17 de OCTUBRE: DÍA INTERNACIONAL PARA LA ERRADICACIÓN DE LA POBREZA
Hoy
conmemoramos el DÍA INTERNACIONAL PARA LA ERRADICACIÓN DE LA POBREZA.
Nuestro país ha alcanzado en la última década una reducción histórica en los índices de pobreza. Sin embargo, si bien hay menos personas empobrecidas la brecha para la inclusión social es cada vez más grande.
Como
comunidad eclesial, reconocemos el esfuerzo que realizó la sociedad uruguaya,
especialmente a través de las ONGs, muchas de ellas surgidas dentro de los
ámbitos eclesiales, y el gobierno implementando políticas sociales inclusivas y
políticas económicas redistributivas. Sin embargo aún no es suficiente.
No
podemos conformarnos con un récord histórico. No podemos sentirnos satisfechos
y satisfechas con lo alcanzado. Aún hay personas que viven en la calle, que
comen lo que otras tiran, que viven en condiciones de vulneración de derechos y
dignidad. Estas personas no han optado vivir así. Es lo que conocen, porque
ellas y anteriormente sus familias de origen fueron puestas en ese lugar, útil
al sistema.
La
pobreza no es digna. La pobreza es carencia. La pobreza es limitación. La
pobreza es vulneración. La pobreza es desigualdad. Utilizar el concepto de “pobreza
digna” no es evangélico.
Las
comunidades eclesiales, que queremos seguir a Jesús y queremos imitar a la
comunidad apostólica y a la iglesia de la antigüedad, no podemos dejar de comprometernos
con la erradicación de la pobreza. El mensaje de Jesús es liberador. El mensaje
de Jesús es inclusivo. El mensaje de Jesús es solidario. No podemos ser
verdaderos discípulos y verdaderas discípulas si damos lo que nos sobra. El
discipulado exige que compartamos lo que tenemos, como la viuda pobre del
Evangelio, que ofreció todo lo que tenía (Lucas 21,1-4); o la viuda pobre de
Sarepta, que compartió con el profeta todo su alimento (1 Reyes 17,7-16).
Las
personas empobrecidas no pueden esperar a la otra vida para recuperar su
dignidad. Jesús sanó, curó, liberó en esta vida. La Iglesia tiene que
comprometerse con las palabras y las acciones de Jesús (Lucas 16,19-31).
El
día de hoy nos convoca a transformar las estructuras injustas e insolidarias de
nuestra sociedad, de nuestra cultura, de nuestra iglesia. En el Evangelio de
Jesús no tiene lugar la mediocridad. Ser discípulo o discípula de Jesús es
comprometerse radicalmente. No es suficiente participar de las ceremonias
religiosas. No es suficiente orar por los pobres. No es suficiente dar limosna.
El Evangelio nos compromete a transformar y transformarnos.
Montevideo,
17 de octubre de 2013.
+Julio,
obispo de Diversidad Cristiana.
Comentarios
Publicar un comentario