Reflexión 18° Domingo después de Pentecostés – Mt. 21:33-45

 


21  33 »Escuchen esta historia: El dueño de una finca plantó un viñedo y construyó un muro alrededor. Luego, cavó un lugar para hacer el vino y construyó una torre de vigilancia. Después alquiló el viñedo a unos labradores y se fue de viaje. 34 Cuando llegó el tiempo de la cosecha, el dueño mandó a sus siervos para que hablaran con los labradores y pidieran la parte que le correspondía al dueño. 35 Pero los labradores agarraron a los siervos. Golpearon a uno, mataron a otro y agarraron a pedradas a otro más. 36 El dueño mandó otra vez a otros siervos, y los labradores les hicieron lo mismo.

37 »Más tarde, el dueño les envió a su propio hijo. Se decía a sí mismo: “A mi hijo sí lo respetarán”. 38 Pero cuando los labradores vieron que era el hijo del dueño, dijeron entre ellos: “Este es el heredero, ¡vamos a matarlo para quedarnos con la herencia!” 39 Entonces, lo agarraron, lo echaron fuera del viñedo y lo mataron.

40 »¿Ustedes qué creen que hará el dueño del viñedo con esos labradores cuando llegue?

41 Le respondieron:

—Él matará de manera terrible a esos perversos y les alquilará el viñedo a otros labradores que sí le darán su parte de la cosecha.

42 Jesús les dijo:

—Seguramente habrán leído las Escrituras que dicen:

“La piedra que los constructores rechazaron
    se ha convertido en la piedra principal.
Esto fue lo que hizo el Señor
    y es maravilloso verlo”.

43 »Por eso les digo: a ustedes se les quitará el reino de Dios y se le dará a otra nación que produzca lo que Dios quiere que su reino produzca. 44 El que caiga sobre esa piedra se hará en pedazos y si la piedra le cae encima a alguien, lo hará polvo.

45 Cuando los jefes de los sacerdotes y los fariseos escucharon estas historias, se dieron cuenta de que Jesús estaba hablando de ellos.

 

 

1.     El texto en su contexto

Como planteábamos en la reflexión del domingo pasado, es un contexto de enfrentamiento entre Jesús y el poder político y religioso de Israel.

Jesús propone una parábola para la reflexión de los líderes del pueblo. Dios es el dueño de la viña. Los labradores son los sumos sacerdotes, los maestros de la Ley, los escribas que tenían la tarea de que el pueblo fuera el portador de la bendición para todos los pueblos de la tierra, viviendo en justicia y solidaridad. Los siervos representan a los profetas enviados por Dios para ser la conciencia moral del pueblo: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Oseas, Joel, Abdías, Miqueas, Naúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías. El hijo representa a Jesús, el cual es ejecutado, fuera de la ciudad Santa de Jerusalén.

Él, es la piedra que los arquitectos, es decir los sumos sacerdotes, los maestros de la Ley y los escribas, conspiraron para asesinarlo, la piedra rechazada, Jesucristo es la piedra fundamental sobre la que se construye el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Él es su fundamento:

La base de todo ya está construida y nadie puede construir otra porque esa base es Jesucristo. (1Cor. 3:11);

Ustedes los creyentes son esa casa, construida sobre una base sólida formada por los apóstoles y profetas, siendo Cristo mismo la piedra más importante de la construcción. (Ef. 2:20).

La parábola concluye con la sentencia de Jesús: el Reino les será quitado a quienes no cumplen con su misión y entregado a otras personas. Y con la identificación con los labradores asesinos por parte del poder político y religioso.

 

2.     El texto en nuestro contexto.

Esta parábola interpela al nuevo pueblo de Dios, la Iglesia y fundamentalmente a su dirigencia, a los líderes eclesiales: santidades y beatitudes, arzobispos y obispos, presbíteros y pastores, diáconos en las distintas denominaciones cristianas.

¿Estamos contribuyendo al crecimiento y desarrollo del Pueblo de Dios? ¿Estamos promoviendo que la Iglesia, Pueblo de Dios, produzca lo que Dios quiere que produzca?

En distintas partes de la Biblia Hebrea, lo que mal llamamos Antiguo Testamento, Dios reprocha a la dirigencia religiosa. Para quienes gustan citar textos bíblicos juzgando y condenando a otras personas, les comparto doce citas de las Sagradas Escrituras:

Pero Samuel dijo: —¿Qué complace más al SEÑOR: sacrificios que deben quemarse completamente y otros sacrificios u obedecer los mandatos del SEÑOR? Es mejor obedecerle que ofrecerle sacrificios. Es mejor obedecerle que ofrecerle la grasa de los carneros (1Samuel 15:22)

SEÑOR, tú me has hecho entender[a]
    que en realidad no esperas sacrificios ni ofrendas.
    En realidad no pides sacrificios para borrar el pecado.
Así que dije: «Mírame, aquí estoy,
    listo para hacer lo que está escrito de mí en el libro».
Dios mío, deseo que se haga tu voluntad;
    llevo tus enseñanzas en mi corazón (Salmo 40:6-8)

Al SEÑOR le agrada más que uno se porte bien y sea justo, que los sacrificios (Prov. 21:3)

El SEÑOR dice:
    «¿Para qué me traen tantos sacrificios?
Estoy cansado de sus sacrificios que deben quemarse completamente
    y de la grasa de los animales bien cebados.
No me complace la sangre de los toros,
    ni de los corderos ni de las cabras.
¿Quién les pide estas cosas
    cuando ustedes vienen a presentarse
    ante mí pisoteando mis patios?
No me traigan más ofrendas inútiles.
    Su incienso me desagrada.
Ya no aguanto sus reuniones de Luna Nueva,
    los días de descanso y las demás fiestas religiosas mientras practican el pecado.
 Detesto sus fiestas de Luna Nueva y demás fiestas religiosas.

    Todo eso se me ha hecho insoportable,
    estoy cansado de todo eso.
Cuando ustedes alzan sus manos hacia mí para orar,
    yo me niego a prestarles atención.
Ya no escucharé su gran cantidad de oraciones
    porque ustedes tienen las manos
    manchadas de opresión y de violencia

Límpiense y purifíquense,
    quiten sus maldades de mi vista,
dejen de hacer el mal
y aprendan a hacer el bien.
Sean honestos con los demás,
    ayuden al oprimido,
hagan valer los derechos de los huérfanos
    y defiendan a las viudas» (Is. 1:11-17)

 Así dice el SEÑOR Todopoderoso, el Dios de Israel: «Hagan todas las ofrendas y sacrificios que quieran y cómanse la carne.  Cuando saqué a sus antepasados de Egipto no les dije nada acerca de los sacrificios que deben quemarse completamente ni de los otros sacrificios.  Lo que sí les ordené fue esto: “Obedezcan mi voz y así yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo. Vivan de la manera que yo les ordeno para que les vaya bien”.  Pero no me hicieron caso ni me prestaron atención, sino que fueron tercos y se dejaron guiar por sus propios deseos; me dieron la espalda (Jer. 7:21-24)

Lo que yo deseo de ti es fiel amor
    y no sacrificio.
Quiero que ustedes me conozcan,
    no que me hagan ofrendas (Oseas 6:6)

El día del SEÑOR será de oscuridad y no de luz.
            Será un día negro, sin claridad alguna.

«¡Odio sus fiestas!
    ¡Me desagradan sus reuniones religiosas!
Aunque me hagan sacrificios que deben quemarse completamente y ofrendas de cereales, eso no me complace.
Tampoco presto atención
    a sus ofrendas para festejar, de terneros gordos.
¡Alejen de mí el ruido de sus canciones!
    ¡No escucharé la música de sus arpas!
Mejor hagan que la justicia fluya como el agua,
    y que sean solidarios de continuo como una fuente inagotable.

»Pueblo de Israel, ¿me llevaron ustedes ofrendas y sacrificios
    en los 40 años que estuvieron en el desierto?
En cambio, cargarán las estatuas
    de su rey Sicut y de su estrella Quiyún
    imágenes que ustedes mismos han creado
cuando yo los haga desterrar más allá de Damasco».
    Así dijo el SEÑOR, cuyo nombre es Dios Todopoderoso (Amós 5:20-27)

Alguien dirá: «¿Qué debo llevar cuando me acerque al SEÑOR?
    ¿Qué debo hacer cuando me incline ante el Dios Altísimo?
¿Me presentaré con sacrificios
    y terneros de un año?
¿Se sentirá complacido el SEÑOR con miles de carneros
    y 10 000 ríos de aceite?
¿Tengo que entregarle mi primer hijo
    como pago por mi culpa?
¿Tengo que entregarle el fruto de mis entrañas
    como pago por mi pecado?»

Hombre, si el SEÑOR ya te ha dicho lo que está bien.
    Él ya te ha dicho lo que quiere de ti:
que seas justo, que te guste mostrar fiel amor
    y que vivas humildemente con tu Dios (Miqueas 6:6-8)

 

Este reproche es asumido en la Biblia Cristiana, lo que mal llamamos Nuevo Testamento, por Jesús y la comunidad apostólica:

Ustedes no habrían condenado a gente inocente si supieran el significado de lo que dice en las Escrituras: “Yo no quiero sacrificios, sino que ustedes tengan compasión (Mt. 12:7)

Uno debe amar a Dios con todo su corazón, con todo su entendimiento y con todas sus fuerzas, y al semejante como a sí mismo. Estos mandamientos son más importantes que todos los sacrificios que se queman completamente y otros sacrificios que ofrecemos a Dios (Mc. 12:33)

Por eso hermanos, puesto que Dios nos ha mostrado tanta misericordia, les ruego que entreguen todo su ser como sacrificio vivo a Dios. Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle. Esta clase de adoración es la que realmente tiene sentido (Rom. 12:1)

La ley era sólo una imagen borrosa de las bendiciones que llegarían en el futuro. La ley no es la verdadera bendición porque exige a la gente que ofrezca los mismos sacrificios todos los años. Los que se acercan a ofrecer culto a Dios siguen ofreciendo esos sacrificios, pero la ley jamás puede hacerlos perfectos. Si la ley lo pudiera hacer, entonces ya estarían limpios, no se sentirían culpables de sus pecados y esos sacrificios ya hubieran dejado de ofrecerse. Cada año los sacrificios sirven para recordarles sus pecados, porque es imposible quitar los pecados con la sangre de toros y chivos.

Por eso, cuando Cristo vino al mundo dijo:

«Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,

sino que has preparado un cuerpo para mí.

A ti no te gustan los sacrificios de animales muertos y quemados,

ni los sacrificios que se ofrecen por los pecados.

Entonces dije: “Aquí estoy, Dios.

En el libro de la ley está escrito acerca de mí:

Vine a hacer lo que tú quieres que haga”».

Cristo comienza diciendo: «No te agradan los sacrificios ni las ofrendas. Tampoco te gustan los sacrificios de animales muertos y quemados, ni los sacrificios que se ofrecen por los pecados», aunque todos estos sacrificios los ordena la ley. Luego añade: «Aquí estoy, Dios. En el libro de la ley está escrito acerca de mí: Vine a hacer lo que tú quieres que haga». Dios reemplaza el primer sistema de sacrificios por el sacrificio de Cristo. Por eso el sacrificio del cuerpo de Cristo nos hace santos. Él cumplió con lo que quería Dios cuando se entregó por nosotros una sola vez y para siempre.

Todos los días los sacerdotes celebran sus servicios religiosos. Una y otra vez ofrecen los mismos sacrificios que nunca podrán quitar los pecados. Pero Cristo ofreció un solo sacrificio por los pecados, que es suficiente para todos los tiempos. Luego, se sentó a la derecha de Dios. Ahora Cristo está esperando que Dios ponga a sus enemigos bajo su poder. Con una sola ofrenda, Cristo ha hecho perfectos a los que él purifica.

El Espíritu Santo también nos testifica de ello. Primero dice:

«Este es el pacto que haré

con mi pueblo en el futuro, dice el Señor.

Pondré mis leyes en su corazón

y las escribiré en su mente» (Heb. 10:1-18)

Frente a esta contundente evidencia ¿cómo explicamos las distintas celebraciones litúrgicas, las novenas, los rosarios, los diezmos, los ayunos, las guerras espirituales, los avivamientos, las horas santas … si no practicamos la justicia, la solidaridad? ¿De qué nos sirven todas esas prácticas religiosas si juzgamos y condenamos a otras personas, si no compartimos con quien necesita, si no empatizamos con las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad?

Urge revisar nuestra práctica religiosa para que no nos suceda como a los líderes religiosos del tiempo de Jesús, que se les quitó el Reino de Dios para entregárselo a otras personas.

Buena semana para todos y todas.

+Julio V.

 

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