Reflexión 14° Domingo después de Pentecostés - Mateo 18:15-20
»Si tu hermano hace algo malo, ve y habla a solas con él. Explícale cuál fue
el mal que hizo. Si te hace caso, has recuperado a tu hermano. Pero si no te
hace caso, ve otra vez a hablar con él, acompañado de una o dos personas más,
para que ellos sean testigos de todo lo que se diga. Si él no les hace caso, díselo a la iglesia.
Y si no hace caso a la iglesia, entonces debes tratarlo como a uno que no cree
en Dios o como a un cobrador de impuestos.
»Les digo la verdad: si ustedes
juzgan a alguien aquí en la tierra, Dios ya lo habrá juzgado en el cielo. A
quien perdonen aquí en la tierra, Dios también lo habrá perdonado en el cielo.
»En otras palabras, si dos de
ustedes en la tierra se ponen de acuerdo en pedir algo, pueden orar por eso. Mi
Padre que está en el cielo se lo dará, porque donde se reúnen dos o tres en mi
nombre, yo estoy allí en medio de ellos.
1. El texto en su contexto:
El capítulo 18 del
evangelio de Mateo plantea una serie de instrucciones para la vida comunitaria:
sobre la jerarquía de los miembros de la iglesia (vv 1-4), sobre la sencillez y
la simplicidad de quienes integran la comunidad (vv 5), sobre los escándalos
(vv 6-7), sobre la radicalidad y el compromiso (vv 8), sobre quienes se
extravían en la comunidad (vv 10-14) y nuestro texto en cuestión, la
reconciliación y la oración en común (vv 15-20); el tema del perdón y la
reconciliación en la comunidad continúa hasta el final del capítulo (vv 35).
Mateo plantea que al
interior de la iglesia debiera reinar las buenas relaciones entre sus miembros,
pero si no fuera así, debe buscarse la reconciliación por todos los medios,
generando diversas instancias. La primera se desarrolla en el ámbito privado,
es decir, entre las partes involucradas, buscando recapacitar y reconciliar; no
obstante, de lo lograrse, nos propone una segunda instancia, también privada
pero con testigos, como lo marca la Ley judía (Dt. 19:15) con la finalidad de
que puedan mediar entre las partes, pupes el objetivo es limar las asperezas y
restablecer la paz entre los miembros de la iglesia. Pero de no lograrse aún
así, nos propone una tercera instancia, esta vez pública, donde participe la
comunidad y si tampoco en esa situación se logra la reconciliación, la persona
que se niega a restablecer la paz y la comunión en la comunidad debe ser
separada, llegando incluso a excluir o excomulgar si fuera necesario (1Cor.
5:5-6).
Un tema muy importante
que plantea este texto se encuentra en el versículo 18:
Les digo la verdad: si ustedes
juzgan a alguien aquí en la tierra, Dios ya lo habrá juzgado en el cielo. A
quien perdonen aquí en la tierra, Dios también lo habrá perdonado en el cielo.
Similares palabras
fueron puestas en boca de Jesús, confirmando a Pedro en su liderazgo eclesial
(Mt. 16:19), argumento que utiliza alguna denominación cristiana, no solo para
arrogarse el ser “la verdadera iglesia” sino que además lo utilizan para
sostener el poder de quien la lidera. Pues aquí, en el mismo Evangelio, dos
capítulos más adelante, Mateo pone en boca de Jesús este versículo, dando la
misma autoridad a todo miembro de la comunidad. Hermanos de la iglesia romana,
a estudiar las Sagradas Escrituras!
El relato evangélico de
hoy nos plantea un segundo tema, además de la reconciliación, el ponerse de
acuerdo para orar (Eclo 34:24). La oración en la comunidad es muy frecuente,
tanto en la tradición judía como cristiana, en la sinagoga o en la iglesia, no
obstante, aquí adquiere un carácter diferente y fundamental: La presencia de
Jesucristo! (vv 20). Es importante comprender el alcance de este versículo.
Jesús no está hablando de una presencia simbólica o mental, está afirmando su
PRESENCIA REAL! El misterio de la presencia real de Jesucristo no sólo se da en
la Eucaristía, sino también, en la comunidad reunida que ora al Padre.
Y en este punto, otro
aspecto novedoso que introduce el Maestro. Los rabinos planteaban un mínimo de
diez personas para la realización del culto a Dios, Jesús modifica esa
enseñanza y reduce el número a dos o tres!
2. El texto en nuestro contexto:
Nuestras comunidades
necesitan revisar, a la luz de este relato evangélico, dos aspectos de la vida
eclesial: la capacidad de reconciliación y la capacidad de oración.
Ciertamente, las
relaciones humanas son complejas. Muchos factores siembran la desunión y las
rivalidades al interior de nuestras comunidades, pero Mateo nos transmite una
enseñanza de Jesús para reparar ese mal: la reconciliación. Poder reflexionar
sobre el bien y el mal, sobre nuestras opciones y las consecuencias que ellas
tienen, sobre la importancia de que prevalezca la paz y la comunión al interior
de la iglesia. Sin lugar a dudas, la reconciliación exige no juzgar ni
condenar, apertura al diálogo y a aceptar una mirada diferente, disponibilidad
al perdón y a la acogida del prójimo, renunciar a la soberbia y a pretender
tener la razón, asumir una actitud humilde. Y para orar en comunidad, la
comunidad tiene que estar reconciliada, de lo contrario, de poco servirá esa
oración.
En tiempos de pandemia,
con templos cerrados, con medidas de aislamiento social o en otros casos
cuarentena, es necesario ponerse de acuerdo para orar: de forma presencial
cumpliendo con las medidas de seguridad establecidas por los responsables de la
salud pública; de forma virtual a través de grupos de Whatsapp o salas de
Messenger o Zoom; no importa la forma, importa que seamos una iglesia orante;
no importa cuantas personas se congreguen presencial o virtualmente, importa la
reunión de las hermanas y los hermanos porque esa unión, hacen presente,
realmente, a Jesucristo en medio de la Iglesia.
Recordemos, Jesús
confió a toda la Iglesia, no a una u otra persona, a todas las personas, el
poder perdonar, atando y desatando aquí en la tierra como en el Reino; y el
poder de hacerle presente realmente por medio de la oración comunitaria.
Sigamos su enseñanza.
Buena semana para todos
y todas.
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