Una reflexión pastoral mirando a la cruz y a l@s crucificad@s de nuestro tiempo
Diversidad Cristiana,
comunidad presencial de Montevideo, misión San Sebastián de Pasto, comunidad
virtual, seguidor@s de facebook y del blog, tengan mucha paz.
Hoy es viernes santo. A
diferencia de la comunidad de discípulas y discípulos de Jesús, que en este día
fueron destruidas sus esperanzas por la ejecución del Maestro, porque aún no
habían tenido experiencia de la resurrección; las actuales comunidades de
discípulas y discípulos sabemos que a la cruz sigue el resurgimiento de la vida;
nuestra experiencia de fe nos da la certeza absoluta de que Dios tuvo la última
palabra en la historia “resucitando a Jesús” (Hechos 4,10).
Sin embargo, así como Jesús
fue víctima del poder político y religioso, a lo largo de la historia humana, muchas
personas comparten los sufrimientos que él padeció, producidos por un sistema
injusto e insolidario, que se manifiesta en el poder político, el poder
económico, el poder cultural, el poder religiosos, el poder social; que les
mantiene crucificadas y crucificados.
El mensaje que Jesús anunció
a lo largo de su ministerio, con palabras y con acciones, fue la irrupción de la
presencia divina en la historia humana, a esta irrupción la llamó Reinado de
Dios (Mateo 4,17) que se manifiesta en acciones de solidaridad y de liberación,
de restauración y de inclusión (Lucas 4,16-21 cf Isaías 42,1; 49,9; 58,8; 61,1-2).
Las comunidades eclesiales,
somos continuadoras de la obra de Jesús en el mundo. Por el bautismo se nos ha
conferido la misión profética de denunciar toda forma de opresión y discriminación,
explotación y exclusión; y de anunciar la acción liberadora, restauradora e
inclusiva de Dios, que se solidariza con la humanidad.
Por lo tanto, tenemos que
dirigir nuestras miradas hacia las cruces construidas por los poderosos, para
identificar los diferentes rostros que cuelgan del madero: las mujeres víctimas
de violencia doméstica; las niñas, niños y adolescentes explotados sexualmente;
las víctimas de la explotación laboral infantil y trabajo callejero; las
personas en situación de calle; las víctimas de discriminación por su
orientación sexual o su color de piel; las personas desempleadas, las
empobrecidas, las que se encuentran en situación de calle; las personas
extranjeras explotadas laboralmente; las personas discriminadas y abandonas por
ser portadoras de vih sida, las personas adolescentes y jóvenes marginadas por
tener un uso problemático de drogas y podríamos continuar poniendo rostros a
las cruces; rostros en los cuales podemos identificar a Jesús condenado por el
poder político y religioso.
En este viernes santo, el
Evangelio de Jesús nos urge a las comunidades eclesiales a descrucificar. No
podemos llamarnos cristianas y cristianos, si con nuestras palabras y acciones
generamos prejuicios, incitamos al odio, la injusticia, la insolidaridad, la discriminación
y la exclusión hacia otras personas, sean como fueren. No podemos llamarnos
discípulas y discípulos de Jesús, si no asumimos la tarea de bajar de la cruz a
las crucificadas y los crucificados, siguiendo el ejemplo de Simón de Cirene
(Juan 19,38-42). La única forma posible, de ser la Iglesia de Jesús, es
comprometernos radicalmente en la defensa de los derechos y la dignidad humana,
como expresión de una vida más plena, más digna y más abundante para todas las
personas, en todas partes y en todos los tiempos. Esta tarea no la realizamos
en soledad, somos la Iglesia de Jesús y tenemos su promesa de que está con
nosotros y nosotras siempre (Mateo 28,20).
Permanecer en silencio
frente a la injusticia, mirar hacia otro lado frente a la discriminación,
justificar la exclusión nos hace cómplices de quienes aún hoy, continúan crucificando
a Jesús, en cada uno de nuestros hermanos y nuestras hermanas. En el
seguimiento de Jesús, no existe la posibilidad de permanecer indiferente (Lucas
11,23; cf Mateo 12,30; Marcos 9,40; Lucas 9,50).
Les invito en este día, a
soñar y a trabajar por otro mundo posible, aquel por el que Jesús y tantas
mujeres y hombres, entregaron sus vidas, dejándonos el relevo de continuar la
tarea.
+Julio Vallarino, obispo de
Diversidad Cristiana.
Viernes Santo, 2013.
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