciudad de Jerusalén, capturó el templo y declaró a uno de los Asmoneos
como sumo sacerdote, por la fuerza de las armas.
Sin embargo, en un movimiento que
iba a tener repercusiones de largo plazo, Roma quitó a la familia del gobierno
político, e instaló como administrador a un judío extranjero, llamado
Antipater. Así, Palestina (como llamaban los romanos a los reinos bíblicos de
Israel y Judá) se convirtió en un estado vasallo del Imperio romano, en el año
62 a. C.
No obstante esto, el estilo
romano de olvido, era diferente de los
previos conquistadores de los judíos. Después de la matanza militar inicial,
los romanos pusieron a un gobernador, con el cual podían administrar la
jurisdicción como su “mascota” (por ejemplo, Antipater, los dos Herodes, y
Arquelao, en el Evangelio de Mateo) Cuando esto falló, los romanos designaron a
un militar de los suyos, como gobernador o prefecto (como fue Poncio Pilato) De
esta manera, Roma intentó aparecer como benévola frente a sus pueblos
subordinados, permitiendo una apariencia de auto-gobierno y una fachada de paz,
mientras mantenía un estricto control a través de la ocupación militar, la
imposición de tributos y fuertes represiones en caso de insurrección: todo esto
habría sido común en el mundo de Jesús de Nazaret.
El Imperio romano alcanzó su
zenit bajo César Octavio, el hijo adoptivo de Julio César, quien luchó por el
control del liderazgo romano, después del asesinato de su padre y, después de
la derrota de Marco Antonio y Cleopatra, asumió toda la autoridad sobre el
Imperio, adoptando los títulos de augusto (el digno de reverencia) y príncipe
(el primer hombre), en lugar de imperator (emperador) De esta manera, Augusto
(como fue conocido desde entonces) comenzó a hacer crecer la ficción de que él
era simplemente (“el primero entre muchos”), en lugar de un tirano. Además, a
través de los poetas de la corte, como Virgilio y Horacio, se publicó que su
gobierno era un período de prosperidad para todo el Imperio, después de décadas
de guerra civil, un tiempo llamado Paz Romana. Jesús nació durante el reinado
de Augusto (27 a. C. – 14 d. C.); su ministerio y ejecución ocurrieron durante
el reinado de Tiberio, el hijo político de Augusto y sucesor (14-37 d. C.) El
Evangelio de Mateo fue escrito muy probablemente alrededor de 50 años más
tarde, durante el reinado de Domiciano (81-96), cuyo padre, Vespasiano y su
hermano Tito, habían sido responsables por la destrucción del templo de
Jerusalén en el año 70, después de una década de rebelión judía.
No creo que el Evangelio de Mateo
(ninguno del Nuevo Testamento, por esa razón) pueda ser leído adecuadamente sin
una comprensión de lo que estaba ocurriendo en el contexto político, social,
económico y religioso. En efecto, sostengo que el Evangelio de Mateo, como el
de Juan, está compuesto en dos niveles: el primero está en lo que quiere contar
(los eventos en la vida de Jesús), mientras el segundo está en lo que ocurría
en la época de su escritura (la vida en la comunidad de Mateo) Así, los
lectores y oyentes del Evangelio podrían estar alerta no solo del contexto de
Jesús, sino también del propio; además, recordarían el contexto completo de la
historia judía. Cada uno de estos contextos trata del imperialismo, el
colonialismo, la subyugación y dominación; y a través de esta óptica interpreto
el Evangelio de Mateo, como un hombre blanco del siglo XXI, norteamericano y “queer”. La audiencia de Mateo pudo haber recibido las
palabras de su Evangelio, con la memoria de la esclavitud, la ocupación, el
exilio, los impuestos opresivos y el asesinato aprobado por el gobierno. Así
también el lector “queer” de hoy en día lee este Evangelio, recordando la
historia de la iglesia con las personas “queer”: quemas patrocinadas por el
gobierno, prisiones bajo acusaciones falsas, ejecuciones, exclusión y acoso a
gays y lesbianas, prejuicios en todos los niveles sociales. Recordamos también
el tratamiento diferente de acuerdo con la ley, a pesar de los impuestos
iguales, y la cotidiana ocupación colonial de las mentes, a manos de una
sociedad heterosexual.
EL AUTOR Y LA AUDIENCIA
Es imposible discernir si el
autor del Evangelio de acuerdo con Mateo, fue mujer u hombre. Es una certeza
virtual que el autor no fue el ex –
recaudador de impuestos y discípulo de Jesús,
a menos que fuera muy anciano en el momento de la composición, alrededor
de los años 80 d. C. Se han propuesto varias regiones para la localización de
su redacción, pero la mayoría de los estudiosos aceptan Siria, posiblemente la ciudad de Antioquia, como su
lugar de origen. Debido al énfasis que hace el Evangelio en la enseñanza,
algunos han sugerido que su contexto inmediato fue una escuela (Witherington
1994: Deutsch 1996) Como el autor parece familiarizado con el idioma de Jesús, su
historia y su cultura, es probable que él / ella escribía para una comunidad
compuesta predominantemente por judíos (Harrington 1991; Meier 1979) Los
eruditos no están de acuerdo en cuanto a si los miembros de la comunidad de
Mateo fueron judíos cristianos, que ya se habían separado del Judaísmo , o
cristianos judíos que todavía se ubicaban dentro de la fe ancestral, pero veían
las enseñanzas de Jesús como una interpretación del Judaísmo, entre varias
visiones rivales de la autoridad, inmediatamente después de la destrucción del
templo de Jerusalén. Creo que el último argumento es el más convincente, y
también explica los grandes conflictos en el Evangelio, como una lucha de
interfe. (Saldarini: 1994) Más todavía, cuando los vemos de acuerdo con una
teoría postcolonial, esta lucha toma el carácter de lo que los sociólogos
llaman “violencia horizontal”, cuando, bajo el control de un poder opresivo, grupos
marginados se vuelven unos contra otros (Freire: 1970). Se ve esto en la
comunidad “queer”, cuando aquellos “en la línea dominante”, acusan a las
subculturas más exóticas o “grupos marginados” dentro de la comunidad, por
nuestro fracaso en obtener igualdad de derechos.
Recientemente, Warren Carter, en
dos estudios importantes, ha demostrado cómo el imperialismo romano puede ser
empleado como una clave hermenéutica para leer el Evangelio de Mateo y su
retrato de Jesús, así como los orígenes cristianos.
Yo leo este Evangelio como una
contra-narración. Es una obra de resistencia, escrita para un grupo religioso
ampliamente judío. Se “erige y/o habla sobre/contra” el estatus quo dominado
por poder imperial romano y el control de la sinagoga. Resiste a estas
estructuras culturales (Carter 2000: 1; se omiten las citas)
Si se asume que fue Antioquia el
lugar donde se originó el Evangelio de Mateo, la teoría de Carter es muy
llamativa. Antioquia era la capital de la provincia romana de Siria y la
residencia de su gobernador, el representante del emperador romano. El
gobernador tenía un amplio personal y una residencia palaciega en la ciudad,
con cuatro legiones militares a su disposición, que podían ser enviadas a
mantener el orden a cualquier lugar donde fuera necesario. Fue desde Antioquia
como un lugar estratégico, que las legiones y mercenarios romanos fueron
enviados a Galilea y a Judea, para aplastar las rebeliones, durante la Guerra
Judía de fines de los 60. El historiador judío Josefo anota que, en la culminación
de la guerra, en el año 70, Antioquia era la escena del triunfo militar del
general Tito, después de su conquista de Jerusalén; este triunfo implicó
enormes botines y esclavos, tomados durante el sitio. Las fuentes primarias
también revelan que cinco emperadores romanos visitaron Antioquia, entre la
época de Jesús y la composición de este Evangelio. Además de esta presencia
imperial, los edificios municipales, los templos, los impuestos y la moneda,
así como los rituales cotidianos, habrían imprimido sobre la comunidad judía de
la ciudad, la certeza de que eran una minoría sojuzgada bajo el control de
Roma.
En efecto, las monedas acuñadas
después de la conquista de Judea – que los judíos en el Imperio debían usar
cotidianamente – llevan impresas las palabras Iudea Capta (Judea Capturada) o
IudeaDevicta (Judea Conquistada), con la efigie del emperador Vespasiano de un
lado y Livia Augusta (la esposa de Augusto, que era adorada como diosa después
de su muerte) con el aspecto de la diosa Pax (Paz) del otro lado (Carter 2001:
35-46) Además, el arte del período a
menudo pintaba a la Judea conquistada como una mujer suplicante, desnuda, una
frecuente imagen imperial / colonial (Lopez 2004; Donaldson 2002)
Más aún, la población residente
en Antioquia habría tenido recuerdos económicos diarios del mecanismo imperial
romano. La mayor parte de los habitantes de la ciudad pertenecían a la pobre
clase artesana, que tenía apenas lo suficiente para sobrevivir; la ciudad
estaba superpoblada, como resultado de un flujo de refugiados campesinos que
habían huido de su región. Esto había sido consecuencia de la pérdida de
granjas heredadas, por los impuestos terribles, o debido a la tremenda
expoliación de la tierra, a efectos de satisfacer las necesidades de producción
de la elite rica imperial. Aunque vivían en Antioquia a fines del siglo I, los
oyentes de Mateo habrían visto sus propias penalidades económicas y políticas
reflejadas en las historias contenidas en el Evangelio, acerca de la vida en
Galilea 50 años antes.
De esta manera, Carter ve el
Evangelio de Mateo como una respuesta a las condiciones políticas, religiosas,
económicas y sociales en la Antioquía imperial: “El Evangelio desafía la
percepción de que Roma debería gobernar el mundo…[y] relativiza los reclamos de
Roma, los desmitifica, revela sus defectos, y audazmente se atreve a anunciar
la cierta desaparición de Roma en el establecimiento del aún futuro reino de
Dios…” (Carter 2001: 53)
Finalmente, la metodología de
Carter es útil para nuestra lectura “queer” de Mateo, en el supuesto de que él
articula a la comunidad a la que se dirige, como un grupo “en los márgenes” de
la sociedad. En primer lugar, como judíos en una ciudad ampliamente gentil, y
en segundo lugar, como aquellos que
consideran a Jesús como el Mesías, en medio de otros grupos judíos que no lo
reconocen, la comunidad de Mateo está constituida por personas marginadas.
Carter, siguiente la hermenéutica de la liberación, se enfrenta a personas
marginadas que leen textos y situaciones diferentes porque, en primer término,
los marginados viven “en ambos mundos”, la cultura dominante y la del propio
grupo; más aún, estos mundos existen “en tensión”, con diferentes valores y
responsabilidades. “Ser marginal es existir fuera del centro, en el borde, en
la periferia [y] en alguna oposición a la realidad dominante o central; en esta
periferia, ellos promueven y mantienen sus propios “responsabilidades,
prácticas y visiones del mundo”, como alternativas a los del mundo central
dominante, mientras existen en ese mundo” (Carter 2000: 45; citando a Lee 1995:
42-7)
Es esta “en-ambos, sobre-contra,
existencia alternativa”, la que crea una interpretación “queer”, exégesis del
mundo imperial, y la teoría postcolonial, en coherencia, en mi lectura de
Mateo. Como demostraré más adelante, en mi interpretación “queer” de fragmentos
de Mateo, los lectores “queer” marcan un acto de balanca entre el mundo hetero,
que coloniza nuestras vidas cotidianas. Nuestra propia imaginación “queer”, en
la cual somos libres para soñar con el mundo como debería ser, que es
precisamente lo que hacía la comunidad de Mateo, cuando se reunía para leer o
escuchar los relatos del “imperio alternativo” de Jesús.
Janice Capel Anderson se refiere
a esto como la respuesta al “lector real” de Mateo, que ella contrasta con el
“lector implícito”, a quien el autor tenía en mente, pero cuyas reacciones
podrían no ser las mismas que las del primer lector. Por ejemplo, ella anota
que las mujeres lectoras reales reaccionarían en forma diferente al nivel
androcéntrico del texto, a una lectura implícita o intencional de un hombre. De
la misma manera, los lectores reales “queer” ven matices en el texto que un
lector implícito heterosexual ni siquiera consideraría (Anderson 2001: 45-7)
UNA NOTA SOBRE “QUEERING”
El resto de este ensayo será un
comentario de fragmentos específicos en el Evangelio de Mateo, desde una
perspectiva “queer”, proceso que yo – con otros eruditos “queer” – llamo
“queering”. Como se ha anotado más arriba, utilizo el término “queer” en un
sentido inclusivo, para referirme a todos aquellos que están desempoderados
(que no tienen poder) en un mundo hetero-normativo, sea que se identifiquen
como gay, lesbiana, bisexual, trasgénero, heterosexual, cuestionador, o nada de
estos. De acuerdo con tal manera de pensar, el término “queer” implica
diversidad, debido a su significación imprecisa y difícil – de – definir. Más
aún, “queer” tiene ambos sentidos: adjetivo (descriptivo) y verbal (activo)
Cuando algo es “queer”, es fuera de lo común, de lo ordinario, inusual e
inconformista, para la cultura dominante. Una persona “queer” puede ser vista
como transgresora, heterodoxa, radical, contra, porque una sociedad
imperialista y hetero-normativa, esta persona navega en oposición intencional a
una corriente aparentemente fija. De la misma forma, el verbo “queer” nos
recuerda el antiguo sentido inglés del verbo “tostir up” (agitar); es decir, no
adaptarse a las respuestas fáciles del estatus quo. Así, “queer” una parte de
la Escritura, es interpretarla de una manera no usual y no-normativa, para
sacudirla y ver cómo podría ser reconfigurada, o incluso, como el teólogo
“queer” y activista Robert Goss ha afirmado, rebuscar lo que ya ha sido buscado
(Goss 1993) Como he escrito en otra parte, “una hermenéutica “queer”…no solo es
“queer”, sino que lo será: Debe ser un cuestionamiento y una volverse a
montones de tradiciones heteropatriarcales, para revelar lo que hay debajo de
ellas” (Bohache 2003: 25)
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