11er Domingo después de Pentecostés: El ser por encima del poder y del tener.
Lc. 12,13-21
1. El texto en su contexto:
Jesús se encontraba
enseñando a la gente. Un hombre se acerca y le pide que medie entre él y su
hermano, para repartir una herencia (versículo 13). Era común que los rabinos
mediaran en conflictos similares (Dt 21,15-17). Por lo tanto, Jesús era
considerado un Maestro, por lo menos por una parte del pueblo.
La respuesta de Jesús
podríamos tomarla como una evasiva. Él no quiso tomar parte en la disputa de
estos hermanos (versículo 14). Mas no fue así. La parábola que expuso a quienes
estaban ahí (versículos 15-21) enseña a ambos hermanos a no hacer de las posesiones
la preocupación de sus vidas. Tanto el que se quedó con la herencia del otro,
como quien reclamaba su parte, corrían el riesgo de olvidar lo verdaderamente
importante y empobrecerse en su experiencia de fe (versículo 21 cf Sal 39,6;
49,10; Jer 17,11; Eclo 11,18-19).
2. El texto en nuestro contexto:
Una primera reflexión sobre
el evangelio de hoy pone en evidencia las acciones consumistas de nuestra
sociedad, pero muy especialmente, de nosotros y nosotras, las cristianas y los
cristianos. Nos alerta sobre nuestro compromiso bautismal, estamos en el mundo,
vivimos en el mundo, actuamos para transformar el mundo, pero no somos parte de
este mundo individualista, consumista y falto de solidaridad (Jn 15,19; 17,16).
El relato evangélico nos
invita a poner nuestra atención en aquello que realmente nos enriquece frente a
Dios: la justicia, la solidaridad, el equidad.
Una segunda reflexión pone
en evidencia las acciones faltas de solidaridad fruto de un sistema capitalista
liberal y salvaje que empobrece a las inmensas mayorías de personas de este
planeta, enriqueciendo cada vez más a unos pocos que concentran las grandes
riquezas y el poder.
La voz de Dios se alza
reclamando justicia. ¿Cómo es posible que millones de personas vivan sin agua
potable, apenas sobrevivan con grandes déficit alimentarios, residan en la
calle o en viviendas infinitamente peores que los alojamientos de las mascotas
de los ricos? Esta acumulación desmedida de la riqueza es inmoral y tanto
quienes las poseen como quienes callan frente a esta realidad son cómplices.
La Iglesia no puede, no debe
mantenerse callada frente al consumismo y al capitalismo. Ella está llamada a
denunciar la injustica y anunciar otro mundo posible donde cada persona tenga
lo necesario para vivir plena y dignamente. Esa es su vocación profética. ¿Qué
sentido tiene hablar de Dios a la gente que tiene el estómago vacío? ¿De qué
monstruo de dios está hablando cuando vemos los índices de malnutrición, desnutrición,
raquitismo, mortalidad materna infantil en los países más empobrecidos?.
Aún es posible cambiar este
sistema injusto. Lo importante para el ser humano no pasa por el tener y el
poder sino por el ser. Estamos llamadas y llamados a construir una sociedad
donde todas las personas seamos iguales en dignidad y derechos, en
oportunidades y en accesibilidad a bienes y servicios.
Buena semana para todos y
todas +Julio.
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