Cuarto domingo de cuaresma: El escándalo del amor y la inclusión
Cuarto domingo de Cuaresma
Juan 3,14-21. Ciclo B
1. El texto en su contexto:
Luego del escandaloso
episodio donde Jesús desaloja a los vendedores y cambistas del atrio del templo
de Jerusalén, preparando el ingreso de la gentilidad, los pueblos considerados
paganos que no tenían acceso al templo, en cuanto espacio sagrado, de comunión
entre la Divinidad y la humanidad (Juan 2,13-21), texto sobre el que
reflexionamos la semana pasada; el evangelista nos presenta el diálogo entre
Nicodemo y Jesús (Juan 3,1-15). Nicodemo era un maestro de la ley importante entre
los judíos que reconoce a Jesús como enviado de Dios (versículo 1-2) al que
Jesús enseña sobre la nueva vida en la perspectiva del Reino (versículos 3-14).
El texto que se nos propone
para la reflexión de hoy es la culminación del diálogo con Nicodemo (versículos
14-21).
Jesús habla de su muerte en
la cruz (versículo 24 cf Números 21,4-9; Isaías 52,13; Sabiduría 16,5-8) y de
su regreso al Misterio Divino (cf Juan 8,28; 12,32-34; 13,1; 17,11) para que
quienes creen tengan vida eterna (3,15). Para Jesús, la vida es el don por
excelencia que Dios comunica a la humanidad y que no termina con la muerte (cf
11,25) por eso con frecuencia, en el evangelio de Juan se la denomina “vida
eterna”; se obtiene por la fe en él (3,16) ya desde ahora, desde esta realidad
(cf 5,24). El concepto de “vida eterna” en el evangelio de Juan es tan
importante como el del “Reino” en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas (cf
Juan 5,24; 6,33-54; 20,31).
El evangelista revela el
amor incondicional de Dios a la humanidad, enviando a su Hijo para que ésta no
se pierda (versículo 16), porque Dios no condena sino que salva, restaura y
dignifica (versículo 17 cf Génesis 22,2; Hebreos 11,17; 1 Juan 4,9-10). Este
amor incondicional es respondido por una parte de la humanidad que tiene acceso
al Reinado de Dios en sus vidas, aún aquí y ahora; pero también es rechazado
por otra parte de la humanidad que elige vivir de acuerdo al mundo, a sus
valores, a sus reglas de juego, a sus ofrecimientos (versículos 19-21cf Job
23,13-17; Juan 1,5; 12,46-48; Efesios 5,8-14).
2. El texto en nuestro contexto:
El relato de Juan 3,14-22
aporta algunas pistas para nosotros y nosotras, que transitamos por el
discipulado de Jesús en el siglo XXI.
En primer lugar, Juan pone en boca de Jesús el valor y la
dignidad de la vida humana, por ser el don por excelencia que Dios comunica a
la humanidad, mujeres y hombres de todos los tiempos, en todos los lugares;
siendo tan importante la vida en sí misma como la forma de ser vivida, con
plenitud, con dignidad, con justicia (Juan 10,10). Todas aquellas expresiones
que dañen la plenitud y la dignidad humana: discriminación, opresión,
exclusión, explotación, bullying, atentan contra la voluntad de Dios (Juan
3,16). Por lo tanto, las comunidades eclesiales tenemos una doble labor,
denunciar toda forma de vulneración de los derechos y la dignidad de las
mujeres y de los hombres en nuestro tiempo; y anunciar el proyecto incondicional,
amoroso, misericordioso e inclusivo de Dios que no hace diferencia entre las
personas (Hechos 10,34).
En segundo lugar, Juan pone
en boca de Jesús la presencia de la “vida eterna” o el “reinado de Dios” según
los evangelios sinópticos, ya en este vida. No plantea otra vida después de esta,
sino el inicio de una vida renovada por la fe en Jesucristo, una vida liberada
de los valores que propone el mundo: individualismo, competencia, consumismo,
injusticia, discriminación, opresión, exclusión, prejuicio … Por lo tanto, las
comunidades eclesiales tenemos, aquí también, una doble labor, denunciar toda
expresión de injusticia e insolidaridad, que en las Escrituras y la tradición
eclesial se denomina “pecado”, las que el evangelista Juan identifica como
formas de oscuridad (Juan 3,20); y anunciar, con palabras y hechos, los valores
del Reino que se expresan en liberación, sanación e inclusión de todas las
personas (Lucas 4,18-21) en una comunidad de iguales (Hechos 10,34).
En este cuarto domingo de
cuaresma, tiempo que hemos definido en nuestra iglesia, para pensarnos, el evangelio nos pone de cara al escandaloso
designio de Dios, amar a toda la humanidad e incluirla en su proyecto
salvándola de toda forma que limite sus derechos y dignidad (Juan 3,17). Dios
no ha querido que nadie quede fuera, que nadie quede detrás, que nadie quede
invisible. Para ello envió a su Hijo al mundo (Juan 3,16), el cual asumió la
naturaleza humana (Juan 1,14) haciéndose en todo igual a las mujeres y a los
hombres (Filipenses 2,7) y viviendo entre nosotros y nosotras pasó haciendo el
bien (Hechos 10,38) hasta que las autoridades religiosas lo entregaron a la
muerte (Juan 3,14-15 cf Hechos 2,23; 3,14; 4,10; 5,30) pero Dios lo resucitó y
las comunidades eclesiales somos testigos de ello (Hechos 2,32).
Ser testigos exige seguir
los pasos del Maestro (Lucas 6,40; 23,31; Juan 13,16). Como comunidad
discipular, la Iglesia Antigua de Uruguay – Diversidad Cristiana, no podemos
vivir en la indiferencia. Nuestra misión en el mundo es hacer presente, con
nuestras palabras y nuestras acciones, ese otro mundo, esa otra sociedad, esa
otra religión queridas por Dios (Hechos 2,42-47) de lo contrario, no sirve para
nada ser iglesia (Mateo 5,13).
Buena semana para todos y
todas.
+Julio.
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