Jesús no enseñó sobre el divorcio, sino sobre la protección de aquellas personas dentro del contrato matrimonial, que eran vulneradas por el sistema religioso
20º Domingo después de
Pentecostés
Ciclo B – Marcos 10,2-12
1. El texto en su contexto:
Jesús salió de Galilea hacia
las regiones de Judea y Perea (versículo 1). Jesús hablaba con autoridad no
como los otros maestros de la ley (Mateo 7,29), por lo tanto convocaba a la
gente en torno a sí.
Jesús ya estaba molestando
al sistema político y religioso, por lo tanto, los fariseos, preocupados
siempre por el cumplimiento de la ley tratan de tenderle una trampa (versículo
2) y le preguntan si el esposo puede divorciarse de su esposa (versículo 2). En
aquel tiempo, habían diferentes interpretaciones sobre la ley (Deuteronomio
24,1). La escuela del rabino Shammai era estricta y únicamente aceptaba el
divorcio por causa de adulterio, sin embargo, la escuela del rabino Hillel
aceptaba el divorcio por varias causas, incluso algunas por faltas bastante leves.
Ambos rabinos eran muy influyentes en la
comunidad judía del siglo I y fueron contemporáneos de Jesús; el pensamiento de
Shammai tuvo una mayor influencia antes de la destrucción del Templo de
Jerusalén (año 70 dC), mientras que el de Hillel tuvo mayor influencia luego de
ese acontecimiento. Existen varias anécdotas del fundamentalismo de Shammai.
Jesús, puesto a prueba les
remite a la ley de Moisés (versículo 3) a lo que los fariseos responden citando
la autorización de Moisés (Deuteronomio 24,1-4; Mateo 5,31). Pero Jesús es
categórico en su enseñanza no permitiendo el divorcio (versículos 5-9 cf Gn
1,27; 2,24; 5,2).
¿Será que Jesús era más
estricto en el cumplimiento de la ley que Shammai o habrá otra causa para su
enseñanza? Si leemos atentamente el texto evangélico, encontramos que hasta
aquí, quien puede divorciarse es el hombre, él toma la decisión, él expide el
certificado de divorcio, la mujer no es tenida en cuenta. Es que en el sistema
político y religioso judío, la mujer era considerada objeto del varón, una
posesión más, importante en la medida que pudiera fecundar y dar vida. La mujer
divorciada queda socialmente desprotegida, regresa a la casa paterna y
difícilmente otro hombre la tomará por esposa. En la respuesta de Jesús a los
fariseos, prima la protección de la mujer, asegurando que no pase a engrosar
las filas de las personas discriminadas y excluidas por el sistema político y
religioso. Jesús es duro con los varones judíos, los llama tercos (versículo
5).
Al parecer, los discípulos
varones no quedaron conformes con la respuesta de Jesús y vuelven a preguntarle
sobre el divorcio, ahora ya en la intimidad de la comunidad apostólica
(versículo 10). La respuesta de Jesús en los versículo 11-12 podemos dividirla
en dos partes. La primera, corresponde ciertamente a Jesús (versículo 11): “El que se divorcia de su esposa
y se casa con otra, comete adulterio contra la primera” poniendo además, en riesgo de adulterio también a la
mujer (Mateo 5,32; 19,9; Lc 16,18); sin embargo, el versículo 12 no
correspondería a Jesús, ya que las leyes judías ni siquiera se planteaban la
posibilidad de que una mujer pudiera divorciarse de su esposo, esta afirmación
no tienen fundamento en el Antiguo Testamento sino en las costumbres romanas;
por lo tanto, es muy probable que este versículo fuera agregado para lectores
romanos, donde la ley permitía que una mujer pudiera tomar la iniciativa de
divorciarse. Este versículo, deja entrever el prejuicio de una comunidad
judeocristiana, influenciada por la ley mosaica, frente a una comunidad
romanocristiana, influenciada por otra cultura, o simplemente, el prejuicio
sostenido por la cultura judía frente a la cultura romana.
El centro del mensaje evangélico de hoy, entonces,
no es el divorcio sí o el divorcio no, sino la protección de la mujer que es
vulnerada en sus derechos y su dignidad al perder la categoría de esposa y la
pone en riesgo de adulterio, en el marco de la ley mosaica, si otro hombre
llegara a casarse con ella (Mateo 5,32).
2. El texto en nuestro contexto:
Las personas cristianas no
estamos sometidas a la ley mosaica sino al Evangelio de Jesucristo que es
liberador e inclusivo, por lo tanto, no podemos tomar literalmente la enseñanza
de Jesús sino en el contexto que se produjo y extraer de ella algunos
aprendizajes.
En primer lugar debemos
proteger los derechos y la dignidad de las personas en situación de desventaja
y vulnerabilidad social y religiosa, así como Jesús lo hizo con las mujeres de
su época. Por lo tanto, no podemos fundar nuestra experiencia de fe y nuestra
práctica cristiana en nuestros contextos del siglo XXI, sobre una práctica
literal de los mitos fundantes del libro del Génesis; en esta lógica, la
Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana:
- Acepta, apoya y celebra el
matrimonio igualitario, como expresión del amor entre dos personas, sin
importar su sexo.
- Acepta, apoya y promueve
el divorcio en situaciones donde se vean vulnerados los derechos y la dignidad
de una u otra persona que integra la pareja cuya consecuencia es la inequidad.
En segundo lugar, rechazamos
toda posición eclesial fundamentalista y dogmática, como la que mantienen la
Iglesia Católica Romana y algunas Iglesias Evangélicas, tanto frente al
matrimonio igualitario como frente al divorcio entre personas heterosexuales;
el respeto y la dignidad de las personas está por encima de cualquier creencia,
costumbre, práctica o ley. Estos hermanos nuestros, pueden creer y practicar lo
que ellos entiendan que Di@s les pide, pero de ninguna manera pueden imponerlo
al resto de la sociedad.
En tercer lugar resaltamos
la enseñanza central del texto evangélico de hoy, donde Jesús nos enseña a
proteger a aquellas personas que el sistema religioso coloca en situación de
indefensión, inequidad y desprotección.
Buena semana para todos y
todas +Julio.
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