Jesús sana las cegueras de la Iglesia y de la sociedad



23º Domingo después de Pentecostés.
Ciclo B – Marcos 10,46-52



1.    El texto en su contexto:

Jesús iba con la comunidad discipular camino a Jerusalén (Mc 11). Al salir de Jericó una ciudad ubicada en la llanura del río Jordán, al pie de la subida a Jerusalén,  pasa cerca de donde Bartimeo pedía limosna, un hombre ciego de la localidad (10,46). Cuando este hombre se enteró que Jesús pasaba por ahí comenzó a gritarle llamando su atención reconociendo en Jesús al Mesías de Dios (versículo 47 cf Mt 1,1; 9,27; 20,29-34).

Según nos relata Marcos en el Evangelio, la gente que estaba en ese lugar lo mandaba callar pero él gritaba aún más fuerte (versículo 48). Jesús se detuvo y pidió que lo llamara, (versículo 49). Cuando le comunicaron al ciego que Jesús le llamaba éste se un salto se pudo en su presencia (versículo 50).

Entonces se produce el diálogo entre Jesús y Bartimeo. Jesús que le pregunta que quiere que haga por él. Bartimeo que le pide recobrar la vista, lo que nos hace suponer que no era ciego de nacimiento. Jesús le dice que es sanado por la fe que tuvo (versículos 51-52 cf 5,34; Mt 9,22). Tras las palabras de Jesús, Bartimeo recobra la vista y sigue a Jesús por el camino. Para la Iglesia de la antigüedad, el camino significaba el discipulado (Hch 9,2; 19,9; 19,23; 22,4; 22,14) así que podemos suponer que ingresó a la comunidad discipular.


2.    El texto en nuestro contexto:

Una primera reflexión que se desprende del Evangelio de hoy es la ceguera masculina en la iglesia y en la sociedad.

Bartimeo era un hombre ciego. En los evangelios no hay relatos de mujeres ciegas sino de hombres ciegos. Algunas iglesias aún gobernadas únicamente por hombres se han vuelto ciegas. Han quedado atrapadas en sus ritos. Perdieron el diálogo con la sociedad. Necesitan ser sanadas. Necesitan la presencia de mujeres que aporten otra mirada a la realidad eclesial, una mirada teológica, una mirada pastoral, un mirada ministerial desde la perspectiva femenina. Porque sabemos que en la Iglesia de los primeros siglos hubo mujeres diáconas, mujeres predicadoras, mujeres apóstoles, mujeres líderes de las comunidades (presbíteras). Negar esa realidad es un síntoma de ceguera. No pueden ver en su historia y en sus raíces.

Igualmente la sociedad machista y patriarcal está ciega. Los muchos intentos de equidad e igualdad entre hombres y mujeres aún dista mucho de ser realidad, basta con echar un vistazo al escandaloso feminicidio por violencia doméstica, a la desigualdad en las oportunidades de ingreso al mercado laboral y al salario diferencial entre hombres y mujeres ante un mismo puesto, esto por enumerar solo tres síntomas de los muchos que permiten constatar la ceguera masculina en la sociedad.

Una segunda reflexión que se desprende del Evangelio de hoy es que para transformar la realidad es necesario querer y actuar.

Bartimeo primero gritó pidiendo ayuda, luego gritó más fuerte y finalmente abandonó su lugar de ceguera, cambió de lugar y de perspectiva, se acercó a Jesús y lo hizo de una manera significativa, dice el Evangelio que lo hizo de un salto. La fiesta pascual justamente tiene su origen en una danza donde los hombres saltaban. Únicamente la experiencia pascual es la que hace posible transformar las realidades de ceguera masculina, machista, patriarcal. La experiencia pascual para quienes somos discípulos y discípulas de Jesús es pasar de la muerte a la vida, de situaciones menos humanas a situaciones más humanas, de situaciones de injusticia a situaciones de justicia, de situaciones de vulneración a situaciones de dignificación.

Los hombres de hoy estamos desafiados a pedir ayuda para cambiar la situación de opresión que viven las mujeres, de discriminación que viven las personas con una orientación sexual diferente, de invisibilidad que viven las personas ancianas o discapacitadas. El Evangelio nos desafía a transitar la experiencia pascual, a dejarnos transformar por la fuerza de la Pascua de Jesucristo que todo lo hace nuevo y digno.

Una tercera reflexión que se desprende del Evangelio de hoy es que los cambios son obrados en cooperación, la humanidad y la Divinidad: “por tu fe has sido sanado”.

La transformación de situaciones injustas dentro de la Iglesia y de la sociedad sólo es posible si los hombres, varones, nos comprometemos con los cambios, asumimos la transformación pascual, dignificamos a todos y todas, construimos relaciones de igualdad.
El Evangelio nos desafía a formar parte de la comunidad discipular, del movimiento de Jesús, de lo que llamamos la Iglesia. Pero la única forma posible es decir lo que dijo Jesús, hacer lo que hizo Jesús, seguir las huellas del Maestro y del Señor.

Hermanos y hermanos, amigas y amigos de la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, les invito a comprometernos, primero en la transformación de nuestra Iglesia para que cada vez se asemeje más a la comunidad de Jesús y en segundo lugar les invito a comprometernos en la transformación de nuestra sociedad. Todas y todos estamos llamados por Di@s a una vida digna, plena y abundante. Si algo impide que sea así debemos pedir como Bartimeo, que Jesús nos permita ver la realidad con los ojos de Di@s no con los nuestros.


Buena semana para todos y todas +Julio.

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