Mensaje en la Jornada Mundial por la Paz.
Hoy es la Jornada Mundial por la Paz. Pero la paz no es posible cuando existen relaciones de injusticia e inequidad en la sociedad, en las comunidades eclesiales, en las familias. Solamente, cuando todas las personas gocen de sus derechos fundamentales y sean respetadas por su dignidad de hijos e hijas de Dios, porque El infundió en nosotros y nosotras el Espíritu que clama a Dios: “Papi” “Papito”, esa es la traducción más exacta de Abba, la paz será posible.
Jesús nos enseña, con sus palabras y sus gestos, que para conseguir la paz es necesaria la solidaridad y la inclusión de todas las personas en una comunidad de iguales, en cuanto a derechos y garantías, pero diversa en cuanto a dones recibidos y roles o funciones a realizar. Tarea nada fácil pues le condujo a la cruz.
Las comunidades cristianas, estamos llamadas a dar testimonio en medio de un mundo lleno de conflictos no resueltos, de dominio de unos sobre otros, de discriminaciones y exclusiones, de violación a los derechos humanos y a la dignidad de las personas, de explotación y devastación de la naturaleza nuestro hogar en común.
Nuestro testimonio solamente será posible si Dios está con nosotros y nosotras y entre nosotros y nosotras, ese es el significado del Emmanuel prometido por los profetas, cuya realización encontramos en Jesús Resucitado quien comunica su paz a la Iglesia: ”mii paz les dejo, mi paz les doy”; para que la Iglesia la comunique al mundo en todas sus estructuras: políticas, sociales, culturales, económicas, laborales, religiosas, familiares.
Recién entonces, como los pastores del Evangelio, podremos alabar y glorificar plenamente a Dios, Padre y Madre, que cumple su promesa de paz, que es expresión de vida digna, plena y abundante para todas las personas sin exclusión: Y el garante de esta promesa es el Espíritu enviado por Jesús Resucitado.
A lo largo del año 2010, esta pequeña comunidad, con menos de una año de vida, asumió un compromiso radical con la paz, expresada en acciones de justicia, solidaridad y equidad en nuestro entorno:
- apoyando mensualmente con una funda de azúcar al merendero de la Iglesia Antigua en el Cerro,
- con productos de higiene personal a personas internadas con SIDA,
- también a personas internadas en el hospital psiquiátrico,
- acompañando a personas en situación de calle,
- colaborando mensualmente con la Iglesia Metodista de Aguada quien nos proporciona el local donde nos reunimos,
- celebrando nuestra fe con comunidades hermanas: la Iglesia Antigua, la Iglesia Metodista, la Iglesia Anglicana,
- pero también trabajando estrechamente junto a ellas y la Iglesia Evangélica Luterana, la Iglesia Valdense y las Iglesias de la Comunidad Metropolitana en la prevención del VIH y SIDA,
- y en el Diálogo Interreligioso Uruguay, integrando la Comisión de educación y laicidad y la Comisión para la superación de la violencia doméstica.
No es extraño, que lleguemos a esta celebración con las manos repletas. Sin embargo, es necesario que este año que inicia, no nos conformemos con lo realizado el año anterior, el Evangelio nos invita a estar atentos y atentas, para emprender el camino a adorar a Dios en nuestros hermanos y hermanas cuyos derechos son vulnerados, que son el sacramento por excelencia de Jesús: “lo que hicieron con estos mis hermanos más pequeños lo hicieron conmigo”.
Tengan todos y todas un bendecido 2011.-
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