URGENTE, SUMATE A LA DENUNCIA!

Recibimos y difundimos:

Queridos amigos y amigas,

Las ‘Violaciones Correctivas’, esa práctica salvaje de violar a las lesbianas para 'curarlas' de su orientación sexual, suponen una verdadera crisis in Sudáfrica. Pero un grupo de valientes activistas ha lanzando una llamada mundial para lograr ayuda para poner fin a estos atroces Crímenes de Odio, y parece que el gobierno está empezando a responder. Démosles nuestro apoyo. Firma la petición y envía este mensaje a todos tus amigos!

Millicent Gaika fue maniatada, torturada y violada durante cinco horas por un hombre que alardeaba de estar 'curándola’ de su homosexualidad.

Sobrevivió de milagro, pero no se trata de un caso aislado. Este crimen espantoso constituye una práctica habitual en Sudáfrica, donde las lesbianas viven aterrorizadas ante los posibles ataques. Pero nadie aún ha sido condenado en ningún caso de 'violación correctiva'.

Sorprendentemente, un grupo de valerosas activistas provenientes de una casa-refugio en Ciudad de Cabo están arriesgando sus vidas para conseguir que el caso Millicent sirva para lograr cambios. Su llamamiento al Ministro de Justicia ha explotado en una petición de más de 140,000 firmas, lo que le ha forzado a aparecer en la televisión del país. Pero el Ministro todavía no ha respondido a sus demandas de acción.

Desde todos los rincones del mundo, encendamos una luz sobre este horror. Si somos suficientes los que nos unimos para amplificar e intensificar esta campaña, podremos llegar hasta el mismo Presidente Zuma, responsable último de la defensa de los derechos constitucionales. Pidámosles a Zuma y al Ministro de Justicia que condenen públicamente las ‘violaciones correctivas’, ilegalicen estos crímenes de odio, y garanticen su aplicación inmediata, junto con programas de educación pública y protección para los supervivientes. Firma la petición ahora y compártela con todos tus conocidos. Se la entregaremos al Gobierno Sudafricano junto a nuestros aliados en Ciudad del Cabo:


Sudáfrica, conocida como la "Nación del Arco Iris", ha levantado admiración mundial por sus esfuerzos en la lucha contra la discriminación tras el periodo del 'apartheid', siendo el primer país cuya constitución estableció la protección de todos los ciudadanos contra la discriminación por motivos de orientación sexual. Pero sólo en Ciudad del Cabo, la organización local Luleki Sizwe ha registrado más de una 'violación correctiva' por día, y la impunidad sigue reinando.

La práctica de la 'Violación Correctiva' se basa en la idea escandalosa y totalmente falsa de que una mujer lesbiana puede 'convertirse en heterosexual' si es violada, pero lo cierto es que este atroz crimen ni siquiera es considerado como un "crimen de odio" en Sudáfrica. Las víctimas son a menudo mujeres negras, lesbianas, y marginadas. Ni siquiera la brutal violación en grupo y el asesinato en el año 2008 de Eudy Simelanede, la heroína nacional y antigua estrella de la selección sudafricana de fútbol femenino, logró darle un vuelco al problema. La semana pasada, el propio Ministro Radebe insistió en que el motivo es irrelevante cuando se trata de crímenes como la 'violación correctiva'.

Sudáfrica se ha convertido en una capital mundial de la violación. Una niña sudafricana que nazca hoy tiene más probabilidades de ser violada que de aprender a leer. Es algo impensable, pero una cuarta parte de las niñas sudafricanas son violadas antes de cumplir los 16 años. Son muchas las raíces del problema: la percepción de la existencia de unos 'derechos' masculinos (el 62 por ciento de los chicos mayores de 11 años creen que forzar a alguien sexualmente no constituye un acto de violencia), el empobrecimiento, los asentamientos superpoblados, el número de hombres desempleados y excluidos, la aceptación por parte de la comunidad. Y, en los pocos casos en los que las agresiones se denuncian ante las autoridades, se encuentran con una respuesta policial lamentable y unas decisiones judiciales excesivamente permisivas.

Estamos ante una catástrofe humana. Pero Luleki Sizwe y nuestros aliados de Change.org acaban de abrir una pequeña ventana de esperanza en la lucha contra dicha barbaridad. Si en el mundo entero uniésemos ahora nuestras voces en apoyo de estas valientes activistas, podríamos lograr que hubiese justicia para Millicent y la adopción de medidas a nivel nacional para poner fin a las 'violaciones correctivas':


Se trata, a fin de cuentas, de una batalla contra la pobreza, el patriarcado y la homofobia. Frenar la marea de violaciones requerirá de un fuerte liderazgo y de acciones coordinadas dirigidas a lograr una profunda transformación en Sudáfrica y en todo el continente. El Presidente Zuma es un Zulú tradicionalista, el cual también se ha visto sometido a un juicio por un caso de violación. Aun así, el año pasado condenó públicamente el arresto de una pareja gay en Malawi. Asimismo, en respuesta a la enorme presión ciudadana nacional e internacional, Sudáfrica aprobó finalmente una declaración formal de las Naciones Unidas oponiéndose a la ejecuciones extrajudiciales en casos relativos a la orientación sexual.

Si nos unimos en masa a esta llamada mundial a la acción, podremos presionar a Zuma para que tome partido, impulse las acciones gubernamentales que tanto se necesitan, e inicie un debate nacional que cambie sustancialmente las actitudes de la población hacia las violaciones y la homofobia en Sudáfrica. Firma ahora y corre la voz:


Casos como el de Millicent nos pueden llevar a perder la esperanza. Pero cuando los ciudadanos nos unimos con una sola voz, podemos transformar prácticas y normas injustas, por muy arraigadas que estén en la sociedad. El año pasado en Uganda, logramos generar una gigantesca ola de presión pública que llevó al gobierno a retirar una propuesta legislativa que habría condenado a muerte a muchos homosexuales ugandeses. Y también fue la presión mundial en apoyo de un valeroso grupo de activistas nacionales lo que empujó a los líderes de Sudáfrica a abordar la crisis del SIDA que estaba apoderándose del país. Unamos nuestras voces ahora reclamando un mundo en el que cada ser humano puede vivir sin miedo a sufrir este tipo de abusos.

Con esperanza y determinación,
Alice, Ricken, Maria Paz, David y el resto del equipo de Avaaz

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