Una persona “justa” que no es buena con las demás personas (Lc 18,9-14)
Esta parábola tiene dos características. Por un
lado es propia de Lucas. Ninguno de los otros evangelistas la menciona. Por
otro lado, la mayor parte de las
parábolas puestas en boca de Jesús, tienen como escenario aspectos de la
vida cotidiana de las aldeas de Galilea (la parábola del sembrador, la de la
higuera, la de la semilla de mostaza, la de la levadura, la de la oveja perdida
y la del trigo y la cizaña, entre otras). Sin embargo, en este caso, la
parábola tiene como escenario, el Templo, en la ciudad santa de Jerusalén, el
lugar propicio para la purificación y el perdón de los pecados.
En tiempos de Jesús, los israelitas pagaban tres
tipos de impuestos. Para el Templo, para el gobierno local y para el imperio
romano. Pero el cobro de impuestos no lo hacían los romanos directamente, sino
que los adjudicaban a los mejores postores, que solían ser gente poderosa de
las ciudades y de la aristocracia. A su vez, esta gente, contrataba a gente
sencilla que recibía un salario a cambio de la tarea. Estos eran los
recaudadores de impuestos o publicanos.
La parábola trata de un fariseo, un hombre que se
caracterizaba por cumplir estrictamente la Ley de Moisés y de un publicano, un
hombre que cobraba impuestos para el imperio romano y que con frecuencia,
debido a su bajo salario y a las oportunidades del contexto, extorsionaban al
campesinado.
1. El texto en su contexto:
Lucas plantea que Jesús
contó esta parábola, porque algunas personas se consideraban justas y
despreciaban a las demás (versículo 9).
En el Templo había dos
momentos de oración pública, a la mañana y a la tarde. Al parecer, la escena se
desarrolla en uno de esos momentos, donde dos hombres se encuentran en oración
(versículo 10). Uno de los hombres pertenecía a uno de los grupos dentro del
judaísmo del tiempo de Jesús, muy influyente en la vida religiosa y social del
pueblo, siendo quienes cumplían más fielmente los deberes religiosos (cf. Mateo
9,11.14; 12,2; 15,1-9; 19,3; Lucas 18,11-12). El otro, cobraba impuestos para
el imperio romano integraba el grupo de los publicanos, un grupo que era
despreciado política, social y religiosamente. Muchas veces, los términos “publicano”
y “pecadores” se consideraban sinónimos (cf. Mateo 5,46; 9,9-11; 11,19;
21,31-32; Lucas 18,9-14; 19,1-10).
Los cobradores de impuestos eran odiados por el
resto de los judíos. Se los consideraba tan despreciables que se pensaba que ni
siquiera podían obtener el arrepentimiento de sus pecados, pues para ello
tendrían que restituir todos los bienes extorsionados, más una quinta parte,
tarea prácticamente imposible al trabajar siempre con público diferente. Según
la oración del fariseo, se puede suponer que el cobrar de impuestos era una
víctima de los ataques del primero: era pobre, considerado extorsionador y
estafador, sin valores ni honor, discriminado y excluido
El fariseo de pie oraba en
silencio (cf Mateo 6,5). Su oración estaba centrada en sí mismo, reconociendo
lo que no es: ladrón, malvado y adúltero, ni como el cobrador de impuestos
(versículo 11-12). Sin embargo, parece no saber quién es en realidad. Y
continúa con su oración, reconociendo lo que hace: ayuna (2 Crónicas 20,3; Joel
2,12-15; Mateo 6,16; Lucas 5,33) y paga el diezmo (Números 18,21; Deuteronomio
14,22). La parábola lo llevará a reconocer quién es realmente, no por lo que
hace, sino por lo que deja de hacer: aceptar a la otra personas como un igual,
incluyéndola.
El cobrador de impuestos, en
cambio, avergonzado se quedó a distancia, reconociendo quien era realmente no
se atrevía a mirar al cielo, arrepentido se golpeaba el pecho (versículo 13).
En su oración reconoce que es pecador (Salmo 51).
La parábola concluye con la
sentencia de Jesús: el cobrador de impuestos regresó a su casa perdonado porque
tuvo fe (Romanos 1,17) y el fariseo no porque quedó presa de su prejuicio hacia
los demás, de su creencia de ser superior a otras personas (cf. Proverbios
29,33; Mateo 23,12; Lucas 14,11).
Jesús, es presentado por
Lucas, como una persona que escandaliza subvirtiendo el orden establecido por
el sistema cultural y religioso: hay personas que, como el fariseo, creen estar
dentro y ser parte, y resulta que Dios les pone fuera, mientras que hay
personas que, como el cobrador de impuestos, que creyendo que no forma parte y
está fuera, sin embargo está dentro porque Dios le incluye.
¿Por qué Dios obra de esta
manera desconcertante? ¿Por qué Dios no valora la observancia y cumplimiento de
la Ley del fariseo? Tal vez, porque el fariseo miró despectivamente al cobrador
de impuestos, despreciando a las personas que son diferentes y excluyéndolas
del favor de Dios. El pecado del fariseo fue ser “una persona justa que no es
buena con las demás personas”.
2. El texto en nuestro contexto:
Diversidad Cristiana
¿cuántas veces en el seno de la comunidad se han dado estas situaciones?
¿cuántas veces alguien se creyó mejor que otra persona? ¿cuántas veces alguien
se creyó con autoridad para compararse con otra persona? ¿cuántas veces alguien
se creyó con poder de juzgar a otra persona? ¿cuántas veces alguien se creyó
con derecho de etiquetar y encasillar a otra persona? Todas esas veces, Dios ha
tomado parte por la persona que fue considerada peor, inferior, juzgada,
etiquetada, encasillada. Porque Dios justifica sin condiciones adoptando un
comportamiento diametralmente opuesto al del fariseo (Romanos 1,17).
Diversidad Cristiana, esta
parábola enseña que la misericordia es un valor fundamental del Reino de Dios.
La actitud prejuiciosa del fariseo le cerró la posibilidad de la misericordia y
el perdón de Dios. Sin embargo, la actitud del cobrador de impuestos, reconociendo
lo que realmente es, desafió la pretensión del sistema religioso, representada
en el fariseo y el Templo con sus ritos, y fue oído por Dios y justificado.
Diversidad Cristiana, el Evangelio de hoy te
interpela a seguir el ejemplo de Jesús, que fue rechazado por los poderosos,
porque era amigo de recaudadores de impuestos y de personas pecadoras (Mateo
11,19). Si entiendes esto y lo practicas, no estás lejos del Reino de Dios (Marcos
12,34).
Buena semana para todos y todas.
+ Julio, obispo de Diversidad Cristiana.
27ª semana del Tiempo de la Iglesia.
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