Tercer domingo después de Epifanía: la iglesia enviada a continuar la misión de Jesús
La Iglesia enviada a
continuar la misión de Jesús
Lucas 4,14-21
El
relato evangélico que nos propone la liturgia para este domingo es radicalmente
escandaloso, presentando al Enviado de Dios tomando partido por las personas
empobrecidas, privadas de libertad, enfermas y oprimidas.
El texto en su contexto:
El
Evangelio es buena noticia para unas personas pero mala noticia para otras
personas. Las personas empobrecidas, las privadas de libertad, las oprimidas
(Lucas 4,18) son destinatarias de la buena noticia: Dios toma partido por ellas
(Lucas 4,19 cf. Isaías 61,1-2; Éxodo 21,2; Deuteronomio 15,1.12; Levítico
25,8-16). Pero, para quienes causan la pobreza, privan de libertad y oprimen,
el Evangelio de Jesús es mala noticia (Lucas 6,24-26), porque les enfrenta al juicio
divino.
La
misión de Jesús no es neutral. Todo su ministerio está dirigido a quienes están
vulnerados en sus derechos y su dignidad (Lucas 4,31-37. 38-39. 40-41; 5,12-16.
17-26; 6,6-11; 7,1-10. 11-17. 36-50; 8,26-39. 40-56; 9,37-43; 13,10-17; 14,1-6;
17,11-19; 18,35-43). La actividad misionera de Jesús es revelar la presencia
del Reinado de Dios que se inaugura en la historia humana (Lucas 7,22-23). Un
Reinado que altera radicalmente el orden establecido.
Jesús,
el elegido de Dios (Lucas 3,22) no defiende el orden establecido, lo altera
radicalmente (Lucas 6,20-23) y denuncia la injusticia, la falta de solidaridad,
la discriminación y la opresión.
El texto en nuestro
contexto:
Más
de mil ochocientos años de cristianismo han anestesiado al movimiento de Jesús,
sin embargo, el Espíritu continúa haciendo resurgir, discípulas y discípulos,
que envestidos del don de la profecía, son enviados y enviadas a la sociedad y
la cultura, para continuar con la misión de Jesús.
Si
somos la Iglesia de Jesús, no podemos eludir el ser enviados y enviadas a las
personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, en nuestra sociedad y
nuestra cultura.
La
Iglesia no es la comunidad de quienes celebran la memoria de Jesús en templos,
sino la comunidad de quienes mantienen viva su palabra y su acción, entre las
personas discriminadas, oprimidas y excluidas, llevando la buena noticia,
liberadora e inclusiva (Lucas 7,22-23) a todos los rincones de la sociedad y la
cultura donde se encuentra inserta.
La
Iglesia no es la comunidad de quienes se alían con las personas poderosas, sino
la comunidad profética que denuncia a los poderosos de este mundo, porque
causan pobreza, privación de libertad y opresión (Lucas 11,37-53).
La
Iglesia no es la comunidad de las personas justas, sino la comunidad de las personas
que fueron justificadas (Hechos 10,34).
El
relato evangélico de hoy, nos enfrenta a la situación de tener que elegir,
entre el cristianismo y el discipulado. La iglesia que no toma posición a favor
de las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, la que no alza su voz
en defensa de las personas discriminadas y excluidas, la que se encierra en los
ritos y los templos, la que mantiene sus privilegios mientras que multitudes no
acceden a una vida plena y digna; esa iglesia no es la Iglesia de Jesús.
La
verdadera Iglesia, no importa su denominación, es la que subsiste como
movimiento ecuménico y periférico, junto a todas las personas “desafiliadas”
sociales, culturales, económicos, religiosos … es la que continúa la misión de
Jesús, anunciando que otro mundo es posible y realizable: “el año favorable del
Señor” (Lucas 4,19).
Buena
semana para todos y todas.
+Julio,
obispo de Diversidad Cristiana.
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