Cuaresma 2013: Catequesis sobre las exigencias del Bautismo en las discípulas y los discípulos de Jesús
Tengan
mucha paz.
Quiero
dirigirme a todas y todos ustedes: las comunidades presenciales, Diversidad
Cristiana de Montevideo y la misión San Sebastián de Pasto en Colombia; la
comunidad virtual extendida en diversos países de los cinco continentes,
quienes nos siguen a través del blog con más de 71.000 visitas en poco más de 3
años; y del facebook, con más de 2000 amigos y amigas de las Américas y Europa.
Les vuelvo a repetir, a todos y a todas mucha paz!
Iniciamos
un nuevo período cuaresmal.
El
año pasado decíamos que “este tiempo de cuarenta días, que van desde el Miércoles de Cenizas hasta
la Pascua, tiene su origen en una costumbre de la Iglesia de la antigüedad,
donde las personas que iban a ser bautizadas en la Pascua, se preparaban
durante un tiempo previo, tiempo que fue variando con el paso de los siglos”
(Mensaje Pastoral: Cuaresma 2012, 1- Breve historia de la Cuaresma).
Este año, proponemos reflexionar sobre el Bautismo en la experiencia de
fe, personal y comunitaria, para llegar a la Vigilia Pascual, donde renovaremos
el compromiso bautismal, con un claro posicionamiento sobre lo que significa
estar bautizado y bautizada.
A lo largo de estas páginas, recorreremos las Sagradas Escrituras, los
escritos del Cristianismo antiguo, los escritos de los Padres, la teología contemporánea,
esperando proporcionar herramientas para profundizar la vivencia cuaresmal y
llegar a la Vigilia Pascual, dispuestas y dispuestos a renovar el compromiso
bautismal.
El
término latino "baptismus",
proviene de un vocablo griego que significa sumergir, lavar, limpiar. A lo
largo de la historia se han hecho diversas conjeturas en cuanto al origen
cristiano del Bautismo, refiriéndolo a los lavados ceremoniales judíos (Ex.
40,12; Lev. 8,6; 13,6; 14,4-9), los ritos de purificación del Qumrán (cf. 1QS 4. 21; 1QH 3.
29ss), o el bautismo de Juan (Mt 3.1-12; 21.25; Jn 1.25-27; 3.22-23; Hch 18.25).
Seguramente, éste último es la referencia más seguro, en materia de antecedente
al bautismo cristiano.
Como Juan es precursor
de Jesús, el bautismo joánico podría ser precursor del bautismo cristiano, de
hecho parte de los primeros discípulos de Jesús seguramente fueron bautizados
por Juan (Jn. 1.35–42); también parecería que Jesús al comienzo de su
ministerio o algunos de sus discípulos, habrían continuado la práctica bautizadora
de Juan (Jn. 3,22-26; 4,1ss).
1- El Bautismo en las Sagradas Escrituras:
El
judaísmo, practicaba las lustraciones rituales (Lv. 11,32.40; 14,8; 15,3-13) y
utilizaba el rito de la circuncisión para la incorporación de nuevos miembros
varones al pueblo elegido (Gn. 17,9-14; Ex. 4,25; 12,42; Nm. 9,4; Jos. 5,2). Ya
los profetas anunciaron una purificación en los tiempos mesiánicos (Ez. 36,25;
Za. 13,1; Is. 4,4) y Pablo planteó la provisionalidad de la circuncisión (Rom.
2,28-29).
El bautismo de Juan era de arrepentimiento (Mt. 3,11; Mc. 1,4; Lc. 3,3; Hch. 13,24; 19,4), quienes se bautizaban expresaban su arrepentimiento (Mt. 3,6; Mc. 1,5) y su deseo de obtener el perdón. Era también un gesto preparatorio y simbólico del inminente juicio Divino (Mt. 3,10.12: Lc. 3,9.17 (cf. Is. 4,4; 30,27ss; 43,2; Dn. 7,10). Conocemos sobre los baños rituales que tomaban los esenios por la descripción que de ellos se hace en la obra de Flavio Josefo, en el Documento de Damasco y en los escritos del Mar Muerto. Es posible que Juan hubiese tenido contacto con la comunidad esenia y haya sido influenciado por ella, pero los esenios de Qumrán no consideraban el baño como rito de iniciación; por eso, aunque las semejanzas pueden explicarse por mediación de los mismos textos proféticos, no permiten deducir una dependencia entre el bautismo de Juan y los ritos esenios.
También el bautismo cristiano comenzó siendo una expresión de arrepentimiento y fe (Hch. 2,38.41; 8,12ss; 16,14ss. 33ss; 18,8; 19,2ss) que se administró desde el principio “en el Nombre de Jesús” (Hch. 2,38; 8,16; 10,48; 19,5) indicando probablemente que la persona que se bautizaba se veía como representante de Jesús exaltado (Hch. 3,6.16; 4,10; 9.34), o que entendía su bautismo como su acto de entrega al discipulado de Jesús (1Co. 1,12–16), pasando a ser el rito de ingreso o iniciación a la nueva secta de quienes invocaban el nombre de Jesús (Hch. 2,21.41; 22,16; cf. Rom. 10,10–14; 1Co. 1,2): “los nazarenos”; evolucionando años después a un bautismo trinitario (Mt. 28,19); la presencia del Espíritu Santo en la persona bautizada resultaba fácilmente discernible por sus efectos en su vida (Hch. 1,5; 2,4; 2,38; 4,31; 8,17ss; 10,44–46; 11,15–17; 19,2).
El bautismo cristiano,
símbolo del Misterio Pascual de Jesús (Mc. 10,38) y del don del Espíritu Santo
(Mt. 3,11; Hch. 1,5), fue ordenado por el propio Jesús Resucitado (Mt. 28,19) y
realizado por la comunidad de discípulos y discípulas (Hch 2,38-41; 8,36-38;
9,18; 10,47-48; 1Co 1,14-16) en relación con el perdón de los pecados (Hch.
2,38; 22,16), en relación con el don del Espíritu Santo (Hch. 2,38; 19,5), en
relación con la salvación (Hch. 16,30-33; 1Pe. 3,21), en relación con la unión
en Cristo (Rom. 6,3-4; Gal. 3,27) y con su misterio pascual (Rom. 6,4; Col.
2,12) y como incorporación a su cuerpo místico (1Cor. 12,12-13): la Iglesia.
2- El Bautismo en la Patrística:
2.1.
El
bautismo en los escritos cristianos antiguos:
a-
La Didajé
El texto más antiguo no canónico, incluso anterior a algunos libros canónicos
del Nuevo Testamento, dedica el capítulo VII a pautar el bautismo: ayuno,
enseñanza, invocación trinitaria, inmersión en agua y si no se pudiese,
derramar sobre la cabeza de el catecúmeno o la catecúmena:
"Respecto al bautismo, bautizad de la manera
siguiente (después de haber enseñado todo lo que precede), bautizad en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en el agua viva. Si no hay
agua viva, bautícese en otra agua y, a falta de agua fría, en el agua caliente.
Si no tienes bastante ni de la una ni de la otra, derrama tres veces sobre la
cabeza 'en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"
b- La
carta de Bernabé y el Pastor de Hermas
Entienden el bautismo
como un paso de la muerte a la vida, dejando la antigua vida en la inmersión y
recibiendo la nueva vida al emerger:
"Al
renovarnos mediante la remisión de los pecados, el Señor nos ha moldeado hasta el punto de que tenemos alma de niños
pequeños, como si él nos hubiese creado de nuevo, pues es de nosotros de quien
habla la Escritura cuando Dios dice a su Hijo: Hagamos al hombre a nuestra
imagen y semejanza "(Carta de Bernabé 1,26).
"A
los demás hombres que habían traído sus ramos reverdecientes y llenos de
retoños, pero sin frutos, el ángel los enviaba también a la torre, después de
haberlos marcado con una señal. Los que iban a la torre llevaban todos las mismas
vestiduras, blancas como la nieve. En cuanto a los hombres que habían devuelto
sus ramos verdes y como los habían recibido, también los hizo entrar en la
torre, después de haberles dado vestiduras y una señal" (Pastor de
Hermas)
2.2.
El bautismo en los Padres:
a-
Justino
Describe
el bautismo en su tiempo por inmersión e invocando la fórmula Trinitaria
teniendo como efectos: a) el perdón de los pecados, aspecto que señalan también Arístides
(Apología, 17,4) y Teófilo (Ad Autol., II,16), b) la regeneración, recreación e iluminación:
"Aquellos
que creen en la verdad de nuestra enseñanza y de nuestra doctrina, prometen
primeramente vivir conforme a esta ley. Entonces les enseñamos a orar y a pedir
a Dios, en ayuno, el perdón de los pecados, y nosotros mismos oramos y ayunamos
juntamente con ellos. Después los llevamos a un lugar en que haya agua, y allí,
de la misma manera que nosotros mismos hemos sido regenerados, a su vez, en el
nombre de Dios padre y señor de todas las cosas, y de Jesucristo nuestro salvador,
y del Espíritu Santo, son lavados entonces en el agua... Esta ablución se llama
iluminación porque quienes reciben esta doctrina tienen el espíritu lleno de
luz. Y por eso en nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo el poder de
Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo, que predijo por medio de los
profetas toda la historia de Jesús, es lavado aquel que es
iluminado".
b-
Irineo
Describe
el bautismo como el nuevo nacimiento:
"Cuando
el Espíritu de Dios mezclado al alma se une a la carne, entonces, a causa de la
efusión del Espíritu, el hombre llega a ser espiritual y perfecto, y entonces
es la imagen y semejanza de Dios" (Adv. Haer. V,6,1).
"Ahora
recibimos una parte del Espíritu para perfeccionarnos y prepararnos a la
incorruptibilidad, acostumbrándonos poco a poco a recibir y a llevar en
nosotros a Dios" (Adv. Haer.
V,8,1).
c- Clemente de Alejandría
Presenta el bautismo de Jesús como profecía del bautismo cristiano y ubica a Cristo como modelo a seguir por los discípulos y las discípulas; tiene como efecto la regeneración en cuanto libera de la muerte produciendo vida eterna:
"Pues bien, lo mismo sucede con nosotros, cuyo modelo
fue el Señor. Al ser bautizados se nos ilumina; al ser iluminados, se nos hace
hijos; al convertirnos en hijos, se nos torna perfectos; una vez hechos
perfectos, recibimos la inmortalidad. Esta operación recibe múltiples nombres:
carisma, iluminación, perfección, baño. Baño por el cual somos purificados de
nuestros pecados, carisma por el cual se perdonan los castigos merecidos;
iluminación en la cual contemplamos la bella y santa luz de la salvación, es
decir, de la cual penetramos con la mirada en lo divino; perfección porque, en
efecto, nada le falta a quien ha conocido a Dios, pues sería absurdo dar el
nombre de carisma de Dios a un don incompleto. Además, la liberación del mal es
principio de salvación" (Pedagogo I,6,25,3).
d-
Orígenes
Plantea que el
bautismo encuentra su cumplimiento y su significado en la encarnación. Cristo
es el sacramento de Dios que se prolonga en el sacramento de la Iglesia, es el
agua verdadera que da la salvación. El
agua bautismal, sobre la que ha sido invocado el Nombre Divino, es principio y
fuente de todas las gracias y de la vida espiritual, que es el desarrollo de la
gracia bautismal. Recurre a los libros del Éxodo y Números, los cuales aportan
imágenes de la partida y del tránsito, de la marcha y del viaje que llevan
desde la esclavitud en Egipto hasta la tierra de la Promesa.
e-
Tertuliano
Escribe un tratado
sobre el bautismo en dos partes, la primera responde a los gnósticos explicando
el simbolismo del agua (3-6), el rito bautismal (7-8) y la tipología bíblica
(9); en la segunda parte plantea diversas cuestiones teológicas (10-16) y
disciplinarias (17-20).
"Si Dios ha utilizado esta materia (agua) en toda su obra, también la ha hecho fecunda cuando se trata de sus sacramentos: si el agua preside la vida en la tierra, la procura también para el cielo" (3,6).
"Después de la renuncia a Satanás somos sumergidos en el agua, respondiendo además lo que el Señor ha precisado en el Evangelio" (la confesión Trinitaria). (De Corona, 3).
La patrística, nos proporciona también las catequesis de Cirilo de Jerusalén, Teodoro de Mopsuestia, Juan Crisóstomo, Ambrosio de Milán y Agustín de Hipona sumamente ricas en la explicación de los ritos y la tipología bautismal poniendo de relieve la formación de los nuevos discípulos y discípulas en la comunidad eclesial. Estos Padres desarrollan ampliamente el rito de la preparación (inscripción, exorcismo y catequesis diaria durante la Cuaresma, finalizando en la vigilia pascual con la renuncia al mal y la profesión de fe):
"La persona encargada escribe tu
nombre en el Libro de la Iglesia, añadiendo el nombre del testigo o padrino.
Cuando se celebra un juicio, el acusado debe estar de pie. Tu tendrás, por
tanto, la mirada abajo y las manos extendidas en actitud de oración" (Teodoro de Mopsuestia, Hom. Ct. XII,1).
"Recibe con celo los exorcismos,
son para tí saludables. No olvides que tu eres un oro adulterado y falsificado;
nosotros procuramos purificar ese oro. Y lo mismo que sin fuego el oro no puede
ser purificado de su escoria, así el alumno no puede ser purificado sin los
exorcismos” … "De
nuevo os ponéis de pie sobre los cilicios, descalzos, despojados de vuestra
vestidura exterior y con las manos extendidas hacia Dios, en actitud de
oración. Después os arrodilláis conservando erguido el resto del cuerpo, y decís:
Yo renuncio a Satanás, a todos sus ángeles, a todas sus obras, a todo su culto,
a toda su vanidad y a todo extravío secular, y me comprometo por voto a
bautizarme en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" …
"El catecúmeno, de pie, está orientado hacia occidente, porque el
occidente es el lugar de las tinieblas; vosotros, al volveros simbólicamente a
oriente, renunciáis a ese lugar tenebroso y oscuro" (Cirilo de
Jerusalén XXXIII,1069,A).
"Cuando hayas renunciado a Satán y
roto el antiguo pacto con el Hades, entonces se abrirá ante tí el Paraíso de
Dios, el mismo que El plantó en oriente y de donde fue arrojado nuestro primer
padre a causa de su desobediencia. Y tu, para simbolizar esto, te vuelves de
occidente a oriente, que es la región de la luz" (ib).
y el rito bautismal (despojo de los vestidos, unción, inmersión y emersión con la invocación Trinitaria, imposición de las vestiduras blancas, la signación y la crismación):
"Apenas entrados en el
bautisterio, se despojan de sus vestiduras como signo de desnudarse del hombre
viejo y de sus obras"… "Es
preciso que se te quite el vestido, signo de mortalidad, y que, por el
bautismo, revistas la túnica de incorruptibilidad" (Teodoro de Mopsuestia:
XIX,8).
"Despojados de vuestras vestiduras,
habéis sido ungidos con el óleo exorcizado desde la extremidad de los cabellos
de vuestra cabeza hasta los pies, y os habéis hecho partícipes del verdadero
olivo, que es Jesucristo. Separados del olivo silvestre e injertados en el
olivo auténtico, os habéis hecho partícipes del óleo verdadero. Por la
invocación de Dios y la oración, el óleo adquiere no sólo la virtud de
purificar todo vestigio de pecado, sino también de auyentar todas las potencias
invisibles del maligno" (Cirilo
de Jerusalén, obra citada).
"Fuisteis después llevados a la
santa piscina del divino bautismo, igual que Cristo fue bajado de la cruz y
puesto en la sepultura preparada de antemano. Cada uno fue interrogado en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pronunciasteis la confesión
saludable y por tres veces fuisteis sumergidos en el agua y de ella salisteis,
aludiendo así la imagen a los tres días de la sepultura de Cristo. Por esta
acción habéis muerto y nacido, y el agua salvífica ha sido para vosotros a la vez
sepultura y seno materno" (Cirilo
de Jerusalén, obra citada)
"Desde que subiste del bautismo llevas
una vestidura resplandeciente, símbolo del mundo luminoso, del género de vida a
que has pasado en figura. Cuando recibas realmente la resurrección y te revistas
de inmortalidad e incorruptibilidad ya no tendrás necesidad de tales
vestiduras" (Teodoro de
Mopsuestia, obra citada).
"Como si Adán viviera todavía en
cada uno de nosotros, vemos nuestra naturaleza envuelta en estas túnicas de
piel y en estas hojas caducas de la vida terrena que, al despojarnos de
nuestras vestiduras de luz, nos cosimos a nosotros mismos, revistiéndonos de
las vanidades, los honores, las breves satisfacciones de la carne, en lugar de
nuestras vestiduras divinas"; y más adelante continúa: "la envidia
del demonio nos apartó del árbol de la vida y nos despojó de las vestiduras
sagradas, para vestirnos de vergonzosas hojas de higuera" Gregorio de Nisa)
"Nos ha enseñado a marcar con la
señal de la cruz a los que ponen su esperanza en el nombre del Señor" (Basilio cita la señal de la cruz como una de las
tradiciones que se remontan a la época apostólica).
"Por esta señal, el catecúmeno es
recibido en la comunión de los que han merecido la deificación y constituyen la
asamblea ante los santos" (el
Pseudo Dionisio puso de relieve este aspecto en Antioquía).
"Esta marca que has recibido es la
señal de que has sido ya distinguido como oveja de Cristo, como soldado del Rey
del Cielo... El soldado que a causa de su estatura y dotes físicas parece digno
de ser elegido para el servicio del imperio, recibe en la mano una marca que
indica a qué rey sirve; así tú ahora, por haber sido elegido para el Reino del
Cielo, llevas visible la marca que te distingue como soldado del Rey del
Cielo" (Teodoro de Mopsuestia).
"Es un don de Cristo y del Espíritu Santo, que obra por
la presencia misma de su divinidad" (Cirilo de
Jerusalén, Cat 21,3).
3- Teología del Bautismo:
Como enunciamos más
arriba, el Bautismo, como acción de lavar o sumergir en agua, ha sido utilizado
desde los primeros días del cristianismo (Hch. 2,41) como rito de iniciación.
El mismo Jesús, tanto
por precedente (Mt. 3,13) como por mandamiento (Mt. 28,19) dio autoridad a sus
discípulos y discípulas para guardarlo. Es practicado por todo el cristianismo.
Para comprender el
significado del Bautismo, encontramos la clave en tres textos de las Sagradas
Escrituras: el diluvio (Gn. 7,6 - 8,22; cf 1Pe. 3,19 ss), el Mar Rojo (Ex.
15,21-31; cf 1Co. 10,1 ss), y la circuncisión (Gn. 17,1-21; cf Col. 2,11 ss).
Todos estos acontecimientos hacen referencia al pacto divino. Los
acontecimientos del diluvio y el paso por el Mar Rojo se asocian más a la
muerte y resurrección, es decir, la participación en el Misterio Pascual de Jesús
el Elegido de Dios, mientras que el acontecimiento de la circuncisión se asocia
más pacto divino – humano.
Según Pablo, nos
identificamos con Jesús, en su muerte, sepultura y resurrección, por medio de
la fe y el arrepentimiento. Únicamente quien escucha la Palabra por medio de la
catequesis, cree verdaderamente en lo que allí se anuncia, confiesa que Jesús
es el Señor y solicita el bautismo, es capaz de comprender las exigencias
bautismales; y por lo tanto arrepentirse dejando atrás la vida vieja para asumir
una nueva vida en el discipulado (Rom. 6).
Todos los escritos del
Nuevo Testamento se refieren a bautismo de creyentes; personas a las cuales se
les anunció la Buena Noticia, creyeron en lo que se les anunciaba, se
arrepintieron de su vida pasada y ajustaron sus vidas a la novedad del
Evangelio. Este no es un proceso mágico sino desencadenado por el anuncio de la
Palabra. El rito bautismal es la
aceptación, por parte de la persona creyente, de este proceso catecumenal, por
el cual pasa a integrar la comunidad de las personas renovadas, que es la
Iglesia.
El requerimiento
esencial, para recorrer este camino del catecumenado e ingresar a la comunidad
cristiana es la fe personal (Hch. 8,37).
El Bautismo, proporciona
la membresía eclesial. La persona creyente que recibe el Bautismo se incorpora
a la Iglesia, donde todos los miembros poseen el mismo status, aunque los dones
sean diferentes, participando de los diversos ministerios eclesiales (1Co.
12,1-31; Rom. 12,3-8). Las bautizadas y los bautizados participamos de la
misión de la Iglesia en el mundo, hacer presente las palabras y las obras de
Jesús en medio de la sociedad y la cultura.
4- Aspectos pastorales sobre el
Bautismo:
El Bautismo, normalmente
es administrado por el ministerio público de la Iglesia. Sin embargo, ya en la
antigüedad personas laicas lo administraron cuando no habían, por diversas
circunstancias, ministros o ministras. La práctica fue defendida ya en tiempos
de Tertuliano (aproximadamente 160 a 220 dC) sobre la base de lo que se recibía
podía ser comunicado, que el sacramento era más importante que quien
ministraba, y que la regla de amor lo permitía. Lutero (1483 – 1546) aprobó la
práctica, entendiendo que en ella se ejercía el sacerdocio universal. La
Iglesia medieval también aprobó la práctica, aunque estableció un orden de
precedencia.
El Bautismo, normalmente
es administrado a personas creyentes, es decir que han transitado un proceso de
catecumenado, al que hicimos referencia más arriba.
Pastoralmente, no
recomendamos el bautismo de niños y niñas. En otros tiempos, la Iglesia bautizó
a los niños y las niñas de personas cristianas profesas; sin embargo, en la
actualidad, el rito bautismal se ha transformado en evento social, que nada
tiene que ver con su significado, donde personas adultas que no practican la fe
cristiana, aunque sean bautizadas, solicitan el bautismo para sus niños y niñas
y se comprometen a educarles en la fe, una fe que no practican.
Pastoralmente,
recomendamos el bautismo para aquellas personas que lo soliciten, sabiendo que
son responsables de sus actos, y que el sistema de justicia civil así lo
determina. Esto asegura, que quien reciba el bautismo es capaz de expresar una
fe y una confesión personal y asumir las exigencias que el sacramento de
Bautismo propone.
Pastoralmente, sugerimos
en lugar del bautismo, un rito de presentación del niño o niña a la comunidad
eclesial, de oración sobre el niño o niña y de bendición. Posteriormente, en la
medida que vaya creciendo, en edad y en experiencia de fe, y llegado el momento
en que solicite el Bautismo, habiendo cumplido con los requisitos
neotestamentarios (Hch. 8,36 – 37), sea administrado el sacramento, e
incorporado al seno de la comunidad eclesial la persona creyente.
A lo largo de la historia y dependiendo de las diferentes
culturas, la liturgia bautismal ha ido cambiando, como vimos en el capítulo
referido a la patrística.
Reconocemos que desde tiempos muy antiguos, los principales
ritos fueron: a) la signación con el óleo de los catecúmenos, b) el agua que es
la materia, administrada por aspersión o por inmersión, c) acompañada de las
palabras “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”
que es la forma; d) la señal de la cruz con el santo crisma y e) la imposición
de manos; sin embargo, sabemos que lo esencial es el agua bautismal con la
invocación Trinitaria, y que el sacramento es válido y legítimo, aunque se
realice con el rito esencial y simple.
5- El Bautismo en la experiencia
de fe, personal y comunitaria:
5.1.
El Bautismo como sacramento de iniciación cristiana en la antropología
de los ritos de iniciación.
La vida humana está pautada por ritos de iniciación en los
diversos momentos de la misma. Estos ritos van construyendo la cultura y a la
vez la van transmitiendo. El nacimiento de un niño o una niña va acompañado de
la elección del nombre, la preparación de un espacio físico determinado dentro
de la vivienda, de ropas de determinado color, de visitas y regalos, de
inscripción en el Registro Civil y de la primer Cédula de Identidad. La primera
infancia va acompañada del ingreso a la educación primaria, de la incorporación
de la túnica, el acompañamiento del niño o la niña por parte del núcleo
familiar el primer día de clase.
El tránsito de la infancia a la juventud también está
acompañado de ritos de iniciación en la adolescencia, la experiencia del primer
cigarrillo o de la primera cerveza en el grupo de pares, la autorización para
ir al primer baile acompañada de un interminable ritual de baño, peinado,
perfume y ropas adecuadas, la entrega de las llaves y en el caso de los varones
muchas familias la entrega del primer preservativo.
El ingreso a la vida adulta también está pautado por ritos
de iniciación. Las jóvenes y los jóvenes obtienen la Credencial Cívica pudiendo
ejercer la ciudadanía de pleno derecho, pueden ingresar al mercado laboral
(capacitación para hacer el currículum, preparación para el desempeño en la
entrevista laboral, pasantía laboral que le posibilite adquirir experiencia
hasta que llegado el día y la hora con ropas adecuadas a la situación,
currículum en mano, con posturas y gestos determinados tiene su primer
entrevista laboral) y al mundo de los negocios (adquisición de la primer moto,
el primer auto, etc.).
Ciertamente, cada uno de estos ritos de iniciación en
cuanto a su contenido y sus formas, responden a la cultura dominante en el
momento; contenidos y formas que irán cambiando y adaptándose a las pautas
socialmente aceptadas; lo que no cambiará será la iniciación en las distintas
etapas de la vida humana.
5.2.
La iniciación cristiana.
Igualmente sucede en la fe. Tenemos un momento de
iniciación. En cada cultura puede expresarse de formas diferentes. Aún, dentro
del cristianismo, mediado por la cultura y la época, la iniciación cristiana sigue
siendo una etapa fundamental, que condiciona posteriormente, la experiencia de
fe, personal y comunitaria, de cada bautizada y bautizado.
La iniciación cristiana es un único proceso compuesto de
tres sacramentos en una unidad indivisible: el bautismo, la confirmación y la
eucaristía. En este caso, nos detendremos en el primero de ellos, dejando para
otros momentos del año litúrgico los otros dos.
Como ya vimos, las
comunidades cristianas originarias ponen en boca del Señor Resucitado el
mandato de bautizar (Mt. 28,19). Es a
partir de la experiencia del Señor Resucitado que las ellas practican el
bautismo, no ya como rito de perdón y purificación (Mt. 3,1-12) sino invocando
el Nombre de Jesús sobre el discípulo y la discípula (Hch. 2,38.41; 8,36-38;
9,18; 10,47-48; 19,2-6; 1Co 1,14-16).
Los efectos primarios del Bautismo son:
a) participación en el misterio pascual de Jesús, el Señor Resucitado (Rom.. 6,1-14; Ef. 2,1.4-6; Fil. 3,10-11; Col. 2,12);
b) configuración e incorporación a Él participando de la divinidad (Rom. 8,1.29-30; 1Jn. 3,2);
c) recepción del Espíritu Santo (Hch. 2,1-41; 10,44-48);
d) inhabitación del Misterio Divino (Ga. 4,6);
e) participación en la vida comunitaria (Hch. 2,42-47; 4,32-37).
El efecto secundario es el perdón.
Iniciada ya, la persona bautizada en el discipulado, comienza a recorrer una experiencia de fe personal, en el seguimiento y el encuentro con Jesús (Jn. 1,38-39), renovada por el Espíritu (Jn 3,5), invitada al gozo de la comunión (1Jn. 1,4) y enviada a trabajar por la justicia y la solidaridad (Mt. 10,7-9) en el mundo.
Por
otra parte, La experiencia de fe necesita de la experiencia comunitaria. La
persona bautizada como miembro de la Iglesia, participa en la vida y misión de
la Iglesia (Hch. 2,42), con:
a)
su presencia (Hch. 2,46; 5,12).
La
participación en la vida eclesial pasa por diversas actividades, estando
presente en la dinámica interna, integrando los diversos órganos y ministerios
eclesiales, concurriendo a las instancias culticas, estando presente en las
reuniones y actividades de la Iglesia.
b)
sus dones (Rom. 12,6-8; 1Co. 12,4-13; 1Pe. 4,10-12).
Cada miembro
de la comunidad tiene dones que son para enriquecer al conjunto de los miembros
de la Iglesia, y para servir a la sociedad y la cultura. Por eso, es
importante, un discernimiento personal y comunitario, que permite identificar
los dones que Dios ha depositado en los miembros de cada comunidad eclesial.
Todas las
personas tienen dones, por lo tanto, el lugar que cada bautizado o bautizada
ocupa en la comunidad eclesial es único e irrepetible. No puede haber envidia o
rivalidades, pues todas las personas tienen sus dones para el servicio de las
demás y de esa forma enriquecer a la Iglesia.
Nada hicimos
para recibir los dones, fueron dados por gracia, pero podemos hacer cosas para
mejorarlos y complementarlos. No son para nuestra satisfacción personal sino
para servir a las personas que integran la iglesia, la sociedad y la cultura.
c)
con sus bienes (Hch. 2,44-45; 4,34-37).
La
experiencia demuestra, que nuestra comunidad eclesial se sostiene con el aporte
de sus miembros y aún sobran bienes para el ministerio.
Si
distribuimos los bienes personales y comunitarios con solidaridad y justicia, a
nadie faltará nada, todas las personas podrán satisfacer sus necesidades.
A manera de conclusión.
Compañeros y compañeras en el camino del discipulado:
Iniciamos un nuevo tiempo de cuaresma. El objetivo de esta carta, es que
no pase desapercibida, esta oportunidad para afianzar nuestra experiencia de
fe, personal y comunitaria, y podamos llegar a la celebración de la Vigilia
Pascual, con una renovada profesión de fe, en el Dios revelado por Jesús.
Para ello, les propuse reflexionar sobre nuestra condición de bautizadas
y bautizados, recurriendo a la fundamentación bíblica, patrística y teológica,
sobre los efectos del bautismo en nuestra vida. Aprovechando la oportunidad,
para proponerles algunos lineamientos pastorales, que puedan contribuir a la
fidelidad de nuestras prácticas eclesiales, al Evangelio de Jesús y a las
prácticas de la Iglesia apostólica, que es el modelo que tenemos a imitar, en
el seguimiento de Jesús.
Deseándoles que este tiempo, su fe en el seguimiento de Jesús se
radicalice y lleguen a la Pascua, comprometidas y comprometidos, como hijos e
hijas de Dios, a trabajar por la justicia y la paz (Mt. 5,6.9), les envío mi
abrazo fraterno.
+ Julio, obispo de Diversidad Cristiana.
Miércoles de Ceniza.
Uruguay, 13 de febrero de 2013.
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