Declaración de Apostolicidad
"Tenemos
que permanecer en esa Iglesia, que fue fundada por los Apóstoles, y que perdura
hasta hoy día" (Jerónimo)[1]
1.
Etimología
Término
latino apostolicus. Se refiere a lo
relativo o concerniente a los Apóstoles. Es un
término compuesto, tiene su origen en el sustantivo apostol y se le suma el sufijo ico.
2.
Algunas
reflexiones vinculadas a la etimología del término
Podemos
afirmar que una Iglesia Apostólica tiene la continuidad
de la Iglesia fundada por los Apóstoles, cuyo único fundamento es Jesucristo (Ef
2,20); identificándose con la Iglesia primitiva; manteniendo inalterado el
depósito de la fe apostólica, es decir, aquello que creyó y predicó la
comunidad apostólica.
Podemos
identificar que una Iglesia es Apostólica por tres aspectos: por su origen en
cuanto procede de la comunidad apostólica que eligió Jesucristo; por su
doctrina y su misión en cuanto que enseña lo mismo que enseñó la comunidad
apostólica; por la autoridad recibida de Jesucristo y transmitida hasta
nuestros tiempos.
El
que una Iglesia posea sucesión de los Apóstoles implica, que se siente heredera
y transmisora, de la fe, doctrina y misión apostólica[2].
3.
Depósito de
la fe apostólica
Sin
lugar a dudas, la primera fuente a la que podemos recurrir, para saber en que
creyó la comunidad apostólica, son los escritos del Nuevo Testamento, sin
embargo no son los únicos, dentro de la literatura patrística de los primeros
siglos encontramos diversas obras, que si bien no forman parte del canon del
Nuevo Testamento, son parte del depósito de la fe apostólica, tanto por su
antigüedad como por su contenido; ellas son: el Símbolo de los Apóstoles, la Didaché
y los Padres Apostólicos.
¿Por
qué estas tres fuentes y no otras?. La razón es sencilla. Son los textos más
próximos a la era apostólica. Ellos contienen la fe de la comunidad apostólica
trasmitida a las iglesias.
a) Symbolum
Apostilicum:
El
Símbolo de los Apóstoles presenta un resumen de los artículos de la fe
cristiana. Rufino es uno de los autores más antiguos que hace referencia al
mismo explicando cierta tradición que lo originó[3].
Ambrosio retoma la explicación de Rufino y la amplía[4].
Si
bien se atribuye a los apóstoles, Marco Aurelio, arzobispo de Éfeso, en 1438
declara que las Iglesias ortodoxas desconocían tanto el texto como su origen
apostólico. Si bien su contenido se remonta a la era apostólica, los recientes
estudios nos permite saber que su redacción, tal como la conocemos data de una
fecha mucho más tardía. Para nosotros y nosotras hoy, es fundamental saber que
su contenido tiene su origen en los tiempos apostólicos, pues nos conecta con
las fuentes mismas de la tradición, aunque la forma no sea la misma.
¿Cuál
es el contenido que se remonta a la era apostólica? El texto más remoto lo
encontramos en Hechos de los Apóstoles:
“Yo
creo que Jesucristo es el Hijo de Dios” (8,37).
Pablo,
en la carta a la Iglesia de Roma afirma:
"su Hijo, nacido de la
descendencia de David según la carne, constituido Hijo de Dios, poderoso según
el Espíritu de Santidad a partir de la resurrección de entre los muertos,
Jesucristo nuestro Señor" (1,3).
Fórmulas muy
semejantes encontramos en la primera carta a la Iglesia de Corinto:
“En
primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que lo
sepultaron y que resucitó al tercer día, también según las Escrituras” (15,3-4).
Igualmente en la primera carta de Pedro:
“Porque
Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. Él era inocente, pero sufrió por los
malos, para llevarlos a ustedes a Dios.
En su fragilidad humana, murió; pero resucitó con una vida espiritual, y de esta manera fue a proclamar su
victoria a los espíritus que estaban presos. Estos habían sido
desobedientes en tiempos antiguos, en
los días de Noé, cuando Dios esperaba con paciencia mientras se construía la barca, en la que
algunas personas, ocho en total, fueron
salvadas por medio del agua. Y
aquella agua representaba el agua del bautismo, por medio del cual somos ahora
salvados. El bautismo no consiste en
limpiar el cuerpo, sino en pedirle a
Dios una conciencia limpia; y nos salva por la resurrección de Jesucristo,
que subió al cielo y está a la derecha de Dios, y al que han quedado sujetos los ángeles y
demás seres espirituales que tienen
autoridad y poder” (3,18-22).
Años
más tarde, Ignacio[5] confiesa:
"Jesucristo, del linaje
de David e hijo de María, que nació, comió y bebió verdaderamente, fue
verdaderamente perseguido bajo Poncio Pilatos, fue verdaderamente crucificado y
murió a la vista de los moradores del cielo, de la tierra y del infierno; que,
además, resucitó verdaderamente de entre los muertos, resucitándole su propio
Padre. Y a semejanza suya también a los que creemos en El nos resucitará del
mismo modo su Padre, en Jesucristo, fuera del cual no tenemos la verdadera vida"
(Trall 9).
Posteriormente
Justino[6],
al parecer el primero, dirigiéndose a las catecúmenas y los catecúmenos,
introduce la fórmula trinitaria:
“reciben el lavado del agua
en el nombre de Dios Padre y Señor del universo, y en el de nuestro Salvador
Jesucristo y en el del Espíritu Santo" (Apol
I,61).
Pero
es la Epístola Apostolorum[7] y
al parecer Hipólito[8] quienes realizan los
aportes finales para la confección del credo que aparece por primera vez en la Tradición Apostólica escrita por
Hipólito, cuyo texto original transcribimos a continuación:
“Credo in
Deum patrem omnipotentem
Et in
Christum Iesum, filium Dei.
Qui natus de
Spiritu Sancto ex María Virgine
Et
crucifixus sub Pontio Pilato et mortuus est et sepultus,
Et
resurrexit die tertia vivus a mortuis,
Et ascendit
in caelis,
Et sedit ad
dexteram patris,
Venturus
iudicare vivos et mortuos
Et in
Spiritum Sanctum et sanctam ecclesiam,
Et carnis
resurrectionem.”
Una
Iglesia, que cree y enseña estos artículos de fe, debe ser considerada como
apostólica.
b) La Didaché:
Esta
obra se caracteriza por su antigüedad, compuesta tal vez antes de los años 70
dC, tomando como base, piezas literarias ya existentes. Es un testimonio, tal
vez el más antiguo conocido, de reglas cristianas, tal vez utilizada no por
una, sino por varias comunidades eclesiales, más bien judeocristianas que de
comunidades provenientes del paganismo convertido al cristianismo, que nos
presenta la eclesiología y liturgia de la Iglesia naciente.
Este
antiguo documento, da cuenta de las primeras rúbricas litúrgicas de la historia
de la Iglesia, acerca de la celebración de los sacramentos de iniciación: el
Bautismo y la Eucaristía; también contiene una de las tres versiones que nos
han llegado a cerca del Padrenuestro.
De
una influencia muy grande en la antigüedad, postulada a formar parte del canon
bíblico, finalmente quedó ubicada, como la obra más importante dentro de lo que
denominamos Padres Apostólicos. Fue citada por Clemente de Alejandría en sus
escritos.
Estas
características hacen de la Didajé uno de los depósitos de la fe más fuertes,
ya que articula los escritos del Nuevo Testamento, recogiendo las enseñanzas y
prácticas de la iglesia apostólica, con los Padres Apostólicos.
Una
Iglesia, que practica estas enseñanzas es una Iglesia apostólica.
c) Los Padres
Apostólicos
La
otra fuente indiscutible son los Padres apostólicos por su proximidad histórica
a la Iglesia de los apóstoles y porque algunos de los Padres, según el
testimonio de Ireneo de Lyón fueron discípulos directos de los apóstoles, tal
es el caso de Clemente de Roma que fue discípulo de los apóstoles Pedro y Pablo
y Policarpo de Esmirna que fue discípulo del apóstol Juan. No tenemos
referencias sobre los otros escritos en cuanto a su vinculación directa con
alguno de los apóstoles, sin embargo, la epístola de Bernabé, las de Ignacio de
Antioquía, la epístola a Diogneto, el Pastor de Hermas, los fragmentos de
Papías y la propia Didaché, se centran en presentar la fe apostólica más que de
defenderla de los errores, actividad que desarrollarán posteriormente los
Padres apologetas.
Afirma
el escritor de la epístola a Diogneto:
“No trato
de cosas extrañas ni inquiero cuestiones absurdas, sino que, habiendo sido
discípulo de los apóstoles, me hago maestro de las naciones y administro lo que
yo he recibido a los que se han convertido en discípulos dignos de la Verdad”
Los
escritos de estos padres, son una referencia constante al carácter apostólico
de la doctrina que creyeron, practicaron y enseñaron.
Una
Iglesia, continuadora de esta fe, porque la cree, la practica y la enseña es
una Iglesia apostólica.
Por
lo tanto, para que una Iglesia sea considerada apostólica es necesario que
adhiera a los artículos de fe y la doctrina apostólica; además de que contenga
en sí, una transmisión autoritativa de la apostolicidad[9]
(cf Epístola 76 Ad Magnum, Cipriano (+258 dC):
“Novaciano
no está en la Iglesia, ni puede ser considerado obispo, porque en desprecio de
la tradición apostólica se ordenó a sí mismo sin suceder a nadie”
4.
Algunas conclusiones
En
todos estos siglos de cristianismo, nuestro cuerpo doctrinal ha ido
ensanchándose con diversos dogmas y doctrinas. Sin embargo, entendemos que para
que una Iglesia sea reconicida como apostólica, solo bastan estas tres
condiciones:
-
cree
-
practica
-
enseña, aquello
en que creyeron los Apóstoles.
Ninguna
otra condición debiera agregarse a estos tres requisitos y la Sucesión
Apostólica, solo es un complemento a ello que debiera ser garante de ellos.
Cuando
planteamos estos requisitos, los mismos deben de ser entendidos e interpretados
a la luz del Evangelio de Jesucristo, manteniendo intacto e incambiado el
contenido de la fe apostólica, pero renovando la forma de su presentación, es
decir, el envoltorio del mensaje.
Fuentes:
Diccionario de Teología: EF
Harrison.
Patrología Latina: Migne –
Documenta Catholica Omnia (en línea)
[1]
Jerónimo nace entre los años 340 / 342 dC (fecha inexacta) y muere en 420 dC.
Se destacó por sus estudios exegéticos y por traducir las Sagradas Escrituras
al latín, versión de la Biblia denominada Vulgata.
[2]
Entendemos que la doctrina de la Sucesión Apostólica debemos tratarla aparte
dada la evolución de la misma, aquí simplemente hacemos una mención a la misma.
[3] Rufino de
Aquilea nace en 345 y muere en 411. Escritor y exégeta. Gracias a sus escritos
hemos conocido la obra de Orígenes y otros autores antiguos.
[4] Ambrosio
de Milán nace en 340 y muere en 397. Es uno de los cuatro Padres de la Iglesia
latina.
[5]
Ignacio de Antioquía nace entre los años 25 a 28 y muere entre los años 98 a
110. Obispo y mártir. Autor de siete cartas a diferentes iglesias mientras que
era conducido de Siria a Roma para ser ejecutado.
[6]
Justino nace en Flavia Neapolis (Siquem) entre los años 100 a 114 y muere entre
los años 162 a 168. Es uno de los primeros apologistas cristianos.
[7]
La Epístola Apostolrum, sin lugar a dudas es una de las más importantes de la
literatura apócrifa por varias razones. Va dirigida a la catolicidad, a las
iglesias del norte y del sur, del este y del oeste; escrita entre los años 140
y 160, en su teología afirma claramente la encarnación del Verbo Eterno,
identifica la divinidad del Verbo con la del Padre; realiza importantes aportes
en materia de liturgia, presentando los artículos de fe en un credo pequeño, revela
que en este tiemo, aún continuaba celebrándose juntos el Ágape y laEucaristía.
[8] Hipólito
de Roma nace en el año 170 y muere en 236. Al parecer discípulo de Ireneo quien
a su vez fue discípulo de Policarpo que fue discípulo del apóstol Juan.
[9] Para
ello, desarrollamos un tercer documento que se agrega a los de Catolicidad y
Apostolicidad que es Sucesión Apostólica.
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