Jesús camina sobre el agua.

Domingo 19º del Tiempo de la Iglesia.
Mensaje semanal.

 
Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente. Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí él solo, mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo: —¡Es un fantasma!

Pero Jesús les habló, diciéndoles: —¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo! Entonces Pedro le respondió: —Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua. —Ven —dijo Jesús.

Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como comenzaba a hundirse, gritó: —¡Sálvame, Señor! Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: —¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?

En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús, y le dijeron: —¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!” (Mt. 14,22-33 versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).



El texto evangélico, que nos propone el leccionario para este domingo, desafía a la iglesia, a revisar su fe en Jesús el Señor.


“Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él” Jesús entrega su mensaje a la Iglesia y la envía en medio del mundo. La Iglesia, es portadora del mensaje de Jesús para la humanidad. El mensaje no se comunica únicamente con palabras, sino fundamentalmente con acciones. Él nos dejó su ejemplo, restableciendo la dignidad a las personas vulneradas en sus derechos por el sistema político, económico, social, cultural y religioso de su tiempo: las personas enfermas (ciegas, sordas, leprosas, con hemorragias, paralíticas, epilépticas), los niños y las mujeres, las personas empobrecidas y las endemoniadas. Su mensaje, muchas veces iba en contra de los valores del proponía el sistema en el que vivió, era escandaloso y revolucionario, al proponer que Dios es Padre y todas las personas son hermanas.

La Iglesia de la antigüedad se mantuvo fiel a ese mensaje, comunicado con palabras y con acciones. Por ejemplo, no había diferencias entre sus miembros, las personas esclavas podían liderar las comunidades, al igual que las mujeres un verdadero escándalo para le época.

Pero con el paso de los años, la Iglesia se fue adueñando del mensaje de Jesús. Quienes la lideraron lo fueron transformando hasta llegar a nuestros días, donde confunden ambos mensajes, el de Jesús, inclusivo y liberador, con el de la Iglesia, que en muchos lugares discrimina, excluye y oprime.


“Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo: —¡Es un fantasma!”

No siempre fue fácil reconocer a Jesús en medio de la comunidad. En este texto lo confunden con un fantasma. En el huerto con el cuidador. En el camino de Emaús con un peregrino. En el lago de Tiberiades tampoco lo reconocen.

Únicamente, cuando Jesús toma la iniciativa las personas que integran su comunidad lo reconocen. En este texto los exhorta a la calma y a no temer. En el huerto llama a María por su nombre. En Emaús parte el pan. En Tiberiades comparte peces y panes.

Es necesario que cambiemos la forma de ver a las personas, especialmente a quienes no integran nuestras comunidades, Jesús podría estar hablando y actuando hoy, a través de ellas.

Es necesario dejar atrás nuestros fundamentalismos, nuestros dogmatismos, nuestras seguridades, para reconocer a Jesús en nuestra sociedad y nuestra cultura en las personas que trabajan por la paz y la justicia, por la solidaridad y la inclusión, por los derechos humanos y la dignidad de las personas, aunque no esas personas “no sean de las nuestras”, aunque parezcan fantasmas. Se hace necesario reconocer a Jesús entre los desconocidos


—¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!

La fortaleza de la presencia de Jesús se torna fragilidad en su ausencia. Ésta produce inseguridades y miedos. Nos lleva a encerrarnos.

La presencia de Jesús en la Iglesia aleja los miedos, la reencamina a su misión, la torna una comunidad segura y abierta a todas las personas, de todos los lugares, en todos los tiempos. El mejor indicador de la presencia de Jesús en una comunidad es si ésta es inclusiva y solidaria.


En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento

La única seguridad de la Iglesia es la presencia de Jesús en medio de ella. Cada vez que la Iglesia acoge a las personas discriminadas y excluidas recibe a Jesús. Cada vez que la Iglesia trabaja por la paz y la justicia recibe a Jesús. Cada vez que la Iglesia se solidariza con las personas oprimidas recibe a Jesús.

La presencia de Jesús en la Iglesia asegura su misión en el mundo. La Iglesia tiene sentido de ser, en la medida que mantenga vivo el mensaje de Jesús. Cada comunidad e Iglesia, tenemos la obligación de revisar nuestra fe en el Señor Jesús.

Buena semana para todos y todas.
Obispo Julio.

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