Introducción a los Comentarios de la Biblia Queer (continuación)


Continuamos presentando la Introducción a la "The Queer Biblie Commentary" - Desarmemos la exlusión a los gays basada en la Biblia - Traducción de nuestra hermana MCRP


Génesis 19, cuenta la conducta de los hombres de Sodoma, después que Lot persuade a dos visitantes angélicos para que se queden en su casa a pasar la noche. Siguiendo la narración del Génesis, inmediatamente después del ruego de Abraham a Dios para que no se comporte injustamente con el pueblo de la ciudad, el episodio a propósito justifica la eventual destrucción que hace Dios de Sodoma y de su ciudad gemela, Gomorra. Pero, ¿dónde está el “pecado” de Sodoma? Durante la noche en que los visitantes se quedaron en casa de Lot, los hombres de la ciudad exigieron la presencia de esos huéspedes para poder “conocerlos”. Es casi universalmente admitido que el término “conocer” está usado aquí en el sentido de “tener sexo con”, de modo que los hombres de Sodoma están en realidad buscando violar y torturar a los visitantes. El tema no es si aquí está presente el sexo homosexual, sino qué “significado” los actos sexuales tienen en el contexto. Sea lo que sea que ocurre, Lot encuentra tan horrible la perspectiva de torturar a los visitantes, que ofrece a sus hijas en su lugar. Pero no está tan claro que es la naturaleza homosexual del sexo lo que aquí constituye pecado. ¿Dice Lot “el sexo homosexual es muy incorrecto; si ustedes desean tener sexo, al menos practíquenlo aunque sea con mis hijas”? ¿O está horrorizado porque sus visitantes serán violados? Una atención cuidadosa a estas palabras lleva aun a otra dirección. Lot protesta: “no hagan nada a estos hombres, pues ellos están bajo el abrigo de mi techo” (v. 8) El tema que está presente en la mente de Lot es la violación de su hospitalidad, que el “abuso” a estos hombres representaría. En efecto, no fue hasta el período helenístico que el pecado de Sodoma comensó a ser identificado como un tema de sexo homosexual. Esto nos lleva a la conclusión, con las palabras de Gray Temple, que en el Génesis, “los sodomitas eran en primer lugar y sobre todo, no hospitalarios; pensaban que era divertido humillar a los huéspedes extranjeros” (2004: 58)

Esta humillación del extranjero a través del sexo es el tema de Génesis 19 y se vuelve más forzado, cuando el episodio se lee con el relato estructuralmente paralelo, en Jueces 19.22 y sigs. En esta segunda historia, un levita viajero se refugia en la vivienda de un local. Cuando los hombres de la ciudad demandan que salva el huésped, el dueño de casa ofrece en su lugar a su propia hija y/o a la misma concubina del huésped. Quizás la perspectiva del sexo homosexual es lo más importante en su mente, al hacer ese ofrecimiento. Pero los ciudadanos son aparentemente indiferentes en cuanto a tener sexo con el levita viajero, o con su concubina. No están interesados en el sexo homosexual, para nada. Y el mismo levita parece haber encontrado que el abuso de su concubina era equivalente a un asalto, si no personal, en su honor, pues cuando regresan a casa – en un movimiento que no puede ser más horrible en nuestra mente moderna – el levita asesina a su concubina, cortando su cuerpo en numerosas partes, que luego distribuye a las varias tribus, presumiblemente como un llamado a las armas. Para la sensibilidad moderna, la concubina es la víctima aquí. Porque para el levita, sin embargo, así como para los que viven en muchas sociedades tradicionales de hoy, el asalto a la mujer es tomado como un asalto a su propia persona. Para él, ha sido humillado en la persona de su concubina.

La historia en Jueces destaca de una forma horrible el hecho de que el pueblo en las culturas tradicionales experimenta (o experimentaba) sus identidades en forma completamente diferente a como lo hacen los modernos anglo-americanos. Para nosotros, los seres humanos somos primariamente individuos que se reúnen en grupos – o nos pensamos como efectivamente reunidos en un grupo, con la idea de “contrato social”. Así, ser miembro de un grupo es secundario a nuestra identidad primaria. El pueblo tradicional tiende a verse en primer lugar y principalmente como células de un cuerpo social “extendido”, como si fuera un cuerpo político. A veces, es la familia o la tribu o la nación, que comprende el cuerpo relevante (Countryman 1988; 8; Emerson 1996: 534-7, 551-4) En este relato, la concubina es parte del cuerpo extendido, cuya cabeza es el levita. Lo que se le hace a ella  se hace en realidad a la totalidad del cuerpo del levita.

En segundo lugar, el mismo hecho de que el sexo puede fácilmente convertirse en un instrumento de degradación en ambas historias, nos da evidencia indirecta de una antigua construcción del sexo. Era en primer lugar y principalmente acerca del poder. La penetración sexual no era tanto por amor o placer, sino por la afirmación de superioridad. El penetrador que “llega” a la profundidad de un sexo u otro está afirmando su superioridad sobre el penetrado. Y con esto, estamos cerca de comprender por qué la relación hombre-hombre era tan preocupante para la tradición hebrea. Si no vamos más allá, podríamos concluir con Gray Temple que, en la antigua Israel, “la unión del mismo sexo con un par o un superior robaba a la víctima de sus prerrogativas como “hombre”, haciéndolo incapaz para una vida futura, y lo marcaba al perpetrador como asesino, un peligro para el orden social” (2004: 60) La interpretación, creo, es inadecuada, ya que realmente falla en mostrar por qué el sexualmente humillado queda incapaz para la vida.

La idea de que la penetración sexual es en primer lugar y principalmente un acto de superioridad masculina deriva, me parece, de una cultura guerrera (Long 2004). Donde la guerra es un acto de penetración a los cuerpos enemigos y las líneas enemigas, constituye un corto paso ver al pene erecto como un arma. Así, la penetración por un arma o un pene, convierte al penetrado en un pasivo patético, si no muerto. Y, en efecto, la violación de mujeres enemigas o, más dramáticamente, del mismo enemigo, un acto que efectivamente lo despoja de su masculinidad, volviéndolo un ser servidor, ha sido desde siempre el toque final que sella una victoria en la guerra (Tombs: 2002) Para ir fuera del antiguo Cercano Oriente por un momento, no es menor que, de acuerdo con Rciahrd Trexler, “el término náhuatl para un guerrero poderoso (técuilónti) significa “Convierto a alguien en un pasivo” (1995: 71) Es la ideología perpetuada en los vulgarismos de nuestros días. “Fuck”, “screw”, y el lunfardo británico “shag” son todos verbos transitivos, implican que el acto sexual  es un instancia en que alguien hace algo a alguien.

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Continúa.

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