Primer domingo de Epifanía - El bautismo de Jesús nos interpela sobre nuestro propio bautismo




Primer domingo de Epifanía – Bautismo de Jesús
Lucas 3,15-17.21-22

Jesús, ya adulto, tomó la decisión de ser bautizado (Lucas 3,21). El bautismo de Jesús fue la preparación de su ministerio. Un ministerio de consuelo y esperanza para su pueblo (Isaías 43,1-7). A partir de ese momento, Jesús experimentó la elección y el envío de Dios (Lucas 3,22).

El texto en su contexto.

El relato evangélico, está cargado de contenido teológico: el pueblo se encontraba oprimido por el imperio romano (Lucas 3,1), Juan se encontraba con el pueblo a orillas del Jordán, el mismo lugar por donde las tribus hebreas tomaron posesión de la tierra prometida (Deuteronomio 3,1-17), en el pueblo estaba latente la promesa de Yavé a Moisés, el surgimiento del profeta (Deuteronomio 18,15-22), de hecho le preguntan a Juan si él era el enviado (Lucas 3,15), el rito bautismal tenía un doble mensaje, por un lado significaba el baño ritual para purificarse (Lucas 3,3) y por otro lado les evocaba el acontecimiento liberador del éxodo, cuando oprimidos por otro imperio cruzaron el Mar Rojo en busca de libertad en la tierra prometida (Éxodo 13,17- 14,31), la voz que habla a Jesús (Lucas, 3,22) es la misma que hablaba con Moisés y se manifestó en el Sinaí (Éxodo 19 – 24).

En este escenario histórico teológico, al ser bautizado Jesús, experimenta la elección de Dios (Génesis 22,2; Salmo 2,7; Isaías 42,1).

El texto en nuestro contexto.

Hace tiempo atrás, también nosotras y nosotros fuimos bautizados. La mayoría no tomamos la decisión ni tuvimos la posibilidad de elegir. Fue una decisión de nuestros padres, movidos por fe o por tradición, en una Iglesia que lejos de anunciar la liberación de la opresión nos ató a dogmas, cánones y ritos.

Por el bautismo pasamos a formar parte de la Iglesia pero no del movimiento de discípulas y discípulos de Jesús. No fuimos bautizados por fe sino por tradición. No fue un acto libre de nuestra voluntad sino una costumbre impuesta. 

Las cristianas y los cristianos en la actualidad debiéramos revisar nuestras prácticas: ¿por qué seguir bautizando niños y niñas, imponiéndoles una obligación que no eligieron?; ¿por qué seguir siendo miembros de una institución a la que no elegimos pertenecer?; ¿por qué no dejar que nuestros niños y niñas, cuando lleguen a la vida adulta, experimentando el testimonio de nuestra fe, opten libremente por el bautismo?; ¿por qué no desafiliarnos de la institución a la que nos hicieron miembros sin consultarnos, y afiliarnos en aquella en que sentimos que nuestra experiencia de fe es más plena?; ¿qué está sucediendo con nuestra experiencia de fe? ¿realmente tenemos fe? …

El bautismo de Jesús nos interpela sobre nuestro propio bautismo. 

Las cristianas y los cristianos en la actualidad debiéramos ser testigos, ante la sociedad y la cultura, del Evangelio de Jesucristo, una buena noticia de liberación que toma partido por las personas pobres, discriminadas, oprimidas y excluidas (Lucas 7,18-23).

Si no estamos trabajando en la construcción de ese otro mundo posible, que Jesús llamó Reino (Lucas 16,21) ¿de quién somos testigos?; ¿a qué maestro estamos siguiendo?; ¿en qué nos diferenciamos del resto de la humanidad, para que puedan experimentar y comprobar la validez de nuestro testimonio (Hechos 2,44-47; 4,32-35).

Podría resaltar las muchas cosas buenas que compartimos con nuestros familiares, nuestras amistades, pero sobre eso ya nos advirtió Jesús (Mateo 5,46-47); eso nos hace buenas personas pero no sus discípulos o discípulas.

Las comunidades cristianas tenemos la misión de ser sal y luz para el mundo (Mateo 5,13-16), comunicando el novedoso y escandaloso mensaje que inició Jesús en Nazaret de Galilea y que hizo suyo la Iglesia de la antigüedad (Hechos 10,34).

Buena semana para todas y todos.
+ Julio, obispo de Diversidad Cristiana.

Comentarios

Entradas populares