Reflexión 19° Domingo después de Pentecostés – Mt. 22:1-14
22 1 Jesús comenzó a hablarle a la gente una vez
más por medio de historias. Les dijo: 2 «El reino de Dios se puede comparar con
un rey que ofreció una boda para su hijo. 3 El rey envió a sus siervos para que
les dijeran a los invitados que vinieran, pero los invitados no querían ir. 4
Envió otra vez a otros siervos y les dijo: “Díganles a los invitados que todo
está listo, que se mataron las reses y los animales engordados. Todo está
preparado. ¡Que vengan a la boda!” 5 Pero los invitados no hicieron caso. Uno
se fue a trabajar en su tierra, otro se fue a sus negocios y 6 otros ataron a
los siervos del rey, los torturaron y los mataron. 7 El rey se enfureció, envió
a sus soldados y ellos mataron a los asesinos y quemaron su ciudad. 8 Entonces
el rey les dijo a sus siervos: “La boda está lista, pero los que se invitaron
no la merecían. 9 Vayan, pues, a las esquinas de las calles e inviten a todo el
que encuentren para que venga”. 10 Los siervos salieron a los caminos.
Reunieron a todos los que pudieron encontrar sin importar que fueran buenos o
malos y el salón se llenó de invitados.
11 »Cuando el rey vino a verlos,
vio a un hombre que no estaba vestido con ropa como para ir a una boda. 12 El
rey le dijo: “Amigo, ¿cómo hiciste para entrar aquí sin estar vestido con ropa
adecuada para una boda?” Pero el hombre se quedó callado. 13 Entonces el rey
les dijo a sus siervos: “Átenlo de pies y manos y échenlo afuera, a la
oscuridad. Ahí es donde la gente llorará y crujirá los dientes de dolor”. 14
Porque muchos son invitados pero pocos son escogidos».
1. El texto en su contexto.
Como se viene planteando domingos atrás, el evangelista Mateo
nos lleva a un contexto de enfrentamiento entre Jesús y las autoridades
políticas y religiosas de Israel.
La parábola del Banquete de Bodas presenta en su primera
parte sobre la invitación y los invitados (vv 1-10), haciendo referencia a la
misión o destino del pueblo hebreo y la invitación o llamada a los pueblos de
la gentilidad; pero la segunda parte, que hace referencia a la vestimenta que
tienen las personas invitadas a la boda (vv 11-14), se dirige a la comunidad
eclesial, a las personas que integran la Iglesia, es decir, la comunidad
destinataria del Evangelio de Mateo.
La temática propuesta en esta parábola es la Boda; en los
relatos bíblicos tanto de la Biblia Hebrea (Os. 2; Is. 1:21-26; 49; 54) es
símbolo del matrimonio entre YHWH y la ciudad santa de Jerusalén; en los
relatos de la Biblia Cristiana (Jn 1-3; 2Cor. 11:2; Ef, 5; Ap 19; 22) es símbolo
del matrimonio entre el Jesucristo y la Iglesia; por lo tanto, el contenido de
la parábola nos pone de cara al amor misericordioso y gratuito de Dios por la
humanidad.
En relación a los personajes, el rey representa a Dios Padre;
el hijo a Jesús; los criados los profetas enviados al pueblo hebreo y la
comunidad discipular cristiana representada por los apóstoles, evangelistas,
ancianos, presbíteros, predicadores, etc.; si bien la novia está ausente,
aparentemente, en esta boda, podemos intuir que son los invitados.
Los vv. 6-7 nos sitúa en un contexto de destrucción,
probablemente Jerusalén se encontraba sitiada o ya habría sido destruida por el
ejército romano (70-72 dC).
El vv 10 nos ubica en un contexto de gratuidad divina, todas
las personas son invitadas a la Fiesta de Bodas, no hay excepciones, buenos y
malos (Prov. 15:3).
Sin lugar a dudas, la conclusión de la parábola (vv. 11-14)
hace una clara referencia a la comunidad eclesial. La vestimenta representa o
simboliza la conducta de cada miembro de acuerdo al lugar que ocupa dentro de
la Iglesia: apóstoles (obispos), presbíteros, diáconos, predicadores,
evangelistas, profetas, maestros, etc … comunidad eclesial (Ap. 15:6 cf. Is.
61:10).
Finalmente, nos sitúa en una dimensión escatológica, la
exclusión del Reinado de Dios de quienes no tienen la dignidad por su conducta
(la vestimenta), representada en la oscuridad, oponiendo el llanto de las
personas excluidas al gozo de quienes participan del banquete de Bodas.
2. El texto en nuestro contexto.
Han pasado unos dos mil años del surgimiento de las
comunidades eclesiales y el contenido de esta parábola se mantiene plenamente
vigente a la luz de los actuales escenarios eclesiales:
-
Un
cristianismo que no es diverso sino fragmentado y enfrentado.
-
Personas
ocupando el ministerio eclesial que no invitan a buenos y malos a la Fiesta de
Bodas, que es el gozo que se debiera vivir en el seno de la comunidad eclesial
como anticipo del gozo en el Reinado de Dios, sino que juzgan, condenan y
excluyen poniéndose en el lugar de Dios.
-
Personas
preocupadas por ritos, fórmulas y diezmos, en lugar de promover la solidaridad
y la justicia al interior de la comunidad eclesial y de ésta con la comunidad
social; entre otras situaciones.
¿Cuántas personas quedan desafiliadas
de la Iglesia, y cuando digo Iglesia, incluyo a todas las denominaciones
cristianas, porque las juzgamos y condenamos como “malas”, “pecadoras”, “abominables”,
sin darles la posibilidad de desarrollarse en el discipulado?
¿Cuántas otras, jamás reciben la
invitación a participar de la Iglesia porque el prejuicio de quienes ocupamos
ministerios, las discriminan descalificándolas?
¿Cuántas otras, son excluidas del
seno eclesial porque, no dejando el juicio a Dios, lo tomamos nosotros,
rotulando de “divorcistas”, “aborteras”, “homosexuales”, “traestis”, “prostitutas”
…?
Les invito a retomar nuestro rol o misión en la sociedad y el
mundo, que no es otro que hacer que la bendición de Dios llegue a todas las
personas, transmitirles la invitación a la Fiesta de Bodas y dejar la libertad
que cada quien responda según sus posibilidades o intereses, dejando el juicio
a Dios. Asegurémonos de cumplir con nuestra función, no sea que nos suceda como
a aquel invitado que no se encontraba con la ropa apropiada para la fiesta.
Buena semana para todos y todas.
+Julio.
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