Apostamos a la formación de iglesias inclusivas
“…
porque Dios no hace diferencia entre las personas” (Hch 10,34).
Introducción
En el mes de la
diversidad sexual, como miembros de la Iglesia de Jesucristo, nos sentimos en
el deber de expresar nuestra posición en relación a la homosexualidad, para
contribuir a la reflexión social y eclesial y poner fin a juicios y condenas de
iglesias fundamentalistas.
La homosexualidad, al
igual que la heterosexualidad, no es una enfermedad, ni una perversión. Es una
orientación sexual natural, entre otras. Hablar de enfermedad, perversión,
pecado o aberración es ser ignorante aunque quien lo afirma, sea doctor en
Teología.
Eclesiología
inclusiva
Desarrollar
experiencias de fe inclusivas en el escenario uruguayo y latinoamericano, con
una fuerte influencia de la iglesia Católica Romana y de las iglesias
Evangélicas Pentecostales, es un permanente desafío de revisión y de
conversión, naturalizando lo que se consideraba una aberración, que atentaba
contra la naturaleza y contra Dios.
Las personas gltb, al
igual que las heterosexuales están llamadas por Dios a vivir en plenitud su
vocación humana y cristiana. La orientación sexual de una persona no es un
impedimento para llevar adelante los principios y valores evangélicos, viva en
soltería o en pareja, pues la complementariedad afectiva y sexual es parte de
su naturaleza, como lo es en las personas heterosexuales.
Desde nuestra
experiencia de fe, plasmada en la vida eclesial, entendemos que las personas
gltb, al igual que las personas heterosexuales puede se diácono – diácona,
presbítero – presbítera, obispo – obispa, pastor – pastora, puesto que cuando
Dios llama no tiene en cuenta la orientación sexual sino el amor entrañable y
misericordioso que siente hacia esa persona; igualmente, entendemos que las
personas gltb, al igual que las personas heterosexuales, si sienten el llamado
de Dios, pueden llevar adelante una vida consagrada o célibe; finalmente,
entendemos que tanto las personas gltb, al igual que las personas
heterosexuales pueden ser madres o padres, biológicos o adoptivos, si sienten
el llamado a ese rol, tanto en la familia como en la sociedad.
Ciertamente, tenemos
muy claro que, tomando como guía el Evangelio de Jesucristo, no podemos
condenar ni la homosexualidad ni la heterosexualidad; la orientación sexual fue
irrelevante a la hora del llamado al discipulado (Mc 16-20 y sus paralelos en
Mateo y Lucas).
En
conclusión:
La Iglesia Antigua –
Diversidad Cristiana, miembro de la Comunión Anglicana Libre entiende:
- que
Dios creó a la humanidad a su imagen y semejanza, a las personas gltb y a las
heterosexuales (Gn 1,26-27) y se gozó en su creación (Gn 1,31);
- que
Jesucristo invita a participar de la fiesta de la vida y de la mesa (Mt 8,11) a
todas las personas, tanto a las gltb como a las heterosexuales, y que sintiendo
compasión especialmente por las personas gltb, por tantos siglos de abandono
por parte de las Iglesias que debían cuidarles (Mc 6,34), invitándolas al
seguimiento sin más exigencia que la necesidad de Dios = sed (Jn 7,37), ni la
orientación sexual, ni sus prácticas homoeróticas;
- que
el Espíritu Santo descendió sobre todas las personas sin hacer diferencia (Hch
10,34).
Entonces ¿Quiénes somos
nosotros para jugar, condenar, rechazar? (Hch 10,47).
Nuestra sociedad
necesita iglesias inclusivas, de puertas abiertas y mesas tendidas, que sean
capaces de acoger a todas las personas. Como una de esas iglesias, sentimos el
llamado a servir a todas y todos siguiendo el ejemplo del Maestro (Mt 20,28) e
invitar especialmente a quienes han sido rechazadas y rechazados durante
siglos, de la experiencia eclesial a compartir la fe y la vida en común:
“vengan y lo verán” (Jn 1,38-39).
Montevideo, 19 de
setiembre de 2006
En el mes de la Diversidad
Sexual.
Julio Vallarino, obispo
de la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana.
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