No hay perfección sin justicia, sin solidaridad, y sin inclusión, porque esos son los signos que Dios revela de su proceder a través de Jesús

Reflexión semanal.

“Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado.

“También han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así. Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto”. (Biblia de Estudios Dios Habla Hoy, Mt. 5,23-48).


 
Una lectura ingenua de este Evangelio, pareciera que nos invitara a ser, o por lo menos parecer, personas tontas. Pero por el contrario, está muy lejos de eso.

En primer lugar, nos propone resolver situaciones violentas, a través de conductas no violentas. Algo para lo que socialmente las personas no estamos preparadas. Sin embargo, esa respuesta no violenta es capaz de paralizar y desarticular los hechos violentos. La historia de testimonio de ello, Jesús venció al imperio más grande y fuerte de su tiempo. El poder político y el poder religioso aliados, mataron su cuerpo, pero no pudieron hacer desaparecer su mensaje, su recuerdo, sus acciones y a ese Jesús, condenado y ejecutado, Dios lo resucitó y ese es nuestro testimonio. 

Más próximo a nuestros tiempos, Gandhi venció otro imperio poderoso de su tiempo mediante acciones pacíficas. Gandhi murió pero su recuerdo está vivo entre nosotros y nosotras.

Entre Jesús y Gandhi muchos hombres y mujeres, pusieron los cimientos de esta nueva manera de relacionarse, enfrentando y superando la violencia.

Las comunidades cristianas, estamos llamadas por Jesús a seguir su ejemplo, transformando las estructuras violentas e injustas a través de acciones no violentas y justas. Estamos llamadas a asumir un rol protagónico en la transformación de este mundo violento, con oración, pero fundamentalmente con acción, siguiendo el ejemplo de Jesús, que “pasó haciendo el bien”.

En segundo lugar, el Evangelio nos propone un desafío aún mayor. No actuar como el común de las personas, amando y odiando, discriminando y excluyendo. Las discípulas y los discípulos de Jesús, tenemos el inmenso desafío de actuar como Dios, que es perfecto, justo, compasivo, misericordioso. “Dios no hace diferencias entre las personas” (Hch. 10,34), todas tienen parte en el desarrollo de la historia, todas tienen las mismas posibilidades. La inequidad no es querida por Dios, como tampoco la discriminación, la exclusión, la persecución.

La propuesta de Jesús es amar a todas las personas por igual. Y amar, no es únicamente una expresión, un deseo, una intensión. Amar es fundamentalmente acción. Si no amamos a quienes vemos a diario, compartimos el viaje de ómnibus, compramos en el mismo supermercado, vivimos en el mismo barrio, asistimos a los mismos lugares, utilizamos el mismo ascensor, ¿como podemos decir que amamos a Dios a quien nunca vimos?. Todas las personas son sacramento de Dios y Dios, quiere ser amado en ellas, especialmente en las que son vulneradas en su dignidad y derechos.

Algunas comunidades cristianas, dicen amar a Dios, dar culto a Dios, servir a Dios, pero promueven el odio y la condena hacia personas que son diferentes, que no cumplen sus expectativas, que no se ajustan a sus modelos. Algunas comunidades que dicen ser cristianas, condenan a las personas gays, lesbianas, bisexuales y trans, excluyen de la comunión de la Mesa Eucarística a las personas divorciadas, culpabilizan a las mujeres que abortan, condenan a quienes utilizan métodos anticonceptivos.

Estas comunidades, no descubrieron el mensaje sanador, liberador e inclusivo de Jesús, a quien dicen que siguen. Interpretan el Evangelio, que es Buena Noticia, desde una hermenéutica errónea, entonces, se posesionan en el lugar de Dios, atribuyéndose derechos para juzgar y condenar. Generan odio, rechazo, dolor, inequidad, injusticia, exclusión.

El Evangelio de hoy, nos urge a transformar las estructuras violentas de este mundo y las estructuras generadoras de odio, en nuestras familias, nuestros trabajos, nuestras iglesias. Cuando logremos, tomar la causa de Jesús como nuestra causa, entonces, y sólo entonces, podremos ser “perfectos como nuestro Padre es perfecto”.

No hay perfección sin justicia, sin solidaridad, y sin inclusión, porque esos son los signos que Dios revela de su proceder, a través de Jesús que es Dios con nosotros y entre nosotros.

Buena semana para todos y todas.
Pbro. Julio.

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