La revelación de Dios (tercera parte)
La biblia es palabra sagrada no la Palabra de Divina
Autor: Julio Vallarino
En la primera parte del trabajo
decíamos, que la revelación es la acción de Dios en la historia que no se
limita a la historia humana, sino que comienza con la creación (Gn 1), continúa
con las promesas a los patriarcas (Gn 12), la alianza con el pueblo hebreo (Ex
19), el envío de los profetas (Is 6,1-13; Jr 1,4-10) y culmina con la
encarnación (Lc 1,26-37) donde Dios irrumpe en la historia concreta de un
pueblo (Jn 1,14), en el tiempo preciso proyectado por El (Ga 4,1).
El Espíritu Santo ha estado presente en
la historia de Israel, el pueblo elegido. Sin embargo, las Escrituras Hebreas
son producto conjunto, de la inspiración divina y de la expresión humana.
Antes de ser escrito el contenido del
libro, hubo un proceso; primero fue experiencia en la vida cotidiana de
las tribus hebreas, generando diversas tradiciones; luego fue recuerdo, es decir, transmisión oral de una
generación a otra durante siglos, transformándose en memorial, con las reinterpretaciones
y aportes que cada generación le fue haciendo; finalmente fue acontecimiento
celebrado. De esta forma se generó
una tradición. Todo es obra del Espíritu Santo y de las personas que
intervinieron. Por lo tanto, las Sagradas Escrituras son la historia narrada, leída,
reflexionada, celebrada y vuelta a vivir por el pueblo de Israel.
A lo largo de la historia de ese
pueblo, ciertos escritos fueron considerados escritura sagrada, donde se
comunicaba la Palabra de YHWH, diversos en sus formas y en sus contenidos: mitos,
leyendas, poemas, oraciones, narraciones, genealogías, actas, censos, cartas,
entre otros. Esta historia de Israel que podemos llamarla historia de
salvación, porque Dios se revela en ella, es escrita por hombres, en
determinado contexto socio cultural y geográfico e inspirada por el Espíritu
Santo.
Entendemos por inspiración el proceso y
las acciones mediante las cuales Dios va, progresivamente, comunicando su saber
y su vida a la humanidad (Teología Fundamental. Jerónimo Bórnida, 1999. pág.
244). Por lo tanto, lo que comunicó en su momento a los escritores sagrados, es
lo que ellos, en su contexto vital podían comprender.
El Espíritu Santo inspiró a
determinadas personas que eligió, en determinados lugares y en determinadas
épocas, durante un determinado tiempo, para que pusieran por escrito el mensaje
de Dios a la humanidad, es decir, aquello que Dios quiso comunicar; estas
características: son el elemento fundamental para que determinados escritos, y
no otros, formen parte del canon bíblico.
El hagiógrafo, escritor sagrado, fue
inspirado por el Espíritu Santo para poner por escrito, determinados textos;
pero inspiración no significa dictado. Lo escrito es comunicación de Dios a la
humanidad transversalizado por el contexto cultural, social, político,
económico, geográfico, religioso … del hagiógrafo; por lo tanto, la Biblia es,
a un mismo tiempo, Palabra de Dios y palabra humana. La complementariedad entre
la autoría de Dios y la escritura de los humanos tienen como producto las
Sagradas Escrituras.
Entonces ¿todo lo escrito en la Biblia
es Palabra de Dios? No. Corresponde a cada generación discernir, en cada texto
bíblico, qué es Palabra de Dios y qué es producto de la cultura del hagiógrafo.
Si toda la biblia fuera la Palabra de Dios, entonces es fácil concluir
que Dios se contradice a si mismo:
La
poligamia es una realidad bíblica (Gn 4,19; 16,1-4; 29,18-29); sin embargo
nuestros sistemas legales occidentales y cristianos reconocen únicamente el
matrimonio monógamo.
Golpear
a un niño para educarlo es una realidad recomendada por la biblia (Prov 23,23);
sin embargo la inmensa mayoría de los países del planeta han ratificado la
Convención Internacional de los Derechos del Niño, reconociendo que esta
recomendación bíblica es maltrato infantil y en algunos países se considera delito
y se castiga con prisión.
La
esclavitud es una práctica regulada por la biblia, no solo en el Antiguo
Testamento (Ge 17.12; Éx 12,43; 21,1-11; Le 22,10; 25,44), sino para escándalo
nuestro, también en el Nuevo Testamento (Col 3,22; Tito 2,9; Filemón 9,11.15-16);
incluso regula hasta que punto castigarlo (Ex 21,20); sin embargo nuestro
sistema socio cultural y jurídico legal, occidental y cristiano, fue abolida
hace siglos y prohibida.
El
odio y los deseos de venganza están contemplados en el Antiguo Testamento
(Salmo 136 [137],8-9; sin embargo Jesús en el Nuevo Testamento plantea lo
contrario (Mt 5,38-47) afirmando que no había venido a cambiar absolutamente nada
de la ley (Mt 5,17) pero en realidad lo hizo enseñando lo contrario.
Estos son solo algunos ejemplos de que
la biblia es producto de hombres, en un contexto geográfico y cultural
determinado y en una época determinada. En realidad, los escritos bíblicos son
expresión de fe personal, por lo tanto difieren de un autor a otro. Las
personas autoras de estos escritos si bien responden a las exigencias de su
época (social, cultural, política, económica) actuaron bajo la inspiración del
Espíritu Santo y se constituye en su instrumento suyos, pero una cosa es ser
instrumento, escribir por inspiración y otra muy distinta recibir directamente
de Dios, cada frase, cada palabra, cada letra.
Esto no es un obstáculo para que ella
sigua siendo Palabra de Dios, porque es la experiencia de fe de nuestros
antecesores, en un proceso de comunicación donde Dios y los seres humanos se
encontraron, donde el mensaje divino quedo presente en la palabra humana. El
mensaje divino es el contenido y la palabra humana es el continente, este
último tiene que ser leído e interpretado en su contexto, es lo que llamamos
exégesis, para descubrir el mensaje divino que permanece invariable e
inalterable a través de los tiempos, pero que necesariamente tiene que ser
interpretado en el tiempo actual y en el contexto actual, es lo que llamamos
hermenéutica.
Dios sale al encuentro humano en el
contexto humano, por lo tanto, podemos afirmar que las Sagradas Escrituras son mensaje
divino contenido en palabras humanas.
Conclusión:
Las Sagradas Escrituras tienen como
verdaderos autores a Dios y al hagiógrafo, desde su experiencia de fe que
escribió en hebreo o en griego, pero que al ser traducida, fue interpretada por
cada escuela – persona que traduce.
Las personas, autoras de las Sagradas
Escrituras, responden a su entorno socio cultural, utilizan diversas formas
literarias y recursos propios de la época.
El Espíritu Santo se vale de ellas para
comunicarse a la humanidad pero no dictando un conjunto de verdades sino en
diálogo con la humanidad a través de ellas.
Estos escritos forman un libro que
denominamos generalmente Biblia.
En ella se narra la historia del pueblo
elegido. Su experiencia de fe. Una historia que debió ir madurando a lo largo
de los siglos. Una historia, que como decíamos más arriba, es Historia de
Salvación pero que no escapa al pecado (Gn 4).
Referencias:
BÓRMIDA J: Teología Fundamental, 1999.
LENAERS R: Otro Cristianismo es posible,
2008.
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