El octavo sacramento




24º Domingo después de Pentecostés
Ciclo B – Mc 12,28-34

El octavo sacramento

1.    El texto en su contexto:

El contexto de este relato es el enfrentamiento entre Jesús y el sistema político y religioso: Jesús expulsa a los vendedores y cambistas del templo por lo que los maestros de la ley y los sacerdotes comenzaron a conspirar para matarlo (11,15-18); los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos cuestionan la autoridad de Jesús (11,27-33); Jesús acusa a las autoridades civiles y religiosas, quieren arrestarlo pero no se animan por miedo a la gente (12,1-12); entonces comienzan a tramar su muerte; los fariseos y los herodianos le piden que opine sobre los impuestos a Roma (12,13-17); los saduceos le piden que opine sobre la resurrección de los muertos, tema que estaba en disputa religiosa en ese momento (12,18-27); los maestros de la ley le preguntan sobre el mandamiento más importante (12,28-34 cf Mt 22,34-40; Lc 10,25-28), nuestro texto en cuestión y la tensión seguirá en aumento hasta que finalmente lo ejecuten.

Cuenta Marcos, que un maestro de la ley pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importante (versículo 28). La doctrina judía insistía en el cumplimiento de los mandamientos que eran 613 según la Biblia, pero siempre se discutía sobre cuál sería el más importante. Jesús contesta con las primeras palabras del Shemá:

Oye, Israel, Adonai [el Señor] es nuestro Dios, Adonai [el Señor] es Uno” (versículo 29).

Otras posibles traducciones son:

                        El Señor nuestro Dios es el único Señor
                        El Señor nuestro Dios, el Señor es Uno
                        El Señor es nuestro Dios, el Señor solo
                        Nuestro Dios es Señor, el único Señor

¿Cómo habrá sonado estas palabras, “el único Señor”, en los oídos de la audiencia, cuando el emperador romano, en este tiempo Tiberio, tenía el título de Señor? La respuesta de Jesús fue un muy buen argumento para considerarlo un revolucionario o subversivo, tal vez por eso el tipo de muerte que sufrió, pues la crucifixión era una ejecución ejemplificante.

Luego de esta afirmación, Jesús continúa las palabras del Shemá (versículo 39 cf Dt 6,4-5) pero inmediatamente las interrumpe e introduce el segundo mandamiento (versículo 31 cf Lv 19.18). Con este texto de Levítico, finaliza una serie de mandamientos destinados a desarrollar con el prójimo, es decir, con aquella persona de la comunidad israelira que no se tiene una relación familiar, la honestidad, la solidaridad, la justicia. Sin embargo, Jesús le da a este mandamiento un carácter universal (Mt 22,39; Mc 12,31; Lc 10,27) enseñanza que posteriormente continuarán sus discípulos (Rom 13,9; Gal 5,14; Sant 2,8). Jesús concluye su intervención planteando que ningún otro mandamiento es superior a estos.

El maestro de la ley que dialogaba con Jesús no solo queda satisfecho con la respuesta, sino que además la reafirma: Dios es Uno (versículo 32 cf Df 4,35; Is 45,21) y amar a Dios y al prójimo es más importante que los actos de culto (versículo 33 cf Os 6,6). También Jesús quedó satisfecho de la respuesta del maestro de la ley constatando que se había abierto a la novedad del Reinado de Dios (versículo 34).


2.    El texto en nuestro contexto:

Sin lugar a dudas, actualmente todas las Iglesias, todas las personas que lideran comunidades eclesiales, todas las cristianas y todos los cristianos acordamos en que estos dos mandamientos son el centro de nuestra experiencia de fe. El problema radica en la práctica de estos mandamientos. Es aquí donde las Iglesias no acordamos. Nuestra posición como Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana es la siguiente:

-       Nuestro amor a Dios lo expresamos a través del amor a las mujeres y los hombres que nos rodean, en el lugar donde estemos: si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve. Jesucristo nos ha dado este mandamiento: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn 4,20 cf Mt 22,37; Mc 12,29-31).


-        Especialmente en el servicio de aquellas personas que están vulneradas en sus derechos y su dignidad; es en ellas donde vemos el rostro de Jesucristo: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron” (Mt 25,40 cf 10,40-42; 18,5).


-       Siguiendo el ejemplo del Maestro, demostrando una predilección especial por quienes sufren discriminación por parte del sistema político o religioso: “Jesús tuvo compasión de él; lo tocó con la mano y dijo: —Quiero. ¡Queda limpio!” (Mc 1,21 cf 1,.40-42; 2,14-17; Mt 9,20-22).

Les invito, les animo, les exhorto, les desafío a amar incondicionalmente a las otras personas como las amó Jesús, que pasó haciendo el bien y sanando a quienes sufrían opresión (Hch 10,38); ellas son imagen y semejanza de Dios al igual que el resto de los seres humanos (Gn 1,27) pero además, son objeto de un amor preferencial de Jesús al punto de identificarse con ellas (Mt 25,40). Las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad son, sin lugar a dudas, el octavo sacramento, es decir, un misterio en el que Dios está presente y se revela; un signo sensible y eficaz de la gracia invisible de Dios a través del cual nos ofrece vida eterna:

‘Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.’ Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos? 9¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’ El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.’
“Luego el Rey dirá a los que estén a su izquierda: ‘Apártense de mí, los que merecieron la condenación; váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; anduve como forastero, y no me dieron alojamiento; sin ropa, y no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no vinieron a visitarme.’ Entonces ellos le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?’ El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.’ Esos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” (Mt 25,34-46).

El amor cristiano no da lugar a los prejuicios, no da lugar a los juicios, no da lugar a las condenas, no da lugar a la tolerancia, no da lugar a los condicionamientos. El amor cristiano acepta, contiene, sana, libera e incluye.

Nuestra sociedad está necesitada de este amor. Nuestras iglesias, envenenadas por los prejuicios, por las condenas, por las culpas; desagrandas por las desigualdades, las intolerancias, los silenciamientos necesita de este amor.


Buena semana para todos y todas +Julio.

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