Segundo domingo después de Epifanía: el Reino es una alegre fiesta a la que somos convocados y convocadas.
Las
bodas de Caná
Juan
2,1-12
Seguramente,
muchos sermones pondrán énfasis en el rol de María como intercesora, otros en
el anuncio profético de Jesús sobre su muerte; interesantes temas para la
reflexión pero muy alejados del mensaje de este relato evangélico.
El
texto en su contexto.
Un primer
aspecto es tener en cuenta que el evangelio de Juan, no es un documento
histórico sino eminentemente teológico; los otros tres evangelios nada relatan
respecto a este acontecimiento.
Un segundo
aspecto es dejar de lado los personajes, que en el relato son secundarios y
centrarnos en los objetos, y situarnos en la audiencia a la que Juan escribe,
para poder entender el contenido del texto:
1-
El
banquete de bodas.
El evangelio
de Juan inicia la actividad mesiánica de Jesús con un banquete (2,1-12) en Caná
de Galilea y finaliza su actividad mesiánica con otro banquete (13,1-20) en
Jerusalén.
Para las
comunidades cristianas, el banquete era símbolo del Reino (Mateo 8,11; 22,2-14;
25,1-12; Lucas 14,16-24).
En la
tradición judía, todas las bodas se celebraban con un banquete y las comunidades
cristianas, la referían al Reino en su plenitud (Apocalipsis 19,7-9).
2-
Se
terminó el vino (Juan 2,3).
El vino
tiene una relación directa con la alegría. Al terminarse el vino en el banquete
de bodas se acabó la fuente de alegría.
El vino era
el producto de la vid, y el pueblo judío se sentía representado en la vid (Deuteronomio
8,7; Isaías 5,1-7; Ezequiel 17,1-10; Mateo 20,1-15; 21,28.33-46; Lucas 13,6-9).
3-
Las
tinajas vacías (Juan 2,6).
Las tinajas
eran utilizadas para el ritual de purificación del pueblo judío (Marcos 7,2-3).
La purificación no se realizaba por razones de higiene sino de pureza ritual.
Una práctica que los rabinos se encargaron de detallar puntualmente.
Pero estas
tinajas estaban vacías. Ya no cumplían con la finalidad para la cual habían
sido creadas. Eran símbolo de una religión que se había agotado, resecado, ya
no era motivo de alegría para el pueblo.
4-
El
agua convertida en vino (Juan 2,7-10).
Jesús pide
que las llenen de agua (versículo 7). Las vasijas llenas de agua representaban
la práctica del rito de purificación del pueblo judío. Pero al sacar su
contenido comprueban que es vino y del bueno (versículo 10) que representa la
novedosa presencia del Reino de Dios revelada por Jesucristo, reemplazando el
ritual y las leyes antiguas, que restablecen el gozo y la alegría en el pueblo.
5-
Un
pueblo testigo del Reino.
El pueblo
judío, que tenía la misión de señalar la Alianza liberadora de Dios, motivo de
gozo para todas las personas que formaban parte, había perdido el rumbo, y se
había rodeado de normas y ritos que en lugar de liberar oprimían (Mateo 11,28).
El
movimiento que se forma en torno a la persona de Jesús de Nazaret, comienza a
configurarse como el nuevo pueblo de la Nueva Alianza. La señal que caracteriza
al movimiento de Jesús es el seguimiento radical de su Maestro, cuyo mensaje y
práctica liberan y dignifican a las personas (Matero 11,29-30).
El
texto en nuestro contexto.
En tiempos
de postmodernidad, la Iglesia transita dividida y confundida. Algunas
comunidades cristianas se han aferrado a rituales antiguos, a creencias
epocales, a enseñanzas anacrónicas y continúan imponiéndolas con posturas
dogmáticas y fundamentalistas. En lugar de anunciar a la sociedad y la cultura
del siglo XXI, el alegre mensaje de la presencia del Reino, se esfuerzan en
mantenerse en sus dogmatismos deshumanizantes y opresores.
Desde
Diversidad Cristiana, les proponemos retomar el camino del seguimiento radical
de Jesús, comprometido con el Reino y sus manifestaciones de justicia,
solidaridad, derechos y dignidad. Un camino que libera y dignifica, porque
Jesús es quien nos guía. Un camino de gozo y de alegría, porque Jesús nos
acompaña.
El mensaje
del relato evangélico de las Bodas de Caná, nos desafían a renovar nuestra fe
en Jesús de Nazaret, el rostro visible de Dios liberador y sanador, comunicador
de gozo y alegría para su pueblo.
Los rituales
y los ritos, las leyes y las normas, son producto de una época determinada; son
instrumentos para normatizar, en el caso de la Iglesia, la fe y su expresión.
Pero si estos rituales y ritos, leyes y normas no producen alegría, no nos
conectan con la novedad del Reino, entonces, es que se agotaron como las
tinajas vacías.
Sentimos el
inmenso desafío de convertirnos en vino nuevo, para comunicar alegría a la
sociedad y la cultura contemporáneas. Sabemos que no transitamos en soledad
esta misión. Están surgiendo en diversos lugares pequeñas comunidades que,
fuera de la Iglesia institucional, conforman el movimiento de Jesús, una
Iglesia que el Espíritu convoca desde la periferia y en la periferia, para
mantener viva la esperanza del Reino.
Que nadie
quede fuera de la fiesta, Dios nos convoca a todos y todas!
Buena semana
a todas y todos.
+Julio,
obispo de Diversidad Cristiana.
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