Sobre la venida del Señor.




26º domingo después de Pentecostés
Ciclo B – Marcos 13,24-32


1.    El texto en su contexto:

El relato del regreso del Hijo del Hombre es común a los evangelios sinópticos (Mt 24,29-35; Mc 13,24-32; Lc 21,25-36). En el contexto literario está antecedido por las señales antes del fin (versículos 3 – 23) y precedido por los relatos de pasión, muerte y resurrección (capítulos 14-16).

Marcos toma imágenes del Antiguo Testamento (versículos 24-25 cf Mt 24,29); estas imágenes son tomadas también por Ap. 6,12-13; 8,12 ubicándonos en un contexto escatológico que comienza por una perturbación cósmica (Is 13,9-10; 24,23; 34,4; Jer 4,23-26; Ez 32,7; Jl 2,10-11; 2,31[3,4]; 3,15[4,15]; Am 8,9; Sof 1,15).

Prosigue relatándonos lo que las Iglesias llamamos la parusía (versículo 26). El humano que asciende al cielo en una nube (Dn 7,13-14), desciende luego de recibir poder de Dios Altísimo ( Mt 16,27; 1Tes 4,13-18; Ap 1,7). Este pasaje de Daniel hace referencia no a una persona concreta, sino al pueblo elegido por Dios, el resto de Israel. En el Nuevo Testamento y toda la tradición cristiana lo refieren al Mesías.

Continúa relatando el arrebatamiento de las personas elegidas (versículo 27). La reunión de los elegidos del pueblo judío, la comunidad fiel dispersa por los pueblos de la tierra (Is 27,12-13 cf Dt 30,3-4; Zac 2,6.10) aquí en Marcos se refiere a las discípulas y los discípulos de Jesús.

Marcos, presenta la parusía como un acontecimiento cósmico, histórico, trascendente y universal; a partir de esta enseñanza, unánimemente, las Iglesias esperamos la venida gloriosa de Jesucristo, para que finalmente Dios sea todo en todos y todas (1 Cor 15,28).

A Marcos, que le gusta usar en sus relatos “enseguida” (euthys) aquí utiliza “en aquellos días”, una fórmula corriente utilizada por los profetas para hablar de un futuro indefinido. El relato nos deja con incertidumbres, nos invita a observar la naturaleza para saber cuándo llegará la primavera (versículo 28 cf Is 18,5) pero no nos asegura el día ni la hora.

El versículo 30 refleja la creencia de la primera generación de cristianos que Jesús retornaría inmediatamente (cf 2Tes) sellada esa expectativa por la expresión enfática de Jesús “mis palabras no pasarán” (versículo 31 cf Is 54,10; Jr 31,35-36). Pero parece corregirse diciendo seguidamente que a excepción del Padre, nadie sabe cuándo ocurrirá (versículo 32).


2.    El texto en nuestro contexto:

El relato del evangelio de hoy nos invita a estar atentos y atentas al retorno de Jesucristo al final de los tiempos. Sin embargo, atención no significa estar pendientes.

Conocemos varios sectores del cristianismo, que leen todos los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor: guerras, terremotos, eclipses, enfermedades, etc. como signos que estarían indicando la inminencia de la parusía. Tienen un discurso apocalíptico sin darse cuenta que estos sucesos se han ido dando a lo largo de toda la historia humana. Si estudiaran la Biblia en lugar de interpretarla literalmente reconocería el género apocalíptico en varios de los profetas, en distintos momentos de la historia del judaísmo y del cristianismo. Estos grupos atentos a la venida de Jesús al final de los tiempos se pierden disfrutar y gozar cada venida en este tiempo (Mt 18,20; 25,31-46).

Conocemos varios sectores del cristianismo,  que han perdido la esperanza del retorno del Señor y viven en este mundo como si fuera la única realidad posible. Algo parecido debió haberle sucedido a las primeras generaciones cristianas que, aguardando la inminente llegada del Señor, pasaron sin que ésta se produjera. Dos mil años después, generaciones cristianas han perdido la esperanza en la intervención histórica de Jesucristo, dejándola archivada en los relatos simbólicos o mitológicos. Estos grupos sin una esperanza cierta se pierden disfrutar y gozar la presencia del Señor entre nosotros y nosotras (Mt 28,20).

Ciertamente no sabes cuando sea transformado el cosmos (Ap 21,1 cf Is 65,17; 66,22; 2 Pe 3,13) y esta historia de injusticia, desigualdad, opresión, exclusión llegue a su fin y la humanidad, junto a toda la creación (Rom 8,22-23 cf 2Co 1,22; Ef 1,14) comencemos a disfrutar de vida digna, plena y abundante (Jn 10,10) construyendo otra historia posible con la creación y la humanidad como parte de ella sanada, liberada y dignificada (Gn 1,26; 1Co 15,28). Pero mientras aguardamos que eso suceda, nosotros y nosotras, la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana seguimos el ejemplo de Jesús, ni perdemos la esperanza, ni centramos nuestra existencia en una visión apocalíptica. Creemos en la permanente presencia de Jesús con nosotros y nosotras y entre nosotros y nosotras (Is 7,14; Mt 1,23).

Cada día el Señor nos sale al encuentro en las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad; cada día el Señor nos sale al encuentro en la naturaleza explotada y devastada; cada día el Señor nos sale al encuentro en la experiencia solidaria del encuentro con el otro o la otra. Vivamos con gozo esa experiencia, como anticipo de aquel momento en que el Señor entregue su Reino al Padre, cuando no habrá más opresión, exclusión, discriminación, desigualdad, injusticia porque todos y todas estaremos igualmente en la presencia divina (Ap 21.4).

Buena semana a todos y todas +Julio.



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