El Evangelio de Jesús nos interpela y nos compromete.
25º Domingo después de
Pentecostés
Ciclo B – Marcos 12,38-44
1. El texto en su contexto:
El conflicto entre Jesús y
las autoridades civiles y religiosas iba en aumento. El evangelio de hoy es una
clara y directa crítica a la hipocresía de los maestros de la ley, es decir de
la jerarquía religiosa que interpretaba y enseñaba las Escrituras (cf Mt
23,1-36; Lc 11,37-54; 20,45-47), y de las personas ricas y poderosas (cf Lc
21,1-4).
Los maestros de la ley eran
quienes interpretaban y enseñaban las Escrituras al pueblo, lo hacían en las
sinagogas generalmente, según la crítica de Jesús les gustaba usar ropas
ostentosas (versículo 38). En Mateo, el relato es mucho más crítico:
Atan
cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y las echan sobre los hombros
de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un
dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar en
la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas tiras,
y ponerse ropas con grandes borlas. Quieren tener los mejores
lugares en las comidas y los asientos de honor en las sinagogas, y
desean que la gente los salude con todo respeto en la calle y que los llame
maestros (23,4-7).
Usaban unas cajitas de piel, llamadas filacterias,
que se ataban en la frente o en el brazo izquierdo, conteniendo textos de la
Biblia, en el momento de las oraciones, cumpliendo literalmente los pasajes
bíblicos de Ex 13,9; Dt 6,8; 11,18. También llevaban borlas o flecos cocidos al
manto en señal de devoción, cumpliendo literalmente Nm 15,38; Dt 22,12.
Pero las ropas ostentosas no
eran el único problema, también les gustaba que la gente les admirara y les
respetara. Usaban los asientes de honor en la sinagoga, es decir, aquellos que
están frente a la asamblea y no entre la asamblea; y en las comidas les gustaba
sentarse en los lugares de honor (versículo 39). Sin embargo, no practicaban la
justicia. Jesús hace una referencia directa al profeta Isaías:
¡Ay de ustedes, que dictan leyes injustas
y publican decretos intolerables,
que
no hacen justicia a los débiles
ni reconocen los derechos de los pobres de mi
pueblo,
que explotan a las viudas
y
roban a los huérfanos! (Is
10,1-2).
El relato evangélico de Marcos continúa diciendo que
Jesús estaba en el Templo, próximo a los cofres de las ofrendas, eran unos 12 o
13 cofres que tenía el Templo, viendo a la gente realizar sus ofrendas. Entre
ellas, personas ricas y poderosas echaban mucho dinero (versículo 41). Sin embargo,
una mujer, pobre y viuda, depositó en la ofrenda dos monedas de cobre. Estas
monedas se llaman leptón y equivale a 1/128 partes de un denario, el denario es
lo que una persona necesitaba para vivir un día. Las dos monedas leptón
equivalen a un cuadrante es decir, la mínima expresión monetaria de Roma, 1/64
partes de denario (vesículo 42).
El gesto de la mujer llamó la atención de Jesús que
convocó a sus discípulos y aseguró que su gesto, aunque no sepamos su nombre,
se siga recordando a través de la historia. A diferencia de las personas ricas
y poderosas que daban lo que les sobraba, esta mujer dio de lo que tenía para
vivir, es decir de lo que necesitaba no de lo que le sobraba, porque era pobre
y a las personas pobres no les sobra (versículos 43-44 cf 2Co 8,12).
2. El texto en nuestro contexto:
El relato evangélico de este
domingo nos deja dos grandes enseñanzas.
La primer enseñanza tiene
que ver con identificar a aquellas personas, miembros de la jerarquía de
nuestras iglesias, que olvidando la enseñanza del Maestro (Mt 20,26) y su
ejemplo (Mt 20,28), presumen de su ministerio, utilizando ornamentos ostentosos,
ropajes pomposos, anillos llamativos, grandes cruces doradas. Que además,
exigen poniendo las Escrituras como escusas, el cumplimiento de normas, reglas
y doctrinas que son un peso, contrarias al Evangelio liberador de Jesucristo
(Mt 11,30). Estos líderes nefastos están presentes en todas las Iglesias
cristianas y Jesús nos alerta de ellos.
El evangelio de hoy nos
desafía a convertirnos. A cambiar nuestros modelos de liderazgo. A dejar la
iglesia imperial para asumir la iglesia servidora de quienes son vulnerados en
sus derechos y dignidad por el sistema religioso imperante, en nuestro caso,
por el cristianismo. En nombre de Jesucristo y de su Evangelio, sostenemos
anacronismos, fundamentalismos, literalismos que hunden en la opresión, la
discriminación, la culpabilización, y finalmente la condena de tantas hermanas
y tantos hermanos en la fe que decimos profesar.
Nosotras y nosotros, la Iglesia
Antigua – Diversidad Cristiana, no podemos caer en el error de repetir esos
modelos que conspiran con el mensaje sanador, liberador e inclusivo de
Jesucristo (Lc 4,18 - 19 cf Is 61,1). El liderazgo de nuestra iglesia, obispos y obispas,
presbíteros y presbíteras, diáconos y diáconas, debe ser identificado por sus
obras y no por sus ropas; debe ser ejemplo a seguir y no vergüenza para la
Iglesia. Sus dichos y sus acciones tienen que ser acordes al Evangelio, no al
Antiguo Testamento porque no somos judíos, no a las cartas del Nuevo Testamento
porque no somos discípulos de Pablo, ni de Pedro, ni de Santiago, ni de Juan,
ni de Timoteo, ni de Tito. Nosotros y nosotras, tenemos un único Maestro y un
único Señor (Mt 23,8).
Con esto no estoy afirmando
que el resto de la Escritura no sea para cumplirse. Estoy diciendo, que la
clave hermenéutica para leer y enseñar la Escritura son los Evangelios, los
dichos y hechos de Jesús de Nazareth, el rostro humano de Dios. Si no
interpretamos las Escrituras desde la perspectiva de Jesús, estamos condenados
y condenadas a repetir una historia de opresión en vez de liberación, una
historia de injusticias en vez de justicia, una historia de condenas y
exclusión en vez de inclusión.
La segunda enseñanza, tiene
que ver con nuestra actitud. Tal vez en la actualidad no sea tan importante la
ofrenda al templo, sino la solidaridad con quienes están en situación de
desventaja socio económica. La acumulación de bienes que no son compartidos para
satisfacer las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, dentro y fuera de
la Iglesia, es un pecado grave. No podemos llamarnos discípulos y discípulas de
Jesús si realizamos las cuatro comidas diarias, mientras otras personas no
tiene para sobrevivir. No podemos llamarnos discípulos y discípulas de Jesús si
tenemos una casa y una cama, mientras otras personas duermen en la calle.
Nosotras y nosotros, la
Iglesia Antigua – Diversidad cristiana no somos una iglesia de los domingos,
somos una iglesia de todos los días, una iglesia llamada a servir, a compartir
los dones, a compartir la vida, a construir equidad, a trabajar por la
justicia, a defender los derechos de las personas excluidas, a comprometernos
con la protección del planeta; recién ahí, cuando hagamos todo esto, tendremos
motivos para acercarnos a la Mesa de la Eucaristía. Participar de la
celebración dominical y no comprometerse radicalmente en la construcción de
otro mundo posible, de otro cristianismo posible, de otra sociedad posible, de
otra iglesia posible es un gran pecado.
Hermanas y hermanos, amigas
y amigos, ser cristiano o cristiana en este mundo es fácil, muy fácil; lo
difícil es ser discípulo o discípula de Jesús. El Evangelio de Jesús nos
interpela y nos compromete.
Buena semana para todos y
todas +Julio.
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