Pidámosle a Dios que nos ayude a ser sal y luz en esta sociedad, dando importancia a lo realmente importante: el prójimo (Mateo 5,13-20) - 5º Domingo del Tiempo de la Iglesia
Estos versículos son una parte constituyente del
denominado Sermón del Monte que en el evangelio de Mateo se desarrolla en los
capítulos que van del 5 al 7. Tiene su paralelo, pero mucho más breve, en Lucas
6:20-49.
Hay quienes señalan que lo relatado en Mateo y Lucas se
trataría de dos instancias distintas, mientras que otros indican que nunca
habrían existido tales hechos, sino que fue una forma que usaron los escritores
de los evangelios para compilar y resumir las primeras enseñanzas de Jesús.
Sea como sea, el Sermón del Monte es considerado como
la guía por excelencia para la vida cristiana, pues contiene los lineamientos
principales de la actitud que se debería asumir.
Continuando, los pasajes del día de hoy son plausibles
de dividirse en tres partes:
- La metáfora de la sal
- La metáfora de la luz
- La referencia a la
Ley
Metáfora de la sal (Mt. 5:13; Mr. 9:50; Lc. 14:34-35)
En aquellos días la sal era usada para condimentar los
alimentos y conservarlos (Job 6:6; Eclo. 39:26), para purificar y/o como
antiséptico (2 Re. 2:19-22; Ez. 16:4) y para colocar en las ofrendas (Lv. 2:13;
Ez. 43:23-24).
Por otra parte, en Nm. 18:19 y 2 Cr. 13:5 se hace
referencia a la misma como sello de pactos de Dios con los levitas, y de Aquél con
David, respectivamente (en relación a ello, hasta el día de hoy entre los
árabes la sal es símbolo de alianza de paz, amistad y fidelidad entre pueblos).
En ese mismo sentido, se utiliza en Mr. 9:50.
¿Cuál es el mensaje detrás de este simbolismo?
Más allá de que la sal tiene otros usos mencionados en la Biblia (Gn. 19:26; Dt.
29:23; Jue. 9:45; Sof. 2:9; Mr. 9:49), el contexto y la forma en que se aplica
en la metáfora indica que se está intentando promover algo positivo en la
multitud que escucha.
Líneas de reflexión:
- La proporción de sal que se utiliza para purificar, sazonar y
conservar, es mucho menor en comparación a los elementos en los que se usa.
Unos pocos cristianos pueden hacer la diferencia en el mundo. La comunidad puede
hacer la diferencia en la sociedad. Tú puedes ser la diferencia en la vida de
alguien.
- El creyente, su forma de ser, sus palabras deben ser como la
sal: con lo justo y necesario alcanza para cumplir con lo que debe hacer (Col. 4:6):
traer alegría, esperanza y dignidad a quienes la han perdido.
- Como la sal que preserva los alimentos deteniendo la
descomposición, como discípulos de Cristo debemos detener las injusticias, la
discriminación y la exclusión; debemos preservar a aquellos y aquellas a
quienes la sociedad intenta permanentemente destruir y quitar toda fe.
- Si no hacemos lo que tenemos que hacer, si nuestro compromiso
por las cosas de Dios se va debilitando, si nos alejamos, si no cuidamos
nuestra relación con Dios, si no fortalecemos nuestra fe, vamos perdiendo el
estímulo por lo divino y no cumplimos el cometido para el que Jesús nos llamó,
vamos perdiendo nuestro sabor y nos volvemos insípidos.
- La sal no es un manjar, es algo común e insignificante, pero
su actuar puede ser poderoso. De igual manera, Jesús no se sirve de personas
destacadas, importantes, influyentes para llevar su mensaje; no, Jesús elige lo
despreciado del mundo, personas comunes y corrientes que estén dispuestas a amar
a Dios y servir a otros.
- La sal va obrando silenciosamente; no es necesario ser
sensacionalista ni asustar o condenar a la gente para que el mensaje de
salvación llegue a sus vidas. Todo lo contrario, con el actuar diario, con el
ejemplo de una vida distinta, se da un mejor testimonio que de la otra forma.
- La sal no tiene una utilidad en sí misma sino que su eficacia
se deriva del condimento, limpieza y preservación de otros elementos, por ello
es necesario que sea de buena calidad para que pueda cumplir su cometido. En el
mismo sentido, el cristiano no puede estar encerrado entre 4 paredes, de esa
forma no influencia a la sociedad y el mundo. Se debe salir puertas afueras
para influir en otras vidas. Nuevamente, como lo hemos comentado en domingos
anteriores, abandonar las zonas de confort y comodidad, cumpliendo la misión
para la que Jesús nos ha llamado.
Pero algo a destacar es que la misma esencia de la sal es
la que le da esa utilidad; una esencia de calidad, una esencia comprometida con
su finalidad, con su misión.
Es a través de su entrega total que puede cumplir con
lo que debe hacer. De igual forma debemos hacer nosotros como hijos de Dios.
Así es que presentémonos ante Dios en sacrificio permanente
y agradable (Ro. 12:1), entregando nuestra vida a Jesús y convirtiéndonos en verdaderos
discípulos, porque no basta con decirnos cristianos, debemos ser cristianos; de lo contrario, al
igual que la sal, perdemos nuestra utilidad.
Metáfora de la luz (Mr. 4:21; Lc. 8:16; Fil. 2:15; 1 P. 2:12)
En la Biblia ,
las referencias a la luz son múltiples y con diversos simbolismos: como
principio organizador en la creación (Gn. 1:3); en relación a Dios como luz
espiritual (Sal. 27:1; 36:9; 43:3; Is. 51:4; 60:19-20; Miq. 7:8-9; 1 Jn. 1:5;
Apo. 21:23; 22:5); haciendo referencia a Cristo como luz para la Humanidad (Is. 42:6;
Lc. 2:32; Jn. 1:4; 1:9; 8:12; 9:5; Hch. 13:47; 26:18, 23; 2 Co. 4:4; Ef. 5:14;
2 Ti. 1:10); la Palabra
de Dios como luz que guía (Sal. 19:8; 119:105, 130; Pr. 6:23; 2 Pe. 1:19); como
característica de los cristianos o como algo a lo que deberían aspirar (Is.
2:5; Mt. 5:14-16; 6:22-23; 2 Co. 6:14-18; Ro. 13:12; Ef. 5:8-12; Fil. 2:15; Col.
1:12-13; 1 Ts. 5:5; 1 Pe. 2:9; 1 Jn. 1:5-7); entre otros.
Pero tanto en relación a
la sal como a la luz, son elementos que hacen referencia a su eficacia en
función de otros: la luz, aunque interior fruto de la relación con Cristo, se
exterioriza en la vida cotidiana de los cristianos y es guía para otros.
De nada sirve que seamos
o nos creamos “buenos cristianos”, que tengamos una vida de devoción espiritual
personal intensa, que leamos la
Biblia , oremos todos los días, etc., si eso no se refleja
hacia el exterior; de nada sirve ser una “comunidad cristiana” que se reúne
cómodamente todos los domingos pero que permanece encerrada en sí misma; de
nada sirven las buenas intenciones si no hay obras tangibles que sean de
edificación a otros.
Jesús nos dejó
indicaciones bien claras: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura” (Mr. 16:15). Esto es que seamos luz para otros, que llevemos la buena
noticia del evangelio de Cristo y del amor de Dios hacia todos, que seamos
portadores de esperanza y alegría para quienes están en las tinieblas de la
aflicción y el desánimo, para quienes no saben cómo ni por dónde seguir.
Tanto la sal como la luz
tienen que ver con la misión que Jesús desarrolló mientras estuvo humanamente
entre nosotros y que nos dejó como herencia. Esto no para nuestra vanagloria
personal, sino como servicio desinteresado hacia los demás y para la Gloria de Dios! (v. 16)
Pero también hay otra
factible reflexión sobre estos versículos: antes de poder ser sal y luz para
otros, primero debemos serlo para nosotros mismos. ¿Hay algo en nuestras vidas
que nos está impidiendo serlo? ¿Hay en nuestro interior alguna cosa que está
frenando la manifestación de la luz de Dios en nosotros?
La luz es vida y la sal
preserva las cosas de la putrefacción (de la muerte), ambas simbolizan
liberación, entonces ¿existe en nosotros, en nuestro corazón, en nuestros
pensamientos algo que nos esté manteniendo en las tinieblas, en la muerte? ¿Por
qué motivo no podemos ser felices? ¿Qué es lo que está frenando la bendición en
nuestras vidas? ¿Por qué no podemos ver la manifestación de la Gloria de Dios en nosotros?
En este sentido, los
invito, a quienes así lo sientan, a poner en oración durante esta semana esta
situación y pedirle a Dios que haga carne en nuestras vidas Su Palabra y que se
cumpla en nosotros el versículo que dice “Porque no hay nada oculto que no haya
de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz” (Mr. 4:22)
Sea lo que sea, que Dios
nos ayude para que, una vez esclarecido, podamos trabajar en ello, sanarnos,
crecer en la fe, ser sal y luz para otros, sintiendo el gozo y la alegría de
ser hijos e hijas de Dios.
La referencia a la
Ley (Lu. 16:17; Ro. 3:31; Ga. 3:24;
Stg. 2:10)
¿En qué forma somos sal y luz en el mundo? Siendo
fieles a Dios, cumpliendo Su Palabra, siguiendo el ejemplo de Jesús y llevando
adelante la misión que nos encomendó. A ello es a lo que se refieren estos
versículos.
Jesús no vino a dejar sin efecto la Ley , vino a cumplirla puesto
que con su venida muchas profecías encontraron su respuesta y fue el único
capaz de cumplirla en toda su extensión pues no tuvo pecado. Además, dejarla
sin efecto era desconocer y negar a Dios, al igual que su plan salvífico para
la Humanidad; era en cierto punto negarse a sí mismo.
Entonces, esto quiere
decir que: ¿debemos volver a la esclavitud?, ¿a vestirnos según lo indican las
escrituras?, ¿debemos obligar a una mujer que ha sido violada a casarse con su
victimario?, ¿apedreamos a los adúlteros?
No, debemos ser fieles a la Palabra de Dios, al
llamado de Jesús en nuestras vidas, y al igual que lo hizo Cristo en su época,
ser revolucionarios y creativos en relación al mensaje que Jehová quiere
transmitir en esta sociedad, en esta cultura y en este momento histórico.
Porque además para nosotros, como seres humanos imperfectos, cumplir la Ley en todos sus términos, es
imposible.
Por lo que nos pide que
nuestra fidelidad sea mayor que la de escribas y fariseos, que seamos realmente
fieles a lo que es importante para Dios: el amor por Él y por el prójimo (Mt.
22:37-40; precisamente en este último versículo es que se encuentra el
fundamento para lo dicho anteriormente: “De estos dos mandamientos depende toda
la ley y los profetas”).
Jesús aquí no nos está
pidiendo que nos convirtamos en religiosos esclavos de la letra fría, no quiere
que nuestro actuar esté vacío de todo contenido. Lo que realmente nos pide es
que le demos importancia a lo que es verdaderamente valioso; que demos frutos
de amor, misericordia, mansedumbre, empatía, justicia, etc.; que nuestro actuar
refleje lo que significa Jesús en nosotros; que las personas sean más
importantes para nosotros que las doctrinas y tradiciones humanamente
establecidas.
En suma, pidámosle a Dios
que nos ayude a ser sal y luz en esta sociedad, dando importancia a lo
realmente importante: el prójimo.
Buena semana para todos y todas.
Presbítera Ana Mássimo.
Quinto Domingo del Tiempo de la Iglesia.
Comentarios
Publicar un comentario