Patriarcado: idolatría y poder
Género y lectura feminista de la
Biblia
Autor Julio Vallarino
Introducción
Ez
16 es un relato alegórico que describe a grandes rasgos la historia de Israel
en relación a Dios utilizando la figura de la relación matrimonial entre un
hombre (= Dios) y una mujer (= Israel), una imagen que no le era extraña al
colectivo de los profetas bíblicos (cf Os 1-3; Jr 2,1-3; Ez 23).
Este
breve ensayo consta de tres partes, en la primera trataremos de presentar un
análisis del contexto bíblico en que se produce el texto, en la segunda una
lectura y análisis del texto desde nuestro contexto, para finalmente presentar
algunas conclusiones como puertas entre abiertas que nos permitan, por un lado,
rescatar el mensaje originario de Ezequiel para nuestro contexto y por otro
lado, utilizar la reserva de sentido para otras posibles lecturas para nuestro
contexto.
“La Biblia como texto sagrado tras
la lectura de Ezequiel 16”
1.
El
texto en su contexto
El
capítulo comienza con el encargo de Dios al profeta: “haz saber a Jerusalén” (versículo 2). La denuncia remite a la
audiencia a los orígenes paganos de Jerusalén (versículo 3) ya que antes de
formarse el Reino de Judá era una ciudad cananea donde residían los jebuseos (2
Sam5,6-9). Israel es presentada como una niña abandonada de la que Dios se
compadece, cuida y protege (versículos 4-7), que al hacerse mujer la toma en
matrimonio, la embellece y le da fama (versículos 8-14), pero Israel una y otra
vez con sus prácticas idolátricas abandona a Dios, introduciendo Ezequiel las
figuras de la infidelidad (cf Os 2,16; Is 54,5; Jr 2,2) y el adulterio (Os 2,5;
4,10-13; Jr 3,1-4; 5,7; 13,27) en la relación matrimonial que anteriormente
utilizaron otros profetas (versículos 15-26 cf Os 11,1-2; Jr 2,20).
A
pesar de que Dios castigó la idolatría de Israel, éste no se mantuvo fiel y no
retornó a la Alianza, por el contrario se mantuvo en su infidelidad (versículos
27-34), por eso Dios abandona a Israel, la juzga y condena por infiel
entregándola a sus enemigos, utilizando aquí la figura de los amantes de la
adúltera y la imagen de la ejecución por adulterio (Dt 22,22; Lv 20,10)
estableciendo una variante, no serán ejecutados la adúltera y su amante sino
que los amantes ejecutarán a la adúltera (versículos 35-43).
Israel
no tiene una conducta aislada, es similar a la de otras ciudades. Ezequiel
continúa utilizando la figura femenina, ahora habla de la madre de la adúltera
y sus hermanas (versículos 44-58). Samaria capital del Reino del Norte había
sido destruida por el imperio asirio (2 Re 17,5-6) al igual que Sodoma
anteriormente (Gen 13,10). Pero finalmente Dios mantendrá y amor y renovará su
alianza con Israel (versículos 59-63).
1.1.
Información
sobre el autor del texto.
Ezequiel
era sacerdote, como todos los sacerdotes que residían en Jerusalén,
correspondía a la clase media alta, por lo tanto, transitaba en los círculos de
la aristocracia judía. Fue testigo directo del sitio a Jerusalén y las brutales
deportaciones que el imperio babilónico realizó en tierras judías. Él mismo fue
llevado junto al primer grupo de deportados: miembros de la corte, sacerdotes,
personalidades influyentes.
Su
mensaje está dirigido a denunciar la infidelidad de Israel a la alianza con
Dios, infidelidad que se expresa claramente a través de la idolatría y que
tiene como consecuencia el despliegue de poder de una potencia extranjera que
se impone devastando su país. Para eso toma imágenes de su entorno, la alegoría
de una mujer infiel a su marido. Una imagen que respondía a la concepción de
mujer de su cultura y su contexto.
Como
sacerdote su mundo se divide entre lo puro y lo impuro. Levítico 11-16 es un
claro testimonio de esta concepción sacerdotal. La mujer pertenece al mundo de
lo impuro (Lv 15,19; 18,19; 20,18), esta es la representación de la mujer en el
círculo sacerdotal donde se produce el texto, un contexto permeable a la
cultura patriarcal, con una imagen asimétrica en la relación varón – mujer.
1.2.
Información
sobre el contexto donde se produce el texto
Ezequiel
toma una imagen naturalizada de la mujer como recurso metafórico para
transmitir un mensaje al pueblo. La imagen es el envase o continente, el
mensaje es el contenido, el objetivo de su predicación. Para él no es extraño
lo que está planteando, responde a su imaginario, es la representación de lo
femenina que tiene la casta sacerdotal, recordemos que por Eva entró el pecado
en el mundo según el mito de la caída (Gn 3).
Esta
concepción de la mujer es transmitida generacionalmente a través del texto
sagrado; refuerza el conjunto de mitos, valores y creencias del imaginario
colectivo; consolida la asimetría de poder entre ambos sexos, sin embargo, no
deja de ser construida y escrita por hombres.
2.
El
texto en nuestro contexto
Ez
16 y la Biblia en general nos llevan a concebir al Ser Indecible al que
llamamos Dios, con características masculinas: Dios, Creador, Padre, Juez,
Protector, Pastor, Poderoso, etc. reforzando el poder masculino y subordinando
la realidad femenina.
El
texto presenta un antropomorfismo, describiendo a Dios desde la realidad de
varón, depositando y proyectando en la figura divina atributos, mitos y
creencias masculinas.
Aplicando
la reserva de sentido, nos permite realizar otras lecturas desde otros
escenarios y aunque nos encontramos en una sociedad y una cultura patriarcal,
desde la crítica actual podemos identificar una desigualdad de género que se
perpetúa naturalizada en nuestra cultura, representada en la mujer débil,
infiel, objeto, cosificada, dependiente y en el varón fuerte - poderoso, fiel,
sujeto, señor, dueño, poseedor.
Si
bien no fue la intensión de Ezequiel reforzar esta construcción cultural de la
imagen y representación de la mujer, su intención era denunciar la idolatría
del pueblo y el poder desmedido de los invasores, una lectura literalista y
fundamentalista realizada en nuestros tiempos, sostiene y refuerza esta
creencia cultural del sistema patriarcal.
3.
Algunas
conclusiones
En
primer lugar, resulta fundamental rescatar el mensaje originario ¿qué pretendió
Ezequiel 16? Sin lugar a dudas una doble denuncia:
ü a
la idolatría en cualquiera de sus formas actuales: individualismo, consumismo,
materialismo y
ü al
poder de las potencias internacionales sobre las naciones pequeñas.
En
segundo lugar, resulta necesario en nuestro tiempo, aplicando el método
histórico crítico y los aportes de las ciencias, recuperar en la Biblia otras
imágenes y representaciones de mujeres, algunas explicitadas pero muchas, como
la mujer del relato de Ez 16, silenciadas e invisibilizadas, sin nombres, sin
rostros, sin historias, sin sentimientos.
En
tercer lugar, asumir el desafío de realizar una relectura de los textos
bíblicos desde la perspectiva feminista, para rescatar a las mujeres del lugar
donde fueron colocadas por la cultura, liberándolas de las ataduras culturales
del machismos y re creando otras imágenes y representaciones de equidad y de
justicia, desafiando al patriarcado como un sistema idolátrico (de la figura
del varón) y poderoso (en cuanto a la violencia simbólica y real que ejerce
contra las mujeres), tal como Ezequiel lo hizo en su contexto.
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