Reflexiones en el 6 to domingo de Pascua.-

“Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: “Me voy y volveré a vosotros.” Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis” (Jn. 14,23-29. Versión Biblia de Jerusalén).




Jesús continúa su despedida. Se esfuerza para que sus discípulas y discípulos, recuerden su Palabra cuando El no esté, y continúen su misión. Es una comunidad pequeña, diversa y excluida.

Una comunidad pequeña. Apenas un puñado de aquellas multitudes que lo siguieron de Galilea a Jerusalén durante su actividad profética.

Una comunidad diversa. Compuesta por mujeres y hombres provenientes de distintas grupos sociales: pescadores y campesinos empobrecidos, cobradores de impuestos que sirvieron al imperio enriqueciéndose con la explotación al pueblo, prostitutas y mujeres que no se ajustaban a la norma cultural, revolucionarios armados que se levantaron contra el imperio. Caracterizada por muchas personas solteras, incluida la mayoría del núcleo apostólico, situación que tampoco se ajustaba a la norma cultural.

Una comunidad excluida. Personas discriminadas por los grupos de poder político y religioso.

Jesús conoce a esta gente y les confía continuar con su misión. Sabe que cada cual por su lado no lo logrará. Únicamente la comunidad reunida, puede encontrar la fuerza para vencer las impotencias, aprender de los dones de cada integrante para complementarse, compartir los recuerdos de las palabras y los gestos de Jesús para continuar la misión.

¡Cuánta similitud entre esa comunidad y la nuestra!

Jesús ya no está entre nosotros y nosotras. Nuestra comunidad es pequeña, diversa y ha vivido la exclusión. Muchas veces amenazada por la inseguridad y el miedo. Sin embargo, sentimos la invitación a mantener vivo el mensaje de Jesús entre aquellas personas discriminadas y excluidas, entre otras cosas, por su orientación sexual. Un mensaje que se caracteriza por ser liberador, sanador e inclusivo.

Con debilidades y fortalezas, personales y comunitarias, emprendimos el camino del discipulado. Queremos construir una comunidad abierta a la diversidad humana en todas sus expresiones: cultural, sexual, política, religiosa… Personal y comunitariamente queremos compartir con todas las personas la paz que nos comunica Jesús.


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