Segundo domingo de Cuaresma: Las características de una Iglesia que sigue a su Maestro en el camino del discipulado.
Segundo domingo de Cuaresma
Marcos 8,31-38 (ciclo B)
1.
El texto en su contexto:
El relato evangélico de hoy
se desarrolla en el marco de una conversación entre Jesús y su comunidad
discipular. Más ser más precisos, el episodio evangélico que antecede a este
anuncio de Jesús, en la confesión de Pedro (Marcos 8,27-30).
El episodio de Marcos
8,31-38 es el inicio de la segunda parte del Evangelio de Marcos y comienza,
nada más ni nada menos, que con el anuncio por parte de Jesús, de su muerte y
resurrección. Sin lugar a dudas, las acciones sanadoras y liberadoras que eran
acompañadas del anuncio del Reinado de Dios, haciendo justicia a los excluidos
y oprimidos por el sistema político y religioso, hizo que se ganara muchos
enemigos, entre ellos los representantes del Templo, los sacerdotes y los
representantes de la sinagoga, los maestros de la Ley. Jesús era plenamente
consciente de la tensión que estaba generando al anunciar la justicia de Dios y
denunciar las injusticias humanas, avaladas por el sistema religioso; pero el
anuncio de la resurrección, permite intuir la confianza total de Jesús en Dios
su Padre (versículo 31).
Pedro, escandalizado por el
anuncio reprende a Jesús dejando en evidencia su incomprensión del plan de Dios
(versículo 32). Al igual que el resto de los discípulos, Pedro actuó como se
hubiera esperado que lo hicieran quienes no creen, quienes no descubrieron el
rostro misericordioso de Dios, quienes no tienen la generosidad para emprender
el desafío de la construcción del Reino
prometido por Dios, anunciado por Jesucristo y esperado por toda la humanidad;
cuya expresión más clara, es una sociedad justa y solidaria, formada por
personas liberadas y dignificadas.
Jesús es durísimo con la
actitud de Pedro que pretende desviarlo del camino que se trazó (versículo 33).
Finalmente, Jesús convoca a
sus comunidad discipular y otras gentes que les seguían y les expone las
exigencias del discipulado (versículo 34-35 cf Mateo 10,38-39; Lucas 14,27;
17,33; Juan 12,24-28); exigencias que hacen que, tanto el discípulo como la
discípula, recorran el mismo camino de rechazo y persecución que el Maestro.
Jesús les plantea las prioridades evangélicas que tiene que ver con la vida como
valor supremo (versículo 36-36 cf Mateo 16,25-26) y la fidelidad al seguimiento
(versículo 38-39); un seguimiento que identifica el camino de la comunidad
discipular con la de su Maestro.
2.
El texto en nuestro contexto:
En pleno siglo XXI, en una
sociedad mundial llena de conflictos, en una sociedad latinoamericana tan
desigual, en una sociedad uruguaya todavía con muchas injusticias, me pregunto
¿por qué la Iglesia, presente en las distintas denominaciones cristianas, no es
rechazada y perseguida?. Tal vez como Pedro, hemos optado por acomodarnos a la
expectativa del mundo y del poder. ¿Por qué hay tan baja participación? ¿por
qué estamos disminuyendo en número? Tal vez nos hemos avergonzado de seguir a
un Maestro rechazado, perseguido y ejecutado; en cambio seguimos a un Rey de
Reyes, a un Señor de Señores, a un Cristo todopoderoso.
Si nuestra experiencia de fe
no es transitada por la experiencia pascual, y esto significa el rechazo real
de los centros de poder político, económico, religiosos, etc. abandonándonos al
accionar de Dios, que sana, libera e incluye a su tiempo y con un estilo propio,
no estamos siendo una iglesia discípula de Jesucristo.
El anuncio profético, de la
justicia de Dios que es parcial y toma partido por las personas oprimidas,
discriminadas y excluidas, sin importar si son buenas o malas, toma partido
simplemente porque son víctimas; y la denuncia profética de la injusticia
humana que produce opresión, exclusión, discriminación, invisibilizando la
dignidad humana que es propia a cada persona; tienen que ser las
características de una Iglesia que sigue a su Maestro en el camino del
discipulado.
Una Iglesia que sana, que
consuela, que libera, que incluye, que reconoce la dignidad y los derechos de
todas las personas; una iglesia que se hace servidora de la humanidad,
especialmente de la más vulnerada; una iglesia que ama entrañablemente a todos
y a todas con el amor maternal de Dios; una iglesia que renuncia al poder, al
reconocimiento y al honor que proporciona el mundo es una iglesia que sigue a
su Maestro en el camino del discipulado.
En este segundo domingo de
Cuaresma, el evangelio interpela la mediocridad de nuestras comunidades
eclesiales, la mediocridad de nuestra fe y de nuestro compromiso con el Reino.
Depende de cada persona y de cada comunidad eclesial, revertir esta realidad,
transformando cristianas y cristianos en discípulas y discípulos.
Buena semana a todos y
todas. +Julio.
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