Tercer domingo de cuaresma: Conversión eclesial


Tercer domingo de cuaresma: Conversión eclesial.


2 13”Como ya se acercaba la fiesta de la Pascua de los judíos, Jesús fue a Jerusalén. 14Y encontró en el templo a los vendedores de novillos, ovejas y palomas, y a los que estaban sentados en los puestos donde se le cambiaba el dinero a la gente. 15Al verlo, Jesús tomó unas cuerdas, se hizo un látigo y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y sus novillos. A los que cambiaban dinero les arrojó las monedas al suelo y les volcó las mesas. 16A los vendedores de palomas les dijo: —¡Saquen esto de aquí! ¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre! 17Entonces sus discípulos se acordaron de la Escritura que dice: “Me consumirá el celo por tu casa.”

18Los judíos le preguntaron: —¿Qué prueba nos das de tu autoridad para hacer esto? 19Jesús les contestó: —Destruyan este templo, y en tres días volveré a levantarlo. 20Los judíos le dijeron: —Cuarenta y seis años se ha trabajado en la construcción de este templo, ¿y tú en tres días lo vas a levantar?21Pero el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo. 22Por eso, cuando resucitó, sus discípulos se acordaron de esto que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.

23Mientras Jesús estaba en Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales milagrosas que hacía. 24Pero Jesús no confiaba en ellos, porque los conocía a todos. 25No necesitaba que nadie le dijera nada acerca de la gente, pues él mismo conocía el corazón del hombre”. (Juan 2,13-25 versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy. cf  Mt 21.12–13; Mc 11.15–18; Lc 19.45–46)


1.    El texto y su contexto:

Este relato es común a los cuatro Evangelios. Juan relata tres fiestas de Pascua (2,23; 6,4; 11,55) y ubica este episodio en la primera fiesta. Los otros tres Evangelios relatan sólo una fiesta y ubican este episodio en ese relato.

El escenario nos ubica en el Templo de Jerusalén, en la región de Judea y próximos a la fiesta de la Pascua judía (Ex 12,1-27; Dt 16,1-8).

El Templo de Jerusalén tenía tres espacios. Este episodio se ubica en el espacio exterior denominado el Atrio de los Gentiles, el lugar hasta el que podía llegar las personas extranjeras. Allí se ubicaban los puestos de venta de animales para los sacrificios y se cambiaban monedas extranjeras, que se consideraban impuras, por monedas de Tiro que eran las únicas aceptadas como ofrenda o en pago de impuesto para el Templo.

Si bien este negocio era legítimo en si mismo se prestaba a grandes tipos de abuso, beneficiando a los saduceos y sus familias que se enriquecían a partir de esta situación abusiva para con el pueblo y los extranjeros.
Ante esta situación de injusticia, los versículos 15 al 17 presentan a Jesús reaccionando violentamente contra ellos:

15Al verlo, Jesús tomó unas cuerdas, se hizo un látigo y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y sus novillos. A los que cambiaban dinero les arrojó las monedas al suelo y les volcó las mesas. 16A los vendedores de palomas les dijo: —¡Saquen esto de aquí! ¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre! 17Entonces sus discípulos se acordaron de la Escritura que dice: “Me consumirá el celo por tu casa.

La respuesta de los líderes religiosos y su entorno no se dejó esperar. Reclamen una prueba de la autoridad de Jesús, que pretende cambiar esta tradición religiosa, alterando la dinámica del Templo, el espacio sagrado donde según la fe y la tradición judía, reside la presencia divina.

La respuesta de Jesús tampoco se hizo esperar. Y como de costumbre, escandalizó a los líderes religiosos con sus palabras:

—Destruyan este templo, y en tres días volveré a levantarlo.

El Templo actual, había comenzado a restaurarse a partir del año 20 aC por Herodes el Grande y finalizó en el año 64 dC. La afirmación de los líderes religiosos, sobre los 46 años de obras (versículo 20), nos sitúa aproximadamente en el año 28 dC.

El término “levantar” que utiliza el Evangelio es ambiguo, puede hacer referencia a la reconstrucción del Templo (Mt 24,2; Lc 19,44), pero también a la Resurrección de Jesús (Mt 26,61; 27,40; Mc 14,58; 15,29).

Tengamos en cuenta que este relato, es puesto por escrito aproximadamente medio siglo después, a partir de la reflexión y la experiencia del Acontecimiento Pascual (versículo 24). Para la comunidad cristiana, destinataria de este Evangelio, ya no está simbolizada en medio de la humanidad, por el lugar material del Templo, que por cierto, en esa época ya había sido destruido por el imperio romano (aproximadamente año 70 dC) sino que se realiza en la persona de Jesús:

“También dijo Jesús: —Les aseguro que ustedes verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”  (Jn 1,51 cf 4,21-24, Ap 21,22).

Este versículo, que antecede a nuestro texto de reflexión, hace referencia al sueño que tuvo Jacob (Gn 28,10-17). Cuando Jacob comprendió que el lugar donde se encontraba era sagrado, lo llamó “Betel” que significa “Casa de Dios”. La reflexión post pascual de los discípulos, en el versículo 22) nos sugiere que ellos comprendieron que Jesús era la verdadera y definitiva “Casa de Dios”, el “Nuevo Espacio Sagrado” donde residía la plenitud de la divinidad (Col 1,19).



2.    El texto hoy:

El Evangelio llama a las comunidades cristianas en la actualidad a una conversión eclesial.

Hemos vuelto a crear “espacios sagrados” donde se producen abusos y se genera injusticia. En muchas iglesias que se llaman cristianas se discrimina, se excluye o se expulsa a las personas por su orientación sexual, por su estado civil, por utilizar métodos anticonceptivos vulnerando sus derechos y su dignidad.

Hemos vuelto a crear prácticas que definen lo puro y lo impuro.

Hemos vuelto a instalar ritos y sacrificios en esos espacios sagrados a los que llamamos templo o iglesia.

Una lectura seria y responsable de este texto evangélico, a la luz del Acontecimiento Pascual:

-       nos enfrenta al reproche de Jesús: ¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre! Estamos siendo un obstáculo para que otras personas puedan acceder al Reino;

-       nos llama a la conversión eclesial.

Las comunidades cristianas tenemos que despojarnos de todo lo que obstaculiza las manifestaciones del Reino en nuestra sociedad y nuestra cultura, de todo lo que genera exclusión a la interna de nuestras congregaciones, de todo lo que vulnera los derechos y la dignidad de las personas a la interna de nuestras iglesias.

Tenemos que ser signo de acogida e inclusión para todas las personas, porque Dios no hace diferencia entre ellas (Hch 10,34) y esto, no solo de palabras sino fundamentalmente con hechos.

Jesús, sus palabras y sus acciones, y únicamente El, es el lugar sagrado de encuentro entre la Humanidad y la Divinidad. Este es el mensaje que tenemos para compartir desde la Iglesia Antigua - Diversidad Cristiana.

Buena semana para todos y todas.
+ Julio

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