La Iglesia: comunidad de iguales y servidora.
22º Domingo después de
Pentecostés
Ciclo B – Mc 10,35-45
1. El texto en su contexto:
Jesús acababa de anunciar
por tercera vez su muerte y el triunfo de la resurrección (versículo 34). Los
hijos de Zebedeo, dos de los apóstoles columnas de la Iglesia le piden a Jesús
compartir su poder por sobre el resto de los apóstoles (versículos 35-37).
Ellos esperaban que Jesús derrocara el poder romano y restableciera el reino de
David, distribuyendo autoridad, poder y honores y ¿qué mayor honor que estar
sentados a la derecha y a la izquierda del rey, más cuando éste los liberaría
del poder opresor? sin embargo, el proyecto mesiánico de Jesús no pasaba por un
Mesías político sino por un Mesías siervo (Isaías 53,10-11). Fue necesario que
pasara mucho tiempo, para que ellos entendieran la opción profética de Jesús.
Jesús, Maestro sabio, les
cambia el eje de la conversación, ellos pedían compartir honor y poder, Jesús
les propone compartir su humillación y muerte (versículos 38-40 cf Lc 12,50; Jn
18,11).
El resto de los apóstoles se
enteraron de lo sucedido y se enojaron (versículo 41), tal vez ellos habían
pensado pedir lo mismo pero Santiago y Juan se les habían adelantado. Las
luchas por el poder, una vez que Jesús muriera, comenzaron a darse entre los
suyos. La división ya estaba sembrada al interior de la comunidad apostólica.
Jesús, combate enérgicamente
las luchas por el poder al interior del movimiento que se estaba generando en
torno a él. Quien aspire a ocupar un lugar de privilegio, de poder, de
influencia, de honor tiene necesariamente que servir a los demás (vesículos
42-44 cf Eclo 3,18; Mt 23,11; Mc 9,35; Lc 22,25-27). Esta conversación ya se
había dado un tiempo antes, cuando Jesús había anunciado por segunda vez su
muerte (Mc 9,30-32), ellos habían estado discutiendo quién era el más
importante (Mc 9,33-37) y él les había dicho que el que sirviera a todos. La
propuesta de Jesús es una comunidad de iguales, donde el servicio sea la
característica.
Finalmente se pone como
ejemplo, una vida entregada al servicio y al proyecto de Dios (versículo 45 cf
Is 53,5-6.11-12; Jn 10,11; 1Tim 2,5-6). Jesús vino a este mundo a servir (Mt
20,28 cf Lc 22,27; Jn 13,12-15; Fil 2,5-7) y a cumplir el proyecto de Dios, dar
su vida en rescate (Mt 20,28), el rescate era el precio que se debía pagar por
la libertad de un preso o la liberación de un esclavo, de la humanidad presa de
la injusticia, de la enfermedad, de la discriminación, de los prejuicios (Mt
28,20 cf Is 52,13-53,12; Mc 10,45; Jn 10,11; Ef 1,7; Col 1,13-14; 1Tim 2,5-6;
Tit 2,14; Heb 2,9; 1Pe 1,18-19). De esta forma, por primera vez en los
Evangelios, queda expresada la finalidad de la vida y la muerte de Jesús.
Ese ejemplo de servicio a la
humanidad lo expresó de diferentes formas, sanando a las personas enfermas (Mc
1,29-31; 7,31-37), liberando a las personas oprimidas (Mc 1,21-28; 5,1-15),
incluyendo a las personas excluidas (Mc 1,40-45; 5,25-34), perdonando a las
personas agobiadas por las culpas (Mc 2,1-12), fortaleciendo a las personas
debilitadas (Mc 7,24-30), dando de comer a las personas hambrientas (Mc
6,30-44; 8,1-10), pero fundamentalmente lavando los pies a la comunidad
apostólica (Jn 13,1-15) tarea reservada únicamente a esclavos extranjeros y a
mujeres.
2. El texto en nuestro contexto:
Una lectura contextualizada
de este relato evangélico nos permite descubrir dos lecciones.
La primera: la Iglesia es
una comunidad de iguales.
Históricamente el servicio
se ha ido transformando en poder. Quienes debían servir comenzaron a ejercer
autoridad, a ocupar lugares de poder, a ejercer el dominio y el control. El
liderazgo eclesiástico pasó a ser una elite de gente poderosa e influente. En
algunas Iglesias aún es así. Pero nosotras y nosotros, la Iglesia Antigua –
Diversidad Cristiana tenemos que remontarnos a nuestros orígenes y a las
enseñanzas y ejemplos de Jesucristo, nuestro Maestro y nuestro Señor.
En la Iglesia Antigua –
Diversidad Cristiana no hay monseñores porque ese es un título de la iglesia
monárquica, hay obispos y
obispas que son los administradores de los dones que el Espíritu Santo
regala a la Iglesia. No hay sacerdotes, porque esa es una función que la
iglesia monárquica tomó del paganismo, como enseñan las Escrituras tenemos un
único sacerdote que es Jesucristo (1Tim 2,5 cf 1Jn 2,1; Heb 3,1), hay presbíteros y presbíteras
que junto al obispo o la obispa lideran la comunidad eclesial. En el momento
que olvidemos esto, habremos perdido nuestra identidad de Iglesia Antigua y
habremos desvirtuado el Evangelio de Jesucristo.
El inmenso desafío que
enfrentamos es mantenernos radicalmente fieles a las enseñanzas de Jesús. La
enseñanza de los Padres, las doctrinas de los concilios ecuménicos, la
tradición de la Iglesia, el propio magisterio que vamos construyendo,
necesariamente tiene que ser interpretado a la luz del Evangelio de Jesucristo
y en diálogo con la comunidad eclesial y la sociedad donde ésta, está inserta.
Para ello, hemos definido en los Estatutos de la Iglesia que la asamblea
sinodal es el órgano soberano y que está integrado por el episcopado, el
presbiterado, el diaconado y el laicado en igualdad de condiciones.
La segunda: la Iglesia es
una comunidad servidora.
Siguiendo las enseñanzas y
el ejemplo de Jesús, nosotros y nosotras, la Iglesia Antigua – Diversidad
Cristiana, asumimos el mandato de nuestro Maestro y nuestro Señor. Nuestra
razón de ser es evangelizar mediante el servicio. Demostrar con nuestro ejemplo,
a la sociedad y a la cultura, de que existe otra forma de ser Iglesia y que esa
forma es junto a las personas discriminadas, excluidas, silenciadas,
invisibilizadas, vulneradas en sus derechos y su dignidad (Mt 25,35-46)
Únicamente sirviendo a esas
personas y desde la realidad de esas personas tiene sentido nuestra experiencia
de fe y por lo tanto nuestra celebración litúrgica. Si salimos de aquí y en la
semana no somos capaces de haber estado junto a Jesús, encarnado en ellas y en
ellos (Fi 2,7), de nada habrá servido esta celebración y por favor, no vengan
el próximo domingo hasta que no sirvan a alguien que realmente lo necesite y
que no pueda o no quiera, de ninguna manera retribuirles lo que ustedes
hicieron (Mt 5,46-47).
Me dirán que es muy duro lo
que estoy planteando. Pues así es. La comunidad eclesial que celebra la
Eucaristía no es un grupo de personas conocidas que se reúne a tomar el té, no
es un grupo de amigos o amigas que se reúnen a compartir la mesa, no es un
grupo de ayuda mutua que nos conforta en nuestros momentos difíciles. La
comunidad eclesial que celebra la Eucaristía es esencialmente un grupo de
personas que celebra su fe en Jesucristo, el Maestro y el Señor; una fe que no
es racional sino experiencia vivida y celebrada.
Por lo tanto, si no estamos
dispuestos y dispuestas a servir a quien lo necesita, entonces la Iglesia
Antigua – Diversidad Cristiana no es nuestro lugar. Vayamos a adorar a Dios a
otros templos. Vayamos a rendir culto a otras iglesias. Aquí primero vivimos la
fe y luego la celebramos. Y la vivencia de la fe a través del servicio exige
renuncia a nuestros gustos, a nuestros tiempos libres, a nuestros bienes, a
nuestros deseos porque no servimos con
lo que queremos sino con lo que la otra persona necesita. Por eso el servicio está directamente
relacionado a la experiencia pascual.
El relato evangélico de hoy nos permite exponer la eclesiología de la
Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, una comunidad de iguales que sirve a
todos y todas.
Que encontremos esta semana,
en el servicio a las personas vulneradas la experiencia pascual para celebrar
nuestra fe. Buena semana para todos y todas. +Julio.
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