Urge pensar en una nueva eclesiología para enfrentar los desafíos del siglo XXI
18º Domingo después de Pentecostés
Mc 9,30-37
1. El texto en su contexto:
Jesús y la comunidad apostólica
retornan de la experiencia de la transfiguración (9,2-13) y de la curación de
un joven epiléptico (9,14-29), entonces ya en Galilea (versículo 30) se dedica
a enseñarle a sus discípulos y discípulas (versículo 31). Pero su enseñanza no
era fácil de aceptar o asimilar ya que tiraba por tierra la expectativa
mesiánica de la restauración del Reino de Israel. Sus discípulos al igual que
el resto del pueblo, esperaban que el Mesías desalojara al imperio romano de
sus tierras y restableciera el reino que habían perdido siglos atrás y que no
habían podido recuperarlo, pasándose el dominio de sus tierras de un invasor a
otro. La comunidad apostólica, no entendía y temía pedir aclaraciones de ¿cómo
sería eso de que el Mesías tenía que morir y resucitar? (versículo 31 cf
8,31-9,1; 10,32-34).
Caminaron hasta Cafarnaún, a casa
de Simón Pedro (Mc 1,29) o de Jesús (Mt 9,1). Cuando habían llegado Jesús
interroga a la comunidad apostólica sobre la conversación que traían de camino
(versículo 33). Pero el silencio fue la respuesta, ya que su preocupación era
quién de los miembros de la comunidad apostólica, era el más importante ¿Por
qué esa pregunta? Porque no habían entendido aún que Jesús no restauraría el
Reino de Israel, entonces ese tema era importante para ellos; quién fuera el
más importante sería sin lugar a dudas la mano derecha de Jesús cuando
expulsara al imperio romano, asumiera el poder de gobernar y quedara restaurado
Israel. La comunidad apostólica estaba disputándose el poder sobre el pueblo
(versículo 34 cf Lc 22,24).
Nuevamente Jesús vuelve a
desconcertarles. El que quiera ser el más importante deberá servir a todos
(versículo 35 cf Eclo 3,18; Mt 20,26-27; 23,11) y pone un ejemplo
incuestionable, toma en sus brazos a un niño, alguien que en su cultura no
tenía derechos (versículo 36) al punto que se le podía llegar a vender y cambia
el centro de la conversación llevándola al plano de las relaciones humanas, no
ya de ejercicio del poder que era lo que se venía discutiendo, sino de buscar,
aceptar, vincularse con los “sin poder”. El proyecto mesiánico de Jesús no
iniciaba por desalojar a los invasores y restablecer el Reino de Israel, sino
por reconocer la dignidad y los derechos de “los invisibles” de la sociedad,
porque en ellos está Jesús pero también el Padre (versículo 37 cf Mt 10,40; Lc
10,16; Jn 13,20).
2.
El
texto en nuestro contexto:
En pleno siglo XXI las Iglesias
continuamos sin entender el mensaje de Jesús. El tema central sigue siendo el
poder no el servicio. Es común ver en nuestro continente pastores evangélicos
pentecostales y neopentecostales luchando por espacios en los lugares de
gobierno. Es común ver en los medios de prensa a obispos católicos romanos
tratando de imponer sus posiciones sobre temas fundamentalmente de familia.
¿Dónde está la Iglesia servidora?
¿Dónde está la iglesia de las personas invisibilizadas? ¿Dónde está la Iglesia
de las personas “sin poder”?
Urge pensar una nueva
eclesiología para enfrentar los desafíos de la sociedad del siglo XXI, una
sociedad de las post modernidad, de la transformación y revisión de valores, de
los derechos individuales. El tiempo de la cristiandad ya terminó pero
parecería que nos cuesta entenderlo.
La Iglesia Antigua – Diversidad
Cristiana, deberíamos posicionarnos entre los “sin poder”, “los invisibles”.
Nuestro lugar es junto a las personas discriminadas, excluidas, marginadas y
expulsadas del sistema social, del sistema económico, del sistema religioso;
deberíamos trabajar para una nueva eclesiología, dimensionando los derechos y
la dignidad de las personas.
El evangelio, hoy nos convoca a
comprometernos radicalmente con las personas vulneradas en sus derechos y su
dignidad. Está en nuestra libertad personal y en nuestro compromiso
comunitario, continuar como la comunidad apostólica en busca del poder o ir en
busca de aquellas personas a la que Jesús nos envía y entre quienes quiso
quedarse para compartir con nosotros y nosotras.
Buena semana para todos y todas.
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